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El increíble caso de la agresión sin autor de Manchones, el pueblo zaragozano donde el alcalde eligió a los vecinos

La elevada conflictividad vecinal hacen de Manchones un pueblo peculiar.

Eduardo Bayona

Zaragoza —

En Manchones (Zaragoza) lo normal es, si no siempre sí al menos con cierta frecuencia, que ocurran cosas extrañas. Por ejemplo, que un alcalde sea condenado por elegir él a los vecinos manipulando el censo, que otro (ya ex) esté siendo investigado como sospechoso de haberlo hecho o que uno anterior fuera declarado culpable de prevaricación por tratar de impedir, a base de ‘alcaldadas’, que una familia pudiera ampliar la granja de pollos con la que se gana la vida.

Así, que un partido presente en las municipales una lista formada íntegramente por candidatos que han sido condenados, uno por conducir bebido y por manipular el censo, otro por forzar a mujeres a prostituirse, o que el TSJA (Tribunal Superior de Justicia de Aragón) califique de “temerario” el pleito que el consistorio ha mantenido contra el Gobierno de Aragón con los tres últimos alcaldes para tratar de ilegalizar, sin éxito, esa misma granja, genera el grado de perplejidad que genera cuando se trata de esa localidad.

Aunque la localidad no alcanza ni el centenar de habitantes censados, su capacidad de provocar en los tribunales sorpresas con denominación de origen Manchones no está agotada. Ni mucho menos. De hecho, el último episodio de perplejidad acaba de llegar: una agresión sin autor denunciada por la pareja de uno de los denunciados por manipular el censo, en este caso el alguacil C. B. A. Los cardenales y las rozaduras existen, aunque no hay manera de determinar quién los causó.

“Ha quedado acreditado con el parte médico que la denunciante sufrió unas lesiones, pero se desconoce si efectivamente se las causó el denunciado o si por el contrario pudo causárselas ella misma”, señala la juez de Daroca en la sentencia por la que absuelve a, precisamente, uno de los denunciantes del caso del padrón.

“Sabe pegar no dejando huellas”

Los hechos tuvieron lugar la noche del 21 de septiembre, cuando se celebraba en el polideportivo de la localidad una cena de hermandad a la que, entre otros, asistieron la denunciante y el denunciado.

Según la primera, la llamó “panchita de mierda”, la conminó a no meterse en su vida y, acto seguido, la empujó contra una pared, la cogió de las manos y luego la agarró por el cuello. “Sabe pegar no dejando huellas” porque es militar, añadió la denunciante, que aseguró que la pareja del soldado y los hijos de esta son víctimas de malos tratos a manos de este.

La jueza, que dedujo testimonio para investigar en otra causa esas presuntas agresiones, descartó dictar la orden de alejamiento que solicitó la denunciante, algo que en un pueblo del tamaño de Manchones podría haber implicado el ‘destierro’ del denunciado en función de la distancia mínima que se le impusiera.

Esa noche, la pareja del puesto de Cariñena que tuvo que desplazarse a Manchones, del que dista entre 40 y 50 kilómetros que, en función del itinerario, se tardan entre cuarenta y sesenta minutos en recorrer, vio cómo otro vecino se hacía cargo de las escopetas de caza del alguacil a petición de este y “para evitar males mayores”.

“No se descarta que se produjera ella misma las lesiones”

Sin embargo, pese a la denuncia y a los testimonios de cargo del alguacil y del teniente de alcalde, P. P. J., investigado también en el asunto del censo y que asegura que unas semanas antes había visto cómo el denunciado se dirigía con actitud “intimidatoria” a la denunciante en plena calle, el caso de la agresión presentaba lagunas.

Los forenses del IMLA (Instituto de Medicina Legal de Aragón) pusieron de manifiesto algunas de ellas tras explorar a la denunciante: las erosiones en el cuello que relataba no concordaban con su propia versión. “Son más compatibles -señalaba- con erosiones ungueales (producidas por las unas)”. Sí, pero, ¿de quién eran esas uñas? Obviamente, no de la misma persona que, caso de ser cierto, la hubiera estado agarrando por el cuello cuando se produjeron.

“No existen testigos presenciales de los hechos, lo que en este caso es esencial”, indica la juez, que por supuesto conoce “sobradamente” la ·“enemistad manifiesta” que existe entre la pareja del alguacil y el denunciante de la presunta manipulación del censo.

“No se descartan móviles espurios que puedan llevar a la denunciante a incriminar en falso, y ello con el objetivo de conseguir influir en la posición del denunciado en la causa penal señalada”, indica la magistrada, que añade que “no se descarta que se produjera ella misma las lesiones para inculpar” a este y que “luego simulara un estado de nerviosismo”.

La jueza añade otro detalle: eran las fiestas de Manchones, “había mucha gente en el pueblo y sorprende que de haber ocurrido los hechos tal y como describe la denunciante, ella no gritara y nadie viera ni oyera nada”.

Tampoco parece que las acusaciones de violencia de género vayan a tener mucho recorrido. “Mi relación de pareja es buena”, declaró la, quien, en la misma comparecencia, ofreció una versión muy distinta de la que dio la novia del alguacil: “Si la situación persiste, queremos mancharnos a vivir a otro lugar, porque tanto yo como mi pareja sufrimos un acoso y persecución constante por parte del alcalde de Manchones y de algunos vecinos de la localidad”.

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