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Cervellera, misionero en China, acusa Pekín de instrumentalizar el coronavirus para perseguir a los cristianos

Alejandro Luque

Sevilla —

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Siempre que se habla de persecución a los cristianos, se piensa en Egipto, Siria u otros países donde las corrientes rigoristas del islam se han hecho más fuertes. Para Bernardo Cervellera, sin embargo, la situación que viven los cristianos en China no difiere demasiado de aquellos territorios. Y así loha explicado esta semana en una serie de conferencias que ha impartido por toda España (la última en Sevilla) advirtiendo de que el asunto entraña episodios violentos y hasta alguna muerte sin esclarecer.

“Se piensa que lo que sucede en China es algo lejano, misterioso. Pero ahora nos hemos preocupado por la expansión del coronavirus. Eso significa que lo que ocurre en un país no puede ser ignorado por los demás. Y lo que sucede en una comunidad cristiana, es también parte de nuestra familia, de nuestra vida”, afirmó. A este respecto, Cervellera señaló que la crisis provocada por la epidemia ha propiciado que el Gobierno restrinja notablemente los movimientos de los ciudadanos. “En algunas zonas solo una persona de cada familia está autorizada a salir de casa para proveerse de víveres. Hay orden gubernamental de no ir a reuniones, ni a misa. Los obispos, tanto los de la rama oficial como los de la escondida, han tenido que dar instrucciones sobre cómo vivir el domingo en casa: leer la Biblia y el Evangelio, y un día por semana ayunar para que China sea liberada de ese flagelo del coronavirus”.

Según el sacerdote, que trabaja actualmente para la Agencia de Prensa Asia News, el Gobierno de Pekín ha manipulado la información acerca del virus para reforzar su aparato represivo. “A principios de diciembre pasado, un médico avisó de la epidemia, pero fue apartado. Y las autoridades no reconocieron el problema hasta el 23 de enero. Es un modo de controlar y reducir la libertad de expresión”, añade.

Según el conferenciante, todos los lugares donde se ofician ceremonias religiosas en China deben estar inscritos en el correspondiente registro, y está prohibido transmitir un acto de esta índole por internet, ni publicar libros afines sin el permiso de la autoridad del lugar. Si un cura visita un hospital, tampoco puede hablar de fe con el personal o los enfermos. “Tampoco puede cantar, ni él ni un coro, fuera de la iglesia”, prosigue el sacerdote. “Se trata de restringir la vida de los cristianos hasta ahogarla”.

Para Cervellera, lo que se vive es una escalada represiva que incluye cierre de parroquias y hostigamiento a religiosos. “En algunos sitios han sido arrancadas las cruces. Si la constitución china permite la libertad religiosa, ¿por qué no nos respetan?”, lamenta. El periodista y sacerdote habla incluso de mártires: “Un sacerdote que estudió en Salamanca fue encontrado muerto junto a un río. La policía aseguró que se había suicidado, la familia no lo creyó, pero la autopsia nunca llegó a realizarse”.

Si esto ocurre según el conferenciante con la corriente oficial, aceptada por el gobierno, la corriente llamada “subterránea” no lo tendrá más fácil. Cuando se ha tenido conocimiento de la celebración de alguna reunión religiosa, “se ha llegado a imponer al dueño de la casa una multa equivalente a dos años de salario, además de procederse a la expropiación del edificio”. También señala que a sacerdotes y obispos se les obliga a firmar su adhesión a la iglesia oficial, “que es una forma de ‘chinizar’ el culto”.

“Si esto significara que el cristianismo entra en la cultura china, sería bueno. El problema es que esta ‘chinización’ está articulada por el Partido Comunista. Y la iglesia corre el riesgo de pasar a ser algo parecido a una iglesia de Estado, porque es el Estado el que decide todas las cuestiones”, agrega Cervellera.

“No hay liberta de culto, ni se habla de persecución”

Durante seis años, este sacerdote fue Presidente de Fides, la Agencia Internacional de Prensa Vaticana, y vivió en Pekín entre 1995 y 1997, donde enseñó la asignatura de Historia de la Civilización Occidental en la Universidad de Pekín(Beida). En su opinión, sería necesario revisar el acuerdo China-Vaticano, que data del 22 de septiembre de 1918 a pesar de que tenía carácter provisional. “Ahí no se habla de libertad de culto, ni de catequesis, ni de persecución, ni de nada”, acusa. “Hay un sacerdote que estuvo 15 años en prisión, al que la autoridad política ha sacado de su casa. Las protestas de los fieles han permitido que pueda regresar, pero le han cortado la luz, el gas y el agua”.

Para Cervellera, lo que subyace es un temor del poder a abrir la mano a la pluralidad religiosa. “¿Cómo un gobierno tan potente la toma con un pequeño grupo de católicos, apenas 12 millones que suponen menos de un 1 por ciento de la población?”, se pregunta. “El Partido Comunista chino atribuye la caída de la URSS a Juan Pablo II y a la Iglesia, y piensa que hay que controlarla porque es capaz de destruir el imperio”, comenta.

Por otro lado, el Vaticano ha detectado un crecimiento de fieles católicos en el gigante asiático, donde “hay una náusea hacia el materialismo marxista, pero también hacia el materialismo consumista. Mucha gente busca los valores espirituales, y esto hace crecer la religión. El país que se ufana de ser el más ateo del mundo, con un 65 por ciento de no creyentes, tiene en cambio a un 85 por ciento de chinos que creen en una dimensión sobrenatural. Por tanto, de seguir el actual ritmo de crecimiento de cristianos, según un sociólogo chino que vive en Estados Unidos, en 2035 China podría ser el país con más cristianos del mundo -entre católicos y ortodoxos–, llegando a los 300 millones”.

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