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Opinión - Ir al grano. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Diez años del ataque legal contra la defensa de los animales

Movilización ciudadana por la absolución de los animalistas detenidos. Madrid, 2011

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A veces nos preguntamos qué importancia tiene recordar ciertos acontecimientos pasados que, aunque llamativos, no parecen tener una incidencia directa sobre el activismo que llevamos a cabo en la actualidad. Yo me planteo esto cada 22 de junio desde el año 2011. Mi respuesta es que conocer y tener en cuenta esos hechos puede mejorar el trabajo que hoy hacemos en defensa de los animales.

En este 2021 se cumplen diez años desde que un día por la mañana el movimiento por la defensa de los animales sufrió una enorme sacudida a lo largo del territorio español. Se trató, de hecho, del mayor ataque en su contra llevado a cabo en el mundo de habla hispana.

Muchas personas que llevan trabajando por ayudar a los animales cinco años o menos no conocen esta historia, que para las personas que la sufrimos es como si hubiera ocurrido ayer.

El mayor proceso contra la defensa de los animales en el mundo de habla hispana

El 22 de junio del 2011, once activistas de las organizaciones Equanimal, de la que yo era codirectora, e Igualdad Animal fuimos detenidos y detenidas por agentes que irrumpieron en nuestras casas a primera hora de la mañana. Otro activista fue puesto en busca y captura. Esto sucedió simultáneamente en las ciudades de Madrid, Vigo y Bilbao.

En mi caso, me interceptaron dos agentes de paisano cuando salía a la calle. Al cabo de una eternidad llegaron más agentes con una orden para registrar mi casa. En ese tiempo mi mente no dejó de barajar cientos de posibilidades de lo que podía estar pasando. Pero todavía no podía imaginar la gravedad del asunto, y tampoco que mis compañeros y compañeras estaban viviendo lo mismo en aquel preciso momento.

En la orden de registro que me enseñaron pude ver la lista de nombres de todas las personas que estaban siendo detenidas esa misma mañana. Con muchas de ellas no había tenido contacto desde hacía años, pero repentinamente había algo importante que nos unía, y entendí que era grave. Nos estaban acusando de la liberación de visones en granjas de Galicia y de formar parte de una organización criminal dedicada a la defensa de los animales, por lo que nos enfrentábamos a grandes sanciones económicas y a penas de prisión.

En los registros de nuestras casas nos quitaron ordenadores, discos duros, cámaras, papeles y muchas otras cosas, tanto nuestras como de otras personas con quienes convivíamos. Con ello perdimos, además, muchísimas horas de trabajo e información. Años después pudimos recuperar algunas de estas cosas, aunque muchas de ellas (especialmente material informático o audiovisual) ya no funcionaban.

Las once personas estuvimos varios días encerradas e incomunicadas en los calabozos de distintas comisarías de policía. Posteriormente, el juez responsable de la instrucción del caso, José Antonio Vázquez Taín, nos tomó declaración en el Juzgado de Santiago de Compostela. En ese momento nos quedó claro que su actitud era de total hostilidad. Durante el interrogatorio mencionó que él provenía de una familia dedicada a la explotación ganadera. Nos expresó muy claramente su antipatía por nuestra causa. Antes de que saliéramos del Juzgado, el juez Taín ya había hecho declaraciones a la prensa en las que nos acusaba de “causar terror”, tratando, de forma muy calculada, de desprestigiar al movimiento contra el especismo que representábamos. En sus declaraciones ya daba por sentada nuestra culpabilidad. Esta versión de los hechos fue repetida sin cuestionar por numerosos medios de comunicación que, en cambio, no se interesaron en nuestra versión.

Tras el interrogatorio, a dos de mis compañeros y a mí nos enviaron a prisión preventiva. No hubo una justificación clara de esta medida, pero ya tenía el titular perfecto para su campaña de deslegitimación de nuestro trabajo. Era la primera vez que se mandaba a una cárcel española a alguien por defender a los animales. Las otras personas detenidas fueron puestas en libertad con la obligación de presentarse en el Juzgado dos veces al mes.

