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De la genética aplicada a la danza a una ‘Carmina Burana’ a compás de hip hop

Escena de Autobiography, de la compañía Wayne McGregor

Alejandro Luque

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A quienes siguen creyendo que la danza empieza y termina en El lago de los cisnes tal vez no les quepan en la cabeza algunas de las sorprendentes propuestas que esta disciplina está dando en los últimos años. Bailarines y bailarinas de todo el mundo mantienen vivo este arte gracias a sus notables derroches de energía y creatividad, que siempre van acompañados de la búsqueda de nuevos caminos expresivos. Un buen ejemplo de ello son los dos espectáculos que el Teatro de la Maestranza de Sevilla ha programado para este mes de febrero, en los que el público podrá ver desde la aplicación de las nuevas tecnologías en escena, a una Carmina Burana como tal vez nunca la han visto y oído antes.

Para empezar, el 23 de febrero llegará a las tablas del coliseo hispalense Autobiographybio, un espectáculo de la Company Wayne McGregor que supone la culminación de un proceso de investigación de muchos años. Conocido como acreditado innovador de la danza contemporánea internacional, el británico McGregor lleva 25 años interrogándose sobre los límites del cuerpo y seduciendo a los espectadores de todo el globo con un estilo hipercinético y siempre sorprendente.

Residente del Royal Ballet de Londres desde 2006 y habitual de la Scala de Milán, el Ballet de la Ópera de París o el Bolshoi, McGregor llega al fin al Teatro de la Maestranza con un espectáculo visual y coreográfico fascinante, en el que secuencia su propio genoma y trata al cuerpo como una suerte de “archivo” a través de un conjunto de piezas que se ensamblan algorítmicamente de forma diferente en cada representación. De alguna forma, lo que McGregor propone es reinventar su propia autobiografía.

Radical y ‘vintage’

El espectáculo, de unos 80 minutos, cuenta con la partitura, ejecutada en vivo, de la artista Jlin y un diseño con proyecciones plásticas que han cosechado premios internacionales. Este recurso no provoca ninguna sorpresa en un creador como McGregor quien, por ejemplo, en Némesis, ya en 2002, hacía que los bailarines se batieran en duelo con prótesis de brazos de acero sobre una banda sonora compuesta a partir de las conversaciones de teléfonos móviles.

Pero si bien las propuestas de McGregor en algunas de sus coreografías pueden parecer radicales, el origen de su pasión por la danza procede de haber visto, a los 8 años, a John Travolta bailando en Fiebre del sábado noche y Grease

Hoy, ya laureado como Comandante de la Orden del Imperio Británico por sus servicios a la danza, el Studio Wayne McGregor se ha diversificado en una ecléctica gama de trabajos que desbordan los límites convencionales de la danza para alcanzar también el cine, la moda, la ópera… Así, son célebres su colaboración con Radiohead, su intervención en Trafalgar Square dentro de los Juegos Olímpicos Londres 2012 o su participación, como director de movimiento, en películas tan populares como Harry Potter y el cáliz de fuego. Sus colaboraciones con compositores contemporáneos como Richter, Reich, Tavener o Saariaho, máximos exponentes de la creación musical actual, dan cuenta de su alta ambición creativa.

En definitiva, una cita con un creador visionario, un profundo renovador de los lenguajes y las potencialidades de la danza asociada a recursos como el 3D o la ciencia, obsesionado con descubrirle al gran público las posibilidades de un recurso tan ignorado como básico, pues somos eso, vivimos dentro y no podemos escapar de él: el cuerpo.

‘Elegante y sofisticada orgía’

Por su parte, la española María Rovira trae el 29 de febrero con su Crea Dance Company una insólita lectura del Carmina Burana de Carl Off, actualizado en una moderna versión bailada como una suerte de “bacanal danzada” que se permite hacer guiños al hip hop y que estiliza, con ardor y elegancia, los movimientos de la vida cotidiana en lo que la prensa ha bautizado “una elegante y sofisticada orgía”, basada en los célebres textos profanos del siglo XIII.

Un nutrido cuerpo de baile formado con bailarines españoles y por otras figuras internacionales, que provienen tanto de la danza clásica como de la contemporánea, arrastran al espectador por el placer de los valores terrenales contrapuestos a la rigidez y las restricciones religiosas en una exaltación de la lujuria, el amor, el dinero y los placeres terrenales.

Los poemas del Carmina Burana, un conjunto de 228 textos profanos que satirizaban a la Iglesia escritos mayoritariamente en latín en la Alemania del siglo XIII por goliardos –clérigos vagabundos de vida licenciosa- y estudiantes, encontrados en 1803 en el monasterio bávaro de Benedikbeuren, inspiran el espectáculo de danza con música de la impactante obra de Carl Off interpretada por la compañía Crea Dance Company, bajo la dirección de María Rovira (Mataró, 1963), que estudió danza contemporánea en París, Essen y Nueva York y cuya trayectoria pionera por la danza moderna en España le ha hecho merecedora, entre otros galardones, del Premio Nacional de Danza 1998.

La potencia de la comunidad

María Rovira, que en 1985 fundó Transit Danza, una compañía pionera de la danza contemporánea en España con proyección internacional, ha trabajado con multitud de compañías de prestigio como el Ballet Nacional de Cuba. En 2018 coreografió la película Yuli, dirigida por Iciar Bollaín, sobre la vida del bailarín cubano Carlos Acosta. Espectáculo de gran brillantez, energético y directo, que celebra el gozo de la vida y sus deleites, Carmina Burana excelentemente coreografiado y bailado, nos invita a deslizarnos por el júbilo de la vida hasta conducirnos a un inesperado desenlace…

Su estreno en Terrasa, a finales de 2018, con la presencia de Keyvin Martínez, el bailarín cubano con el que Rovira trabajó en adaptación al cine de la autobiografía de Carlos Acosta fue un éxito rotundo. La crítica resaltó la brillantez de los “tête-á-tête” entre unos bailarines que se retan, se provocan y exploran hasta hacer “sentir la vibración de sus cuerpos buscando significado en cada gesto, cada contorno”, así como los movimientos de grupo “en los que sobresale la potencia de la comunidad”, según Valèria Gaillard.

En resumen, dos nuevas vueltas de tuerca a ese concepto de la danza contemporánea que sigue provocando asombro incluso en los espectadores más veteranos, y que no son sino dos hermosas y contundentes pruebas de la vitalidad de un arte que se resiste a la fosilización.

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