El Lotus desteñido

En un desierto que se extiende hasta donde alcanza la vista, bajo la oscuridad de la noche, cuando la Estrella Polar despliega su mirada, muchos jóvenes que sueñan con dormir en el paraíso europeo se preguntan: 

¿Por qué han dejado la tierra que los alimentaba? 

¿Por qué han dejado a sus padres, que los hicieron crecer como lo hace un jardinero con su Lotus al amanecer? 

¿Por qué se alejaron de sus amigos, con quienes habían forjado vínculos de todo tipo? 

Estas preguntas son comunes a quienes cruzan esta parte del mundo situada al sur del desierto del Sáhara. Entre los países que lo componen, Mali se ha convertido en un campo de batalla, una batalla política donde los vendedores de armas más sofisticadas son tratados como dioses y sus mandatarios, como profetas. 

Mali, país del que el explorador Ibn Battuta dijo: “La sal viene del norte, el oro del sur, la plata de la tierra de los hombres blancos, pero la palabra de Dios, el conocimiento y los cuentos bellos solo los encontramos en Tombuctú”, ha visto cómo este símbolo del islam auténtico era destruido por grupos armados. Destruir Tombuctú fue el inicio de una lucha sin fin cuyas consecuencias se sienten hoy en todos los países protegidos por las alas sahelianas. 

Tres mil hombres, según informaron radios y televisiones, iniciaron la lucha contra la República de Mali, liderados por personas que habían trabajado en la administración pública y en organismos internacionales. Para evitar la conquista total, el gobierno solicitó apoyo aéreo a Francia, con el fin de que las tropas en tierra pudieran actuar. 

¿Por qué Francia? El pensador Cheikh Anta Diop explicaba que el excolonizado se parece al esclavo del siglo XVIII: una vez liberado, se detiene en la puerta sin saber hacia dónde ir. Eso fue lo que ocurrió. Antes de buscar soluciones internas o abrir un diálogo digno de su nombre, Mali depositó toda su confianza en las corporaciones internacionales, como hacen muchos países africanos. Mirar, copiar y pegar lo que diga el maestro. 

El frente se abrió. El canto de las armas se volvió moneda corriente. Muchos perdieron brazos, piernas o cabezas. Los campos fueron quemados, los pueblos arrasados, los huérfanos se multiplicaron. El país quedó en desolación. Sálvese quien pueda. Algunos se vieron forzados a alinearse con los grupos armados; otros no pudieron resistirse a la tentación del dinero. 

¿Pero de dónde sacan estos terroristas sus armas? ¿Quién los financia? 

Una pregunta crucial. Si volvemos la vista atrás, cada vez que Dios envió a un profeta fue para enfrentarse a una autoridad que no respetaba sus normas. La Torá dice que Moisés fue enviado porque el Faraón se había desviado del camino. La Biblia dice que Jesús fue enviado porque los judíos ya no respetaban las Escrituras. El Corán señala que Mahoma fue enviado porque ni judíos ni cristianos cumplían los mandatos divinos. 

De forma parecida, en 2011, cuando los dioses de las finanzas y los negocios internacionales quisieron vender más armas —es decir, matar a más personas—, eligieron a un nuevo Satán: el coronel Gadafi. La OTAN puso precio a su cabeza. El diablo fue abatido, los dioses se instalaron en el desierto y las armas se pusieron en promoción. 

Cuando muchas personas se quejan de la llegada de malienses, nosotros respondemos con la Resolución S/RES/1973 (2011) del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Cuando nos preguntan por qué no vuelven a Mali, respondemos que los países fabricantes de armas están incrementando sus presupuestos militares

Por eso, cuando muchas personas se quejan de la llegada de malienses, nosotros respondemos con la Resolución S/RES/1973 (2011) del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Cuando nos preguntan por qué no vuelven a Mali, respondemos que los países fabricantes de armas están incrementando sus presupuestos militares del 2 al 5 % del PIB. Y no fabrican armas contra animales, ni extraterrestres, ni para alimentar a una población que en su mayoría vive con menos de un dólar al día. Las fabrican para matar personas inocentes que ni siquiera saben cómo se construye un arma. 

No caemos en la falacia de quienes afirman que la OTAN o las potencias armamentísticas se arman para protegerse. Como decía Kwame Nkrumah, “nadie está a salvo si un pueblo está en peligro”. Como prueba, en julio de 2024 las autoridades ucranianas reconocieron haber ayudado a grupos armados en Mali como respuesta al apoyo militar ruso al gobierno maliense. El propio presidente Emmanuel Macron afirmó que “no debemos dejar de ayudar a Ucrania porque Rusia nos ha arrebatado nuestro interés estratégico: África”. 

Sin lugar a dudas, un aumento del 2 al 5% del presupuesto militar, tendrá como consecuencia un aumento de la huida de esta población que no tiene defensa y no sabe defenderse a la vez contra el hambre y las armas. Como consecuencia de las antiguas resoluciones: 

Muchos jóvenes, al igual que un Lotus  

se vieron desteñidos en el desierto. 

África fue fragmentada y  

no se habla del modus operandi.  

Los padres desesperados 

ya no recogen que obús 

Los escritores con miedo 

han perdidos el focus 

Los músicos sin manos 

componen con repelús 

Los jóvenes sin esperanza 

ya no creen en el nimbus 

El país en decadencia  

llama a Horus.