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Sobre este blog

Los nombres de la UNIA quiere poner cara e historia a los grandes personajes que jalonan los cursos de verano de la entidad universitaria. Personas de renombre académico en cada una de sus disciplinas y fundamentales para aportar en el debate general. Este site está respaldado por la propia Universidad Internacional de Andalucía. 

Tráfico, trata y prostitución: definición de conceptos para la resolución de los problemas

Mabel Lozano (izquierda) y Flor de Torres, durante el curso

Néstor Cenizo

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La trata, el tráfico de mujeres, la explotación sexual y la prostitución son conceptos que tienden a utilizarse de forma imprecisa. La confusión dificulta la resolución del problema, según denunciaron este jueves Marisa Maqueda y Estafanía Acién. Maqueda es catedrática de Derecho Penal en la Universidad de Granada y Acién es profesora de Antropología en la Universidad de Almería. Ambas participaron este jueves en una mesa redonda sobre la “trata sexual de mujeres”, dentro del curso de verano “Mujeres frente a la violencia”, organizado por la Universidad Internacional de Andalucía y la Fundación General de la Universidad de Málaga, y dirigido por Flor de Torres (fiscal delegada contra la violencia de género) y Patricia Laurenzo, catedrática de Derecho Penal de la Universidad de Málaga.

Maqueda, una de las grandes especialistas españolas en la materia, realizó una exposición muy crítica, porque cree que no se aborda un verdadero debate, en perjuicio de las víctimas. “Las mujeres tratadas y las explotadas tienen en común el contexto coercitivo, pero hay que ser exacto: no es lo mismo trata que prostitución. Cuando vemos cómo las captan, con engaño o con violencia, eso es trata y ahí termina. Luego podemos llamarle explotación, esclavitud, servidumbre, o prostitución forzada… Sin embargo, a todo se le llama trata”.  

Penas diferentes

Para la catedrática, esto “invisibiliza y devalúa su condición de víctimas”. Por ejemplo, tiende a olvidarse que la pena por explotación sexual es inferior (de dos a cinco años de prisión) que para la propia trata (de cinco a ocho años). “¿Cómo es posible que se valore más el proceso que conduce a la esclavización que la propia esclavización? No tiene sentido”. Se produce según Maqueda un “olvido” de las mujeres explotadas que no han sido tratadas. “Personas que han venido voluntariamente, y que luego aquí han sido coaccionadas o amenazadas por las redes. ¿Dónde están sus voces?”.

Las víctimas no se identifican correctamente y el problema queda sin resolver porque no se define. “En abril de 2017 El País en un reportaje daba la cifra de 5.660 víctimas de trata, mientras que eran 193 en 2016. El Ministerio de Sanidad dio la cifra de 13.000 en el periodo 2012-2016, mientras que la Fiscalía de Extranjería hablaba de 1.400. ¿Qué pasa? Que no sabemos de qué víctimas estamos hablando”.

En opinión de Maqueda, esto ocurre en un contexto en el que tampoco se diferencia entre la prostitución forzada (o explotación sexual) y la prostitución voluntaria. “Toda prostitución es una forma de violencia y un obstáculo para la igualdad de género. ¿Pero es igual la violencia física que sufren las mujeres explotadas y la simbólica que sufren las mujeres que ejercen libremente la prostitución?”, se preguntó la catedrática.

“En el ámbito académico hay un debate muy interesante sobre cómo dar reconocimiento a estas víctimas de explotación forzada, quizá creando un delito de esclavitud o servidumbre. Y el movimiento abolicionista se está perdiendo ese debate”, lamentó Maqueda, que cree que con el “empecinamiento” por la prostitución voluntaria “se deja indefensa a la víctima de trata”, que no sólo viene a España a ejercer el sexo forzado, sino también en tareas agrícolas en condiciones precarias o ilegales o a talleres clandestinos.

La catedrática resaltó que cuando son detectadas como víctimas de trata “no son tratadas como sujetos de derecho, sino como instrumentos de investigación”. La mayoría no consiguen el permiso de residencia, pese a tener derecho a ello como víctimas, porque no son identificadas o detectadas por la brigada de extranjería, o porque cuando son identificadas y llamadas a declarar ya han sido expulsadas, o porque tienen miedo a declarar y no confían en “nuestros premios ficticios”.

