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“No sabemos por qué el número de mujeres víctimas de violencia fallecidas está aumentando en Francia, Portugal, España, Italia y Alemania”

Helena Leitão es miembro del grupo de expertos el Consejo de Europa que vigila la lucha contra la violencia de género.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

Helena Maria Carvallho Martins Leitão (Lisboa, 1964) se encargaba esta semana de pronunciar la ponencia inaugural de las IV Jornadas sobre Violencia de Género de la Universidad de Zaragoza; pero, además, ha mostrado gran interés por escuchar con atención a todos los demás ponentes. Decía que era una oportunidad única para ella para escuchar de boca de profesionales expertos su opinión sobre cómo se trabaja realmente en España contra la violencia machista. Vigilar cómo se aplica la Convención de Estambul, sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer, es precisamente la función del GREVIO, el grupo de expertos del Consejo de Europa del que Leitao forma parte.

¿Se está cumpliendo, en líneas generales, la Convención de Estambul?

Lo que hemos visto es que cuando los países firman la convención, comienzan a prepararse inmediatamente para adaptar sus leyes. Lo hemos verificado en todos los países que hemos auditado hasta hoy, que inmediatamente se iniciaron grandes modificaciones legislativas en las materias relativas a la comisión de Estambul: los crímenes, la protección de las víctimas... Ese primer momento ya es un efecto positivo de la ratificación de la Convención de Estambul. Después, todos los países son visitados y son auditados a través de sus contestaciones a un cuestionario que enviamos. En esos momentos, los países hacen todo lo posible para adaptar su realidad social, económica, legislativa, política, mediática... a los principios de eficiencia de la Convención de Estambul. Por tanto, creo que hay muchas cosas que se han hecho en estos últimos años gracias a la implantación de la Convención de Estambul que, efectivamente, fue pionera en materia de derechos humanos, de considerar la violencia doméstica y la violencia contra las mujeres como una violación de los derechos humanos. Este es uno de los aspectos muy, muy positivos de la convención.

¿Qué más efectos positivos ha tenido?

Otro es que muchos países que quieren entrar en la Unión Europea intentan adoptar también estos mismos principios para poder integrarse más rápidamente. Lo hemos visto con países de la Europa de los Balcanes, por ejemplo. Con todo, la verdad es que los esfuerzos pueden ser muchos, pero muchas veces la realidad se encarga de desmentir que sean efectivos. Es decir, es verdad que los países intentan cumplir con la Convención de Estambul, al menos los países que hemos visitado y monitorizado hasta ahora. Pero, a la vez, también estamos asistiendo a nivel europeo a un retroceso muy grande en materia de valores, de inestabilidad social, económica, familiar y a todos los niveles... Asistimos, a mi entender, a una vuelta al conservadurismo que se refleja también en estas materias. Por ejemplo, más de 300 organizaciones europeas se han unido para reclamar que se modifique la Convención de Estambul, diciendo entre otras cosas que va contra la igualdad de género y contra el espíritu de la familia porque decían que favorece una doctrina de género. Son determinados activistas que no entienden que existe una construcción de género, por la atribución de diferentes roles sociales a las personas. Hay incluso un país que ha llegado a decir que la Convención de Estambul era inconstitucional por defender la existencia de géneros y no de sexos. Estamos asistiendo, por tanto, en ciertas materias, a un periodo muy confuso de nuestra historia. Veremos cómo evoluciona, pero a pesar de todo pienso que la Convención de Estambul ha sido un instrumento jurídico muy útil: ha tenido efectos incluso en la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, está siendo invocada en todos los tribunales de los países donde ha sido ratificada y ha contribuido para una concienciación muy grande a nivel mediático y social. Esto también es muy positivo, porque lo más difícil normalmente es la evolución en las mentalidades, en la cultura. Sin una educación fuerte, sin casi una revolución en las costumbres y las ideas en estas materias, es muy difícil cambiar las personas y sus comportamientos.

¿Por qué cree que se produce esa vuelta al conservadurismo de la que habla?

Creo que es un problema que viene de la inseguridad económica, de las fronteras, también de fenómenos que se están viviendo en Europa como el auge de los gobiernos de derechas –que son más conservadores en materia de familia-, los movimientos religiosos también tienen mucha influencia, por ejemplo, en Italia... Mi impresión es que todo esto está contribuyendo a que las personas se encierren más en sí mismas y que estén menos abiertas, más recelosas de perder lo que tienen... Todo esto afecta a cómo las mujeres son tratadas y cómo viven su vida.

¿Qué más podrían hacer los estados para evitar la violencia contra las mujeres?

Los países no sólo han cambiado sus legislaciones en materia penal. También se ha hecho mucho, por ejemplo, para mejorar la protección de las víctimas, con la creación de casas de acogida para las mujeres en algunos países. Hay otro aspecto esencial, que tendría que potenciarse mucho más, que es la formación de profesionales que trabajen en contacto con las víctimas. No podemos poner a alguien que no tienen un mínimo de sensibilización o de preparación a recoger la denuncia de una víctima. O no podemos tener en un hospital a alguien que no da inmediatamente prioridad a una mujer que llega herida, con problemas, con sus hijos pequeños... o que no busca un sitio específico para hablar con ella y tratar todos sus problemas. Después, otro aspecto aún más importante que la red penal es articular una colaboración estrecha entre todas las entidades estatales y no estatales que trabajan contra la violencia contra las mujeres. Muchas veces parece que los diversos departamentos trabajan solos, sin articulación... A veces, hacen las mismas cosas; otras veces, no hacen nada. No siempre hay colaboración con la sociedad civil y con las oenegés o no siempre es la mejor posible. Hay muchas cosas que se pueden y se deben hacer en materia de prevención y de protección de las víctimas, antes de llegar a la vía penal y al castigo a los agresores. También ahí, en la prevención, aunque sea la parte más difícil, hace falta invertir dinero, esfuerzos y hacer un trabajo que demora mucho más tiempo. El derecho penal es el último recurso, sólo debería intervenir cuando no hay ninguna otra solución.

Cuando en España se aprobó en 2004 la Ley Integral contra la Violencia de Género, se dijo que fuimos pioneros. ¿Seguimos siendo referentes en esta materia?

Estoy muy interesada en estas jornadas precisamente para escuchar qué pasa realmente en España en esta materia. Hace unos días leí en internet un artículo muy interesante que señalaba a España, frente a Francia y a Italia, como pionera en materia de violencia doméstica y defensa de los derechos humanos de las mujeres. Pero, al mismo tiempo, este año han muerto ya más de 40 mujeres víctimas de violencia de género en España. Es muy complicado. No sabemos muy bien por qué en Francia, en Portugal, en España, en Italia, en Alemania, el número de mujeres víctimas de violencia que han fallecido este año está aumentando; es muy difícil de comprender. Por tanto, no tengo ideas firmes sobre cuál es la situación en España; la situación real será analizada por el GREIVO en octubre de 2020.

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