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Definía Gramsci el “sentido común” como la concepción del mundo que tiene la mayoría de la población, asimilada acríticamente y que responde a los intereses de la clase dominante. Sin embargo, el filósofo italiano también reconoce la influencia que tiene la experimentación y el empirismo en el sentido común, de manera que no sería una reproducción simple y automática de la ideología de la clase dominante.
El poder económico consiguió en los años noventa que la creencia de que lo privado era más eficiente que lo público fuera “de sentido común”, un dogma que parecía incuestionable, sobre todo entre las empresas de comunicación. En base a esta premisa ideológica se justificaron todo un proceso de privatizaciones en la gestión de los servicios públicos que llegan hasta el día de hoy.
Sin embargo, el relativo “consenso” que tuvieron las privatizaciones en las décadas de los 90 y 2000 parece que se está resquebrajando en la medida de la que la población ha ido conociendo de primera mano qué significa para el capitalismo “mayor eficiencia”. Y es que mientras las empresas que han asumido la gestión de servicios públicos externalizados han obtenido suculentas plusvalías, la calidad de los servicios y del empleo que allí se genera ha caído notablemente.
Esta realidad ha calado en el “sentido común” y parece que así ha sido comprendido por los partidos que mantienen una posición neoliberal en este tema, pues ya no recurren al dogma de que “lo privado es siempre más eficiente que lo público”. Ahora esquivan la carga ideológica del debate y disfrazan de “argumentos técnicos” su defensa del modelo de gestión privada.
Desde que Zaragoza en Común asumiera el gobierno municipal y pusiera sobre la mesa el debate de la remunicipalización, los partidos liberales del consistorio han atacado duramente esta apuesta del gobierno. Estos partidos acusando a Zaragoza en Común de “politizar” el debate y dicen que hay que estudiar contrato y contrato y valorar bien si de verdad resulta más barata la prestación de un servicio con la remunicipalización. Los mismos que externalizaron y privatizaron a granel ahora piden ser escrupulosos con el proceso inverso y sólo llevarlo a cabo si se acredita que resulta más barato, no importando la calidad del empleo, del servicio que se presta o incluso los riesgos de corrupción que como hemos visto lleva aparejada la externalización.
Todavía no se ha escuchado a ninguno de estos partidos decir que para mantener una externalización hay que acreditar que resulta más barato que mediante la gestión pública, puesto que dan por hecho que “lo normal” es que los servicios públicos estén externalizados.
Sin embargo, lo que para ellos es “lo normal”, cada vez lo es menos para más gente. Y es que constatar las negativas consecuencias que tiene privatizar la gestión de los servicios públicos ha hecho que ya no sea tan “de sentido común”.
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