Según la memoria de la Fiscalía, citada por Maqueda, sólo 24 de las 129 mujeres identificadas se atrevieron a colaborar. “¿Dónde están las voces del feminismo abolicionista? Yo no oigo esas voces, porque cuando habla de trata el feminismo abolicionista sigue hablando de prostitución no forzada y en acabar con ella. Quizá no son conscientes de que con ello están creando más víctimas”, concluyó la catedrática.

“A nadie se le ocurre decir que hay trata porque hay que recoger la fresa”

En una línea muy parecida, Estefanía Acién repasó su tesis doctoral, para la que realizó un trabajo de campo en el que entrevistó durante doce años a 807 trabajadoras nigerianas en la comarca del Poniente Almeriense. “El concepto de trata tal y como se maneja mayoritariamente el movimiento feminista no me servía para entender la realidad de estas mujeres”, aseguró. Según Acién, la teoría dominante “no resiste el estigma de la prostitución”, que a su vez tiende a explicarse sobre dos conceptos: el patriarcado y la trata.

Este enfoque, llamado “trafiquista”, es dominante en la literatura académica pero en opinión de la profesora descuida la distinción entre prostitución, tráfico de migrantes y trata de personas. “Realiza una representación ideológica, y habla de todas las mujeres migrantes que trabajan en la prostitución en destino como víctimas del crimen organizado”, de modo que se afirma que combatir la prostitución es combatir el tráfico o la trata. “Se llega a decir que la trata existe porque existe la prostitución, pero a nadie se le ocurre decir que hay trata porque hay que recoger la fresa”. Acién y Maqueda coincidieron en que el discurso dominante provoca que la lucha contra la trata acabe convertida en mero instrumento de restricción de la inmigración ilegal.

De su experiencia, Acién concluyó que “el relato de la trata es inexacto, injusto y pobre”. “Las mujeres que entrevisté querían dejar la prostitución, pero nadie les iba a dar trabajo siendo mujeres, negras y sin papeles. No tenían hueco en esta sociedad. El delito de la trata no explica esto”, relató la profesora, que destacó que la explotación sexual directa no era frecuente, y ni siquiera era necesaria: “Lo que tienen que hacer es pagar la deuda por el viaje, y esa es la amenaza”.

La mesa redonda, que se desarrolló justo después de la proyección del documental “Chicas nuevas, 24 horas”, de Mabel Lozano, contó también con la participación de Pablo Fernández, Jefe del Grupo I de la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales, que se mostró satisfecho por la colaboración que ahora existe con las ONG y los avances desde que, hace pocos años, ni siquiera se tipificaba la trata como delito. “Los compañeros cuentan que no sabían dónde llevar a las chicas. Tenían que pagarles ellos una habitación o dejarlas en dependencias policiales. El panorama ha cambiado. Hay más y mejores herramientas para luchar contra la trata. Y también más experiencia”.

Según explicó el policía, el principal objetivo es el rescate de la víctima, que en muchas ocasiones no es ni siquiera consciente de su situación. “Esto a veces es complicado porque hay que valorar intervención inmediata (y salvar la víctima) o estudiar un poco más la situación, tener indicios y desarticular a los tratantes”, comentó.

Luego explicó el caso de una mujer sudamericana, madre de dos hijos y víctima de un engaño por el que creía deber 70.000 euros a una organización criminal que ni siquiera existía. Abandonó a su familia y durante dos años fue explotada sexualmente. Costó mucho hacerle ver que había sido víctima de un engaño. “Nos produce mucho placer cuando nos llama para tomar un café y nos comenta cómo ha ido recuperando el contacto con sus hijos y su familia”.

El contrapunto a esta historia lo puso Estefanía Acién, que recuperó el caso de una mujer nigeriana que, habiendo denunciado ser víctima de trata, tardó dos años en recibir los papeles. Después de denunciar no recibió ninguna ayuda ni protección, así que durante dos años tuvo que seguir ejerciendo la prostitución.  

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