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MEMORIA HISTÓRICA

Gerda Grepp, la periodista “con pantalones largos” que documentó la caída de Málaga en la Guerra Civil

Gerda Grepp, en Alfarnate (Málaga), el 5 de febrero de 1937

Néstor Cenizo

Málaga —
26 de mayo de 2024 20:54 h

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Los acuartelados de Alfarnate, un pequeño pueblito en la sierra que cobija, casi desde Granada, a la Axarquía malagueña, no daban crédito. Aquella mujer menuda, la única en un grupo de hombres, resuelta, morena y, sin embargo, tan nórdica, fumaba y vestía de manera inconcebible en la España rural de 1937. “¡Una mujer con pantalones largos! Algo tan extraño que ni la milicia de las montañas de Málaga lo había visto nunca”, escribió Gerda Grepp aquella tarde de febrero en que fue a visitarlos.

Fue la única concesión, una anécdota ligera en medio del horror. Aquel día, Grepp registró otras observaciones sombrías: tampoco allí había armas para defenderse. Mientras esperaba, un niño de unos diez años la miraba atento. Cuando sus miradas se cruzaron, sonrió: “En ese momento, la ansiedad se apoderó de mí. Tuve la sensación de que ese chico iba a vivir algo horrible muy pronto, y quise cogerle y alejarnos conduciendo a toda prisa con él”.

Cuatro días después, Alfarnate cayó, como también lo haría Málaga, desarmada y rendida al ejército del bravucón y sanguinario Queipo de Llano. Al igual que decenas de miles de malagueños, Grepp emprendió la huida por la carretera a Almería mientras bombardeaban desde el mar los buques Baleares, Canarias y Cervera. Fue el mayor éxodo de la Guerra Civil española, durante mucho tiempo silenciado y hoy ampliamente conocido como La Desbandá.

Grepp fue la penúltima periodista en abandonar la ciudad. Sólo se quedó su amigo Arthur Koestler, a quien conocía de sus años en París, y cuyos cometidos iban mucho más allá del periodismo: como espía del Comintern, debía constatar la influencia de la Italia fascista y la Alemania nazi en el bando sublevado.

Una periodista desconocida en España

Grepp había sido largamente ignorada en nuestro país. Ahora, la periodista noruega Elisabeth Vislie publica en español En el frente (Plankton Press), una documentada obra sobre el periplo de Gerda Grepp durante la Guerra Civil, que paradójicamente lleva ocho años publicada en su país natal. Solo este libro y el documental Caleta Palace (José Antonio Hergueta, 2023), nominado al Goya a mejor documental la han dado algo más a conocer.

De entre todos los nombres de periodistas y escritores extranjeros que vinieron a documentar los estragos del golpe de Estado y la Guerra Civil, es probable que el de Gerda Grepp sea uno de los más desconocidos. Sin embargo, Grepp, nacida en Oslo en 1907, tuvo la funesta o atinada puntería de estar casi siempre en los lugares que importaban: en la Barcelona que resistió la sublevación para hacer la revolución, en el Madrid bajo sitio, en la Málaga en llamas que se rindió al Ejército del Sur o en Valencia, capital del Gobierno legítimo de la República. Recorrió la guerra hasta sucumbir al desencanto y la frustración de la derrota que vio venir.

Para Vislie, algo tiene que ver en este ostracismo el hecho de que fuera mujer. O que Koestler se refiriera a ella repetidamente en Testamento Español, pero siempre con sus iniciales, G.G., quizás para protegerla. También podría explicarse con la apabullante nómina de intelectuales extranjeros donde elegir: Ernst Hemingway, George Orwell, John Dos Passos, Antoine de Saint-Exupery, Robert Capa, Gerda Taro, André Malraux o George Steer dejaron crónicas, fotos y en algún caso la vida en la guerra española.

Para Gerda Grepp, contar lo que pasaba en España era casi una obligación moral. “Su mayor motivación era comprender la época en la que vivía”, comenta Vislie en la cafetería de un hotel en Málaga, donde ha acudido a presentar su libro.

