El pan nuestro de cada guía
Es cierto que existe un auge en la escalada enorme; cada día vemos a más personas que se aficionan a este deporte o forma de vida, según los casos, al que se adhieren multitud de deportistas y adeptos de todas las edades. Este fenómeno se observa con facilidad en cualquier visita a los rocódromos —nuestras urbanas escuelas de escalada— o en cualquier escapada al monte, donde tenemos ocasión de ver, las antes algo más salvajes paredes, ahora atestadas de hordas de personas ansiosas de probar nuevas sensaciones.
Lo que llama la atención, sensiblemente, es el hecho de que no exista un crecimiento parejo. Que no haya, en definitiva, una relación justa entre el pequeño David y el inmenso Goliat en la forma del aumento de la práctica deportiva, donde David sería el raquítico desarrollo y profesionalización del sector.
Mientras la escalada protagoniza una expansión sin precedentes, la profesionalización del sector, desde mi humilde punto de vista, se está viendo, cuanto menos, desatendida, al borde de ser aplastada por su propia expansión, en forma del pisotón de un gigante Goliat.
Entre otras variables, parece que las condiciones laborales del sector ayudan a que esta situación se agrave. Es difícil encontrar a muchos profesionales que vivan única y exclusivamente de guiar o, en su defecto, de entrenar deportistas.
Antes, cuando queríamos sacar algún dinerillo haciendo algo que no fuese muy costoso, nos pasábamos el verano como socorristas, camareros, monitores de ocio y tiempo libre, etc. Teníamos 18 años, la mayor parte de nosotros vivía con sus padres, pero sacábamos “un extra” para pagarnos el carnet de conducir, salir los fines de semana, algún viaje con amigos… Ahora, el trabajo temporal mientras buscamos una dedicación que nos pueda mantener de una manera digna parece ser la de profesor/técnico o guía de escalada.
Casi todos los profesionales que conozco —que hoy por hoy son unos cuantos— viven de la escalada y de algo más o viceversa. Algunas fórmulas frecuentes que he venido observando (no pretendo recoger todas las opciones ni atender a casos particulares) serían, a grandes rasgos, tres casos frecuentes:
- Trabajo principal ajeno a la escalada + fines de semana esporádicos o viajes coincidentes con períodos vacacionales. La fórmula parece funcionar porque, al hacerse esporádicamente, uno encuentra que el trabajo se asemeja al tiempo de ocio. Aun estando trabajando, uno puede decirse a sí mismo: “estoy haciendo algo que me gusta”. Si lo repites con la suficiente convicción, podrías llegar hasta a creértelo.
- Trabajo en rocódromos (cuenta ajena) + impartir formación/cursos de escalada o guiar en los huecos libres que deja el trabajo principal. Al final de mes, casi te puedes pagar el alquiler de tu vivienda con esta fórmula, pero tiene la contrapartida de que dispones de entre poco y ningún tiempo libre. Claro que, como en el punto anterior, nos gusta lo que hacemos; el tiempo libre tampoco es tan importante.
- Cursos, guiajes “full time” o entrenamientos (el autónomo inquebrantable) + community manager/influencer. Este puede ser un devoto pagador de buenas sumas a Instagram, de modo que el algoritmo nos posicione bien arriba y podamos exponernos y hacer pública nuestra vida privada en aras de un mayor crecimiento de clientes potenciales.
En esta última categoría encontramos de todo, desde gente que son buenos profesionales y han apostado por el escaparate de las nuevas tecnologías o no, y aún viven de su buen hacer y del boca a boca, hasta verdaderos vendedores de humo.
Pero, en general, el mejor profesional raramente dispone del tiempo/ganas de pasarse muchas horas al día dando consejos al público de las redes acerca de cómo mejorar sus vidas gracias a la escalada. El gurú-escalador es una figura cada vez más presente en las redes y, ¡sorpresa! no augura una mayor profesionalización del sector.
En la segunda categoría, encontramos a todo ese grupo profesional que pugna por ganarse la vida exclusivamente por medio del ejercicio de la profesión como técnico de escalada, mayormente por cuenta ajena, pero que encuentra dificultades para equilibrar su tiempo de ocio, sus ingresos/gastos y la estabilidad general. Este fenómeno es ampliamente observable en los centros de escalada, donde encontrar un buen profesional de la escalada que trabaje en el mismo centro dos años escasea, más de cinco es más bien raro y dar con alguno que supere una década en el mismo centro nos podría poner en aviso de que tal vez hayamos dado con una rara avis, en peligro de extinción. Cuidadla y conservadla, porque no podemos saber cuánto tiempo más sobrevivirá.
Parece ser que el tiempo libre, al fin y al cabo, no es tan irrelevante. Lo que nos lleva a que encontremos con frecuencia personal en prácticas o con relativo poco rodaje, impartiendo las formaciones o llevando a los grupos de entrenamiento de un roco, o guiando por poca pasta los fines de semana, muchas veces sin titulación. En cuanto puedan, levantarán el vuelo, quizás hacia otros sectores profesionales más estables, quizás hacia el mundo del guía a tiempo completo, aunque esta es otra historia de la que podríamos hablar largo y tendido en otro lugar, porque encontramos personas de dudosa vocación y menor preparación saliendo a guiar por precios acordes al servicio que ofrecen.
A guiar uno no aprende de un día para otro. Se requieren muchas horas de vuelo previas como deportista, para luego formarse como un buen profesional, pero, como decía, este no es el tema que nos atañe aquí y ahora.
Uno de los problemas derivados de esta situación estriba en que todo ello tiene un impacto directo sobre la profesionalización del sector de la escalada, o mejor expresado, sobre la no-profesionalización del sector.
Fundamentalmente, el mensaje que estamos mandando a nuestros técnicos de escalada, en el mejor de los casos, es que se busquen otros trabajos para complementar, lo que necesariamente resta importancia y valor a nuestra profesión e inevitablemente desplaza a los que van adquiriendo más experiencia hacia otras órbitas laborales.
Algunos podrían argumentar que siempre existe la opción de progresar o “escalar” en la profesión en general o en la empresa en particular, pero esto no siempre es beneficioso. Quiero decir: un excelente profesor no necesariamente tiene por qué ser un gran coordinador, o un gran entrenador; tener que necesariamente “ascender” a un puesto como responsable del desarrollo de programas del roco, puesto en el cual casi todas las habilidades que le hacían un excelente profesional están completamente fuera de su ámbito de aplicación, no parece ser un gran progreso. He encontrado, a lo largo de mi carrera, algunas personas que han alcanzado, para desdicha de todos, un puesto en el que son incompetentes.
He tenido la suerte (o la desgracia), según se mire, de dedicarme a algo que amo con abnegación. Lo que me ha brindado grandes momentