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Sobre este blog

En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

Sin libros ni librerías no hay democracia

Proponen en Málaga múltiples actividades en Internet para celebrar el Día del Libro en confinamiento

Maite Aragón

Socia gestora de la Cooperativa Caótica Librería —

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El coronavirus está con nosotros y, aunque lo parezca, no es una distopía. Ha venido para cambiarnos. Todos sabemos que seremos diferentes como sociedad pero somos incapaces de definir el cambio. Como librera, tengo cierta urgencia de saber cómo será el libro después de la pandemia. Por si las librerías no tuviéramos ya bastantes amenazas, aquí tenemos una nueva que nos obliga a imaginarnos para seguir siendo útiles a la sociedad.

A pesar de que el libro es un bien de primera necesidad -por eso tiene el mismo IVA que una barra de pan- mucha gente ni siquiera lo sabe. Otros estarían deseando convertirlo en un artículo de lujo, con otro IVA no protegido, o en expulsar a las librerías de los cascos urbanos para que todo fuera una distopía de lectores sin libreros, libros sin librerías y especulación inmobiliaria. Cuando llegan tiempos tenebrosos, el valor de la cultura siempre sufre.

Las librerías sabemos que sufriremos, aunque también somos conscientes, a la vista de la respuestas de nuestros lectores, que contamos con la complicidad de un ejército de bibliófilos convertidos en la última trinchera de resistencia a la deshumanización neoliberal.

Muchas librerías estamos impulsando nuestra propia carrera para conseguir recursos que nos ayuden a paliar las nefastas consecuencias económicas que la pandemia acarreará para nuestros proyectos, ya de por sí frágiles, pero tenemos que reflexionar: no es lo mismo vender libros que hacer cultura vendiendo libros.

La cultura si no se hace desde la ética pierde su función y queda reducida a un acto comercial. Consumir es un acto político. Por este motivo, muchas librerías, que estamos en cese de actividad, con nuestros establecimientos cerrados, pedimos a aquellos que quieren apoyar las librerías, a aquellas personas a las que les duele cada persiana bajada, a quienes piensan que un barrio sin librerías es un lugar más pobre o los que -como el verso de Margarit- sienten que “la libertad es una librería”, pedimos prudencia, protección y saber esperar lo que deseamos.

Pedimos a los lectores que aguarden las ganas de adquirir un libro hasta que se produzca la anhelada desescalada y, con la reapertura, nos encontremos en la librería, espacio que no tendría sentido si no fuera un lugar creador de vínculos afectivos en torno al libro, a los autores, a los libreros, a los lectores y a la vida.

Este intercambio de humanidad, que es lo que nos ha robado el coronavirus, es imposible encontrarlo en otros modelos donde el libro se convierte en pura mercancía y la cadena del libro desaparece como si no fuera importante el salario del compañero que recibe acogedor a los lectores, o el de logística que hace las devoluciones y admite las entradas cada mañana o el de la señora de la limpieza que acaricia los libros para retirarles el polvo.

El mejor apoyo que podemos recibir los libreros hoy y cualquier día del año es que los lectores se pasen directamente a comprar sus libros, a la vez que saludan a sus libreros y entablan conversaciones sobre lecturas. Cualquier apoyo a los libreros pasa por comprar libros directamente en tu librería de confianza. Los libreros de confianza somos como el médico de familia: sólo con mirar ya sabemos qué le pasa al lector y qué libro debemos prescribirle.

Quienes llevamos muchos años en este oficio no tenemos duda de que nuestros lectores y lectoras no nos van a fallar. Lo que nos gustaría es tener alguna certeza de que nuestro Gobierno reaccionará para proteger al sector. Se equivocará el Gobierno de España si cree que las librerías somos sólo empresas y que es suficiente con el cese de actividad retribuido, los ERTES pagados por el Estado y la moratoria en alquileres, siendo medidas que agradecemos por pioneras y valientes a favor de las PYMES.

Necesitamos que se tomen medidas específicas para el sector del libro porque la ausencia de determinación gubernamental puede costarnos a muchas el cierre una vez que se levante el estado de alarma. Sería tristísimo que el cierre masivo de librerías se diera con un Ejecutivo de coalición que muchos de nosotros hemos empujado desde nuestros espacios culturales para que llegase lo antes posible. Estos días, precisamente, conocemos el cierre de la primera, la librería Los Editores, de Madrid; la primera ya ha caído, se nos eriza la piel esperando que no se precipite el efecto dominó.

El sector del libro ya necesitaba intervención y protección por parte del Gobierno de España y es sorprendente que, con esta coalición progresista sin precedentes, carezcamos aún de un modelo cultural del libro como planteamiento base desde el que empezar a trabajar con todos los agentes del sector. Hacernos esperar más es provocar una asfixia que no podremos convertir en oportunidad; de la asfixia absoluta no salen las oportunidades. Toca trabajar todos a una desde el sector y lo antes posible. No tenemos mucho más tiempo.  

No estamos hablando de subvenciones, que también y en algunos casos serían muy útiles, en otros se convierten en un peligro porque nos hace dependientes de los plazos administrativos o nos obliga a ser más tesoreros que libreros. Necesitamos un Gobierno que nos ayude a hacer la revolución del libro que irá en beneficio de una sociedad más culta, más democrática y, por tanto, más difícil de tiranizar.

Algunas de nuestras propuestas, muchas a coste cero, serían la puesta en marcha de un marco de excepción para la cultura, como ocurre en Francia; beneficios fiscales, que las compras públicas se hagan a través de las librerías y no excluyéndolas por los descuentos; la creación de una moneda cultural canjeable por libros; permitir el acceso a créditos al 0% de interés para adquirir fondo estable para nuestras librerías; establecer una cota de publicaciones anuales, por ratio de volumen de la editorial, que redunde en la mejor asimilación de las novedades por la cadena de libro. De esta manera, la reducción de la facturación se vería compensada por el aumento de ventas de cada una de las novedades, al ser todas ellas mejor promocionadas por editores y libreros.

Sin nuevos lectores, las librerías no podremos tener nuevos clientes. Por eso es urgente un plan de fomento de la lectura con inversión económica suficiente y presente en los centros educativos, que es donde están los lectores de mañana. Un plan de lectura que fomente la lectura lúdica, libre, y deseche la obligación de leer que crea personas alérgicas a los libros.

Son sólo unas cuantas de las muchas propuestas que los libreros y editores tenemos para desarrollar un plan de apoyo al sector del libro que sea ambicioso y convierta a nuestro país en un escudo a favor de la cultura que cree seres humanos libres y no individuos obedientes para ser explotados en cualquier cadena de producción. Sin ciudadanos libres no hay democracia y sin libros no hay libertad. El libro y la democracia se necesitan mutuamente para gozar de buena salud.

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