Cuando entré en la cárcel no tenía idea de cuánto tiempo podría estar allí. Al ser la única mujer, estuve separada de mis compañeros. Mi único contacto con otras personas activistas eran las pocas visitas que se permiten y las cartas que recibía de los otros dos encarcelados y de quienes nos apoyaban desde fuera, que nos llegaron de distintas partes del mundo.

Cómo se fraguó el montaje legal contra los animales

¿A qué se debió todo esto? Equanimal e Igualdad Animal eran dos organizaciones que en aquellos años llevábamos a cabo actividades similares en defensa de los animales en el territorio español. Estas incluían, entre otras muchas, mesas informativas y charlas sobre el especismo, protestas contra todo tipo de explotación animal, irrupciones en eventos como pasarelas de moda de la industria peletera o campeonatos de caza, o rescates abiertos (en los que salvábamos a cara descubierta a algunos animales de una granja, con el objetivo principal de mostrar el horror de la vida de los animales dentro de estos lugares).

Una parte de estos trabajos consistía en investigaciones sobre la situación de los animales en lugares como granjas y mataderos. Yo misma había participado en las investigaciones sobre granjas peleteras y granjas de otros animales utilizados para el consumo. Muchos de estos trabajos se difundieron en medios de comunicación masivos como la televisión y los periódicos, con el objetivo de animar a la gente a dejar de participar de la explotación animal. Pero esto siempre resulta incómodo para las industrias dedicadas a la explotación de los animales.

Cuando desde Equanimal e Igualdad Animal empezamos a publicar online imágenes de nuestras investigaciones en granjas de visones, se activó la maquinaria de los lobbies de ganaderos y de cazadores, entre ellos la Asociación Nacional de Productores de Visón. Junto a sectores de la Guardia Civil, movieron hilos para criminalizarnos e intentar acallarnos. El juez Taín defendió la siguiente hipótesis: como habíamos realizado tales investigaciones, se nos podían atribuir las sueltas de visones que habían tenido lugar. Esto era totalmente absurdo. Obviamente, nunca tuvimos nada que ver. Si hubiésemos realizado tales sueltas, no tendría ningún sentido que difundiésemos también imágenes mostrando abiertamente nuestra identidad en las mismas granjas, en nuestro trabajo de documentación de la situación de los animales en ellas.

Asimismo, el grupo de la Guardia Civil que investigó la cuestión defendió otra hipótesis tanto o más descabellada. En su informe se afirmaba el siguiente disparate: que acciones como el rescate de animales de granjas o las protestas para impedir la caza eran actos terroristas. Y se añadía otro sinsentido igual de aberrante: que todas las demás actividades informativas para defender a los animales eran solo maneras de conseguir gente para llevar a cabo dichas acciones.

Parece increíble que estas hipótesis tan delirantes puedan haber sido defendidas y que de hecho nos llevaran a la cárcel, pero así fue, porque había una intención explícita de dañar a la defensa de los animales. Y de hecho, el juez Taín recibió un galardón por parte del sector de la caza para premiarle explícitamente por este motivo.

También nos aplicaron otros términos en su intento de desprestigiarnos, como el de “ecologistas radicales”. No es que me sorprenda que desde la prensa tradicional o incluso la opinión pública en general, en aquellos tiempos, nos confundieran con ecologistas. Creo que gracias a nuestros esfuerzos durante años por dejar clara la diferencia entre el ecologismo y el antiespecismo, hoy en días más personan saben que nada tiene que ver una cosa con otra, e incluso en muchas ocasiones sus reivindicaciones son opuestas.

Pero es de destacar que después de habernos incautado nuestros ordenadores y material informativo, después de haber intervenido nuestros teléfonos durante años, la Guardia Civil no hubiera entendido esta diferencia al leer nuestros múltiples documentos que hablaban del tema. Lo mismo puede decirse de los delitos de los que nos acusaban. ¿Quizá sus ojos sólo se paraban sobre fragmentos de información que pudieran construir una realidad falsa, en un intento de demostrar nuestra culpabilidad? Es posible, y aún así, no lo consiguieron.

La campaña de solidaridad

Desde el primer momento en que se produjeron las detenciones, gran cantidad de activistas empezaron a movilizarse en nuestro apoyo. La noticia corrió por internet como la pólvora y se organizaron eventos reivindicando nuestra libertad y el archivo de la causa en ciudades como Madrid, Barcelona, Santiago de Compostela, Vigo, Bilbao, Vitoria, Donosti, Sevilla, Málaga, Huelva, Granada, Zaragoza, Palma de Mallorca o Valencia, entre otras.