Además, le movía un impulso político. Antifascista convencida, hija del primer presidente del Partido laborista Noruego, Kyrre Greep y de la periodista Rachel Grepp, por la casa familiar pasaban por frecuencia personajes como Alexandra Kollontai. “Yo digo que Gerda nació con la bandera roja en la mano. Le venía de cuna. El socialismo era para ellos más importante que su vida propia”. El vuggegave, en noruego.

Así que en 1936 su lugar estaba en España, aunque para ello tuviese que dejar a sus dos hijos pequeños al cuidado de su madre. Para algunos, ese arrojo rayano con la temeridad hunde sus raíces en la tuberculosis que padecía y la condenaba.

Una crisis nerviosa tras abandonar Málaga

Su paso por España le procuró un amplio bagaje de experiencias dramáticas. Cuando llegó a Málaga, el 28 de enero de 1937, la ciudad ya estaba condenada a caer y todos lo sabían. Queipo de Llano acumulaba sus tropas al oeste, esperando solo que el tiempo le fuese favorable, y la ciudad había sido abandonada a su suerte, esperando en vano las armas de Valencia que nunca llegaron. Desde la terraza del hotel, Grepp y Koestler fueron los únicos reporteros que divisaron los barcos de guerra italianos acercarse desde el horizonte.

El 5 de febrero, ambos viajaron a Marbella, pero ella se apeó a mitad de camino, asustada, y emprendió un regreso a pie a Málaga, hasta que la interceptó un correo republicano en moto. La tarde del 6 de febrero abandonó para siempre la capital de la Costa del Sol. “Lloró al pensar en todas las personas que había conocido y en quienes sabía que no podría volver a ver, porque intuía que iban a ser masacrados”, escribe Vislie. Grepp quedó tan impactada que en Valencia pasó cinco días aturdida por una crisis nerviosa, según revelan las cartas que remitió a su madre, que Vislie ha podido consultar para su libro.

En Málaga dejó también a Koestler, escondido primero en la casa de Sir Peter Chalmers, capturado luego por Luis Bolín, y canjeado tres meses después por la esposa del aviador Carlos de Haya. Pero esa es otra historia.

Cinco reportajes sobre lo que vio en Málaga

Grepp falleció en 1940, víctima de la tuberculosis. En total, publicó cinco reportajes de su paso por Málaga, escritos en un tono optimista, pues debían publicarse en el periódico del Partido Socialdemócrata y servir a la propaganda antifascista. “Gerda vivió la época dorada de la propaganda. Solo había un ángulo. Era el bien contra el mal y se trataba de ganar la guerra”, explica la autora de En el frente.

Sin embargo, tuvo que esperar a finales de agosto de 1937 para verlos publicados, paralizados por la censura que cayó sobre la vergonzosa derrota republicana en Málaga. “Valiente idiotez que no nos permitan aún escribir sobre Málaga”, escribió a su madre el 9 de febrero.

“La historia de Gerda Grepp es historia de la prensa, de España y de las mujeres. Es el relato de una joven periodista, madre de dos hijos, que con todo su bagaje ideológico eligió adentrarse en una guerra cruda y violenta, porque -como tantos otros en aquel momento- creyó con todas sus fuerzas que la marcha del fascismo en Europa podía detenerse antes de que este extendiera aún más la guerra”, escribe Vislie, quien cree que hoy Vislie se opondría también con vehemencia a la ultraderecha que asoma en España y Europa.

Hay un cierto paralelismo en la historia de Grepp y de quien ahora se convierte en su biógrafa, quien también pasó parte de su juventud en España. El abuelo de Vislie, un abogado anti-nazi, fue ejecutado y su madre fue encarcelada en un campo de concentración. Ella misma se considera a sí misma una “heredera de la Guerra Mundial” y descubrió a Grepp en un libro publicado sobre los noruegos en la Guerra Civil española. “Yo creo que lo mejor hablar de estos temas. Hay que discutir, hablar, escribir libros para que la gente no olvide. Porque la guerra no se puede olvidar. Está aquí siempre”.  

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