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La expedición WOPeak cuelga el campo 3 a 5.800 metros en la vertiginosa pared Sur del Paiju Peak

Iñurrategi, Vallejo y Zabalza en el campo 1 del Paiju Peak.

Suena el móvil. Es el teléfono satélite desde el campo 2, a 5.500 metros aproximadamente, en un nevero de la Cara Sur del Paiju Peak, una montaña colosal de 6.610 metros en el Karakórum. Es Mikel Zabalza, el navarro de la cordada que completan Alberto Iñurrategi y Juan Vallejo. Su voz suena bien, optimista. “¿De verdad se mantiene el parte de buen tiempo hasta el sábado?”. Mikel habla con frases rápidas. Hay que ahorrar batería para que el Thuraya aguante los 12 días que calcularon para hacer cima y regresar, y que empezaron a contar desde el lunes 19.

Acompañados por el cámara David Maeztu, Iñurrategi, Vallejo y Zabalza, cargados con los últimos kilos de material, salían el sábado 19 del campo base (3.400 metros) del Paiju Peak e iniciaban así el intento de llegar a su cima (6.610 metros), por el vertiginoso pilar que destaca en su cara Sur, trazando una vía nueva para los mapas del alpinismo. Escalada alpina en el Karakórum: escalada muy técnica, acrobática, buscando fisuras, grietas, puntas de roca que les permitan ascender hasta el final de esa aguja rocosa de unos mil metros de altura para superar después, con crampones y piolets y las fuerzas que les queden, los 600 metros de mixto, hielo, nieve y roca, que llevan a la cima de la montaña.

El sábado llegaron al Campo 1 (5.200 metros), tras la ya familiar pedrera rompepiernas de 1.800 metros de desnivel y el domingo, cargados de nuevo “como mulas” ascendieron al Campo 2 a unos 5.500 metros. Agotados. Hasta ahí habían equipado anteriormente la pared con una cuerda para restarle días al intento, no jugársela con la cambiante meteorología de la zona y lanzarse a escalar “a saco” en esa parte alta y majestuosa, inexplorada del pilar de roca que sujeta la cima de hielo de la montaña.

“El lunes avanzamos muy poco. Nos encontramos con mucho hielo por encima del campo 2; pasamos por fisuras taponadas de hielo, chimeneas muy lisas con hielo malo donde apenas podíamos agarrarnos. La escalada en hielo es extenuante, técnicamente difícil e inestable. Que yo recuerde, son de los largos de escalada más horribles que he visto en mi vida”. Lo dice el actual director del Equipo español de Jóvenes Alpinistas, autor de innumerables aperturas y un currículum de vértigo.

“El martes”, prosigue Zabalza, “hemos llegado al campo 3, que estará entre los 5.700 y 5.800”. Debido a los cambios en la presión barométrica el altímetro da variaciones que llegan a los 150 metros en un mismo punto. En otras montañas, el histórico de las numerosas expediciones suple el problema. “Hemos hecho 5 largos de escalada en roca muy verticales. Esa parte alta de la pared es muy vertiginosa y no había una sola pequeña repisa para las reuniones; las hemos hecho en estribos, todo el tiempo colgados. Mañana trasladaremos el campo de los 5.500 a esos 5.800 metros y el jueves y viernes intentaremos llegar al final del pilar”.

No hay tiempo para más. “Cierro el teléfono. En dos días mandadnos otro parte meteorológico”. No hay tiempo para explicar el laborioso trabajo de artesano que implica ascender esa colosal pared sur en estilo “cápsula”. Ascender durante horas y días por la pared, metro a metro, a 20 metros por hora, colgando en el vacío, tratando de que no se te escapen los estribos, hundiendo las clavijas en incómodas posiciones. Estar colgado durante horas en el vacío, a miles de metros, sostenidos tan solo por unos clavos metálicos, cuya seguridad depende de tu pericia al encajarlos. Escalar un largo tras otro, abriendo vía en este caso, y equipándolo con una cuerda fija; bajar al Campo a dormir, escalar de nuevo al día siguiente y así sucesivamente ganando metros en la pared hasta encontrar un punto al que trasladar el campo. Desmontar todo, subirlo por la pared y vuelta a montarlo, a asegurar todo el material para que nada caiga al vacío. Todo medido. Todo calculado. Un trabajo minucioso, de esfuerzo y paciencia.

David Maeztu, el cámara, ha bajado al Campamento base para recargar baterías y enviar algunas imágenes. Una de ellas muestra la noche estrellada del Karakórum sobre la tienda donde descansan los tres escaladores de la expedición WOPeak. Sobre la tienda, la silueta sobrecogedora de la pared sur del Paiju. Sebastián Alvaro dice de ella que es hermosa como una catedral. “La parte de arriba de la pared sirve de sujeción a su cumbre de hielo, pero la parte de abajo es una catedral, llena de agujas y arbotantes que sujetan la parte de arriba”.

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