No solo eso: la campaña a nivel internacional en solidaridad con 'The Spanish 12', como así se nos llamó, llegó a múltiples países. Se realizaron actos de protesta y solidarios en más de 20 países de 4 continentes, como Argentina, Chile, México, Perú, Venezuela, Colombia, Italia, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Portugal, Holanda, Francia, Bélgica, Polonia, Alemania, Austria, Finlandia, Croacia, Eslovenia, República Checa, India, Australia o Nueva Zelanda.

El abogado especializado en derecho animal Daniel Dorado, del Centro Legal para la Defensa de los Animales, asumió el caso desde el minuto uno, trabajando incansablemente junto con otros abogados contra este montaje legal. Gracias a su esfuerzo, al cabo de tres semanas nuestro recurso contra el auto de prisión fue aceptado, y las tres personas encarceladas quedamos en libertad.

Pero la pesadilla no terminaba ahí. El caso seguía en proceso de instrucción. Durante los años siguientes, nuestro futuro continuó pendiente de un hilo. Activistas de distintas organizaciones y a nivel personal trabajamos en conjunto para combatir esta injusticia. Organizamos charlas, creamos páginas web sobre el caso, dimos declaraciones de prensa para tratar de contrarrestar la campaña de desprestigio que se había creado contra quienes defendíamos a los animales.

Finalmente, el absurdo de todo el montaje se hizo evidente cuando le tocó asumir el caso a una jueza de instrucción distinta, la magistrada Margarita Guillén. Esta lo archivó, pues ninguno de los indicios e informaciones aportados por los lobbies de explotación animal y la Guardia Civil pudo demostrar las descabelladas hipótesis empleadas por el juez Taín. 

Esta decisión de la jueza de instrucción fue recurrida por las acusaciones ante la Audiencia Provincial. El tribunal desestimó el recurso y manifestó que la entrada en granjas con el objetivo de documentar la situación de los animales no puede ser considerada un delito.

Esto fue el fin del caso, pero nadie nos puede compensar por el enorme daño causado.

La necesidad de aprender de la historia de la defensa de los animales

Lo que nos pasó a los activistas en defensa de los animales en el territorio español no fue un caso aislado. En otros países del mundo han tenido lugar casos semejantes, incentivados por quienes no quieren que cambie la situación actual de los animales. 

Pocos años antes había sucedido un caso similar en Austria, donde 13 activistas fueron detenidos por su trabajo contra la industria peletera. En su caso tampoco hubo finalmente condena, y además se consiguió sacar a la luz el trabajo encubierto por parte del Gobierno para crear pruebas falsas contra los activistas y ocultar pruebas exculpatorias, así como las grandes cantidades de dinero que se destinaron a investigar a activistas e infiltrar agentes entre ellos y ellas. Asimismo, en países como Australia, Canadá y sobre todo Estados Unidos se han ido creando leyes para limitar el trabajo en defensa de los animales, prohibiendo la difusión de imágenes de lo que sucede en el interior de las granjas para hacer pública esta realidad (como la AETA en Estados Unidos). Y en Colombia, activistas antiespecistas han sido amenazados de muerte por grupos paramilitares, con el apoyo de parte de la clase política.

Nada impide que en el futuro nos enfrentemos a iniciativas semejantes de personas que busquen frenar el impacto de nuestro trabajo. Este es un motivo por el que es importante recordar esta historia. Las nuevas generaciones que se sumen a la lucha en defensa de todos los seres sintientes deben saber lo que esto implica en cada caso, y a qué riesgos nos enfrentamos. De ese modo se podrán tomar mejores decisiones con el objetivo de ayudar a los animales. En definitiva, hemos de aprender de nuestra historia.

Nuestro paso por la vida supone un soplo frente a todo el tiempo que queda en el que seguirán existiendo seres sintientes. Por eso conviene pararnos a pensar un poco qué es lo más efectivo que podemos hacer con el tiempo que dediquemos a reducir el sufrimiento en el mundo, no a corto sino especialmente a largo plazo, teniendo en cuentas nuestras posibilidades y circunstancias.

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