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Moreno se adentra en el territorio comanche de CCOO para su primer cara a cara con Espadas tras los halagos que le dedicó

Juan Espadas y Juan Manuel Moreno se saludan a la entrada de la nueva sede de CCOO.

Antonio Morente

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La inauguración de la nueve sede de CCOO de Andalucía y Sevilla que toma el relevo del histórico edificio de la calle Trajano ponía el escenario, mientras que el morbo (que después se quedó en nada) corría a cargo de un cara a cara político que, se supone, puede repetirse a partir de ahora: el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno (PP), coincidía por primera vez en un acto público con el alcalde hispalense, Juan Espadas (PSOE), al que a inicios de semana ponía por las nubes como su posible contrincante (“un rival con mucho potencial”) para revalidar el cargo. La cuestión no pasó de un protocolario choque de brazos como saludo (tampoco es que se pudiesen esperar grandes cosas, la verdad) en un evento que para Moreno fue poco menos que adentrarse en territorio comanche.

Porque allí le esperaban la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, así como los secretarios generales de CCOO estatal (Unai Sordo), regional (Nuria López) y provincial (Alfonso Vidán), y hubo coincidencia en cargar en contra de cómo gestionó el PP de Mariano Rajoy la última crisis económica. Es decir, que aquello no fue precisamente un paseo por la alfombra roja para Moreno Bonilla en un acto en el que, al final, se vio de pie haciendo los honores al canto de La Internacional, un momento que por cierto sólo vivió puño en alto un veterano sindicalista como Antonio Rodrigo Torrijos.

A la espera del presidente

Pero volvamos a ese frustrado duelo al sol entre Moreno y Espadas, porque al final hubo sol pero no duelo. Y es que hacía su buen calor mientras todas las autoridades aguardaban la llegada del presidente andaluz a pie de calle, fuera de la nueva sede. Moreno bajó del coche e inició una cadena de saludos que despachó rápido y sin mayor ceremonia. El momento de más interés, el cara a cara con Espadas, también fue un visto y no visto: brazos por aquí, dos o tres palabras de cortesía por allá y un último toquecito del alcalde en la cintura del presidente, la única concesión a algo más desenfadado, cuando la fila se deshacía para adentrarse en el edificio.

Y pare usted de contar. Si charlaron durante el recorrido por la nueva sede, ubicada entre las esquinas de Las Razas y Cardenal Bueno Monreal, no quedó constancia para la historia. El turno de palabra también quedó alicorto, porque Espadas no intervino y Moreno lo saludó con elegancia, refiriéndose a él como el alcalde de una ciudad “que es una maravilla”. Después no estuvo tan fino al mencionar la sede en la calle San Fernando de su propio partido, el PP, a la que calificó de “caquita” en comparación con la de CCOO.

El recuerdo a Daniel Barrera

En contraposición a este inesperado arranque de discurso por parte de Moreno, el momento más emocionante de la jornada se vivía con el recuerdo al que fuera secretario de Organización y Finanzas de CCOO de Andalucía, Daniel Barrera, fallecido en 2020 y que fue uno de los impulsores de este cambio de sede. La incontenida emoción de Nuria López al homenajearlo (“si el alma de los edificios lo hacen las personas, esta sede ya tiene alma”) puso un nudo en la garganta a la concurrencia, que respondió poniéndose en pie para aplaudir.

Vidán, López y Sordo hicieron de sus intervenciones otro homenaje, en este caso a los trabajadores y a un sindicalismo que ha sido uno de los motores de la libertad en España. Montero y Moreno se encargaron de resaltar el esfuerzo por un lado del Gobierno central y por otro de la Junta para aportar medidas con las que combatir los efectos de la pandemia. Ambos ensalzaron la necesidad del movimiento sindical para seguir avanzando y todos (menos Moreno, claro está) cargaron sin medias tintas contra la gestión del PP en la anterior crisis económica, que contrapusieron a la que lleva a cabo el Ejecutivo actual.

El presidente andaluz aguantó el chaparrón como corresponde, sin inmutarse. Y se puso en pie con todo respeto mientras se cantaba La Internacional, claro está que sin levantar el puño. Aunque eso, la verdad sea dicha, no lo hizo nadie, sólo un veterano sindicalista llamado Antonio Rodrigo Torrijos.

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