La ortopedia aragonesa activa su lado más solidario: “Una segunda vida puede cambiarlo todo”
Algunas articulaciones de rodilla, pies técnicos o adaptadores metálicos de Aragón ya no tenían utilidad para los pacientes locales y ocupaban grandes espacios en estantes. En Bolivia, ese mismo material podía significar la diferencia entre depender de la familia toda la vida o recuperar la autonomía. Por ello, entre ambos escenarios, surgió una campaña impulsada por el Colegio Profesional de Ortopédicos de Aragón (CORTOPAR) y la ONG ADATO Elkartea.
La iniciativa nación casi por casualidad, en un pasillo de un curso profesional en Girona. Allí coincidieron Paco Granados, responsable de misiones ortopédicas en Bolivia, y Enrique Huertos, secretario de CORTOPAR.
“La idea surge tras un contacto personal coincidiendo en un evento profesional con Paco Granados. Ya conocía su labor a través de ADATO y le pregunté si podría serle de utilidad los elementos protésicos que disponía sin posibilidad de uso”, explica Huertos.
La respuesta de Granados fue inmediata y afirmativa. El regreso a Aragón fue el punto de partida: “Comuniqué a la junta del Colegio la idea y rápidamente se transmitió a los colegiados”. Y lo que ocurrió después superó expectativas.
Una respuesta profesional que revela una urgencia
En pocas semanas, centros ortopédicos de Zaragoza, Huesca y otras localidades reunieron más de medio centenar de piezas ortoprotésicas cuya valoración supera los 25.000 euros. Un material que, tras una revisión exhaustiva, viajó a Bolivia este mes de noviembre en un contenedor humanitario para ser reconstruido, adaptado y entregado a pacientes sin recursos.
“Estamos muy orgullosos de la respuesta obtenida a pesar de que el plazo era ajustado. Se consiguió un buen volumen de material protésico”, resume Huertos. Pero para él la clave está en el sentido social de su profesión: “Resulta muy difícil pensar que es posible desarrollar una actividad como la nuestra sin que la faceta social forme parte implícita en nuestra labor”.
El proceso no consistió solo en donar cajas, sino que todos los elementos fueron revisados, se les realizó limpieza y ajustes en caso necesario para garantizar su correcta funcionalidad y se desechó aquello que no cumpliera con los requisitos.
“Se trata de coordinar con hospitales locales, prever qué patologías podremos atender y cómo transportar todo de forma segura. Cuando aterrizamos, ya sabemos que tendremos que improvisar, pero también vamos preparados para hacerlo”, sostiene Granados.
Huertos recuerda que, en Aragón, aún hay pacientes que no pueden adelantar el coste de una prótesis pese a que la administración reembolsa la mayor parte. “El mecanismo burocrático es demasiado lento para que resulte eficaz. Con plazos que superan los ocho meses aquí en Aragón”, denuncia.
“Pensar que las articulaciones de rodilla, pies, adaptadores, tubos y resto de artículos que permanecen sin opción de uso pueden solucionar las carencias de estas personas… es muy gratificante”, apunta.
En Bolivia, la diferencia entre caminar o no
Paco Granados conoce esa realidad mejor que nadie. Sus misiones en Bolivia le han mostrado las brechas que separan ambos mundos: “Muchos pacientes llevaban años esperando una prótesis, otros utilizaban soluciones improvisadas y algunos ni siquiera podían desplazarse”.
Tal y como explica, lo sorprendente es que, a la vez, en España “cantidad de material en buen estado queda almacenado o acaba desechándose”.
Esa contradicción fue el origen de esta alianza y la reacción del sector, les emoción. En este sentido, asegura que “ver cómo casi todo un sector profesional se vuelca demuestra que la ortopedia es una familia que responde”.
En Bolivia, una prótesis reutilizada no es “segunda vida”, sino la primera oportunidad real de caminar. “Para alguien sin recursos, una prótesis reutilizada es autonomía, volver a trabajar, ir a la escuela o recuperar dignidad. Cambia vidas de manera inmediata”, añade.
De hecho, para Granados, en estas misiones se aprende que la prótesis no es solo un dispositivo, sino “la posibilidad de retomar una vida”, ya que “allí la gente te mira a los ojos con una mezcla de ilusión y paciencia”. Esto, a su vez, añade que te obliga a trabajar con la “mayor precisión” y con humildad porque “la técnica sin empatía se queda corta”.
ADATO atendió el año pasado a 120 pacientes, 34 amputados, y todas las historias dejan huella. Sin embargo, según recuerda Granados, hay una muy especial: “Una niña operada de cadera nos pidió una ortesis igual para su muñeca. Se la hicimos. Me recordó que a veces ser empático cura más que las pastillas”.
Tarazona también se suma
La campaña ha implicado a ortopedias grandes y pequeñas de todo el territorio aragonés. Una de ellas es Ortopedia Moncayo, en Tarazona, donde Raquel y Joni se han involucrado desde el minuto uno.
“Nos dimos cuenta de que el material que ya no se utilizaba aquí allí tendría muchas posibilidades y por eso decidimos sumarnos sin dudarlo”, afirma ella.
Además, tal y como comenta, “muchas de esas piezas pueden transformar literalmente la vida de pacientes sin recursos en Bolivia”, por lo que es una “responsabilidad” más que una opción.
Para ello, seleccionaron material protésico que estuviera en buenas condiciones para tener una “próxima vida”, como explica Raquel, y esperan ahora que la campaña se extienda a más rincones y con nuevas fechas.
“Nos gustaría no solo que se mantuviera, sino que creciera. Para consolidarla hay que generar conciencia en el sector y contar con buena coordinación logística”, admite, además de reconocer que en próximas ediciones abrirán la posibilidad a los usuarios a donar sus propios materiales para sumarlo a la caja propia y donarlo con destino Bolivia.
Una cadena solidaria que ya mira al futuro
Aunque ya se ha regresado de Bolivia, desde CORTOPAR y ADATO ya piensan en el próximo viaje para dar continuidad a la iniciativa. Según subrayada Granados, aunque el personal de allí hace “lo imposible con lo que tiene”, siguen faltando materiales, formación continua y acceso regular a dispositivos.
“Para muchas familias una prótesis equivale a varios años de suelo. Los centros públicos están saturados y no siempre cuenta con material básico. La rehabilitación depende de la zona, pero en áreas rurales es casi inexistente. Al final, quien no puede pagar… se queda sin nada”, incide.
Por ello, Huertos insiste en que “tenemos la obligación de que todo este material se recupere dándole una segunda vida y una oportunidad a personas vulnerables”.
Con el ánimo de volver a llevar materiales para seguir aportando, ambas entidades animan a los propios pacientes y usuarios de las ortopedias a aportar su granito de arena, ya que “una silla que duerme en el trastero puede cambiar la vida a una persona”.
“Cada pieza que donan se convierte en algo muy grande para otra persona. Cada férula, cada tornillo y cada ortesis donada es un gesto de confianza. Y cuando ves cómo ese material, que aquí ya no se usa, permite que un niño vuelva a caminar o que un adulto recupere autonomía, te das cuenta de que el impacto social es inmenso: es dignidad, es oportunidad y es esperanza”, remarca por su parte Granados.
Lo que está claro es que Aragón ha demostrado que la solidaridad no entiende fronteras. Y que lo que en un estante parecía inservible puede convertirse, a miles de kilómetros, en el primer paso hacia una nueva vida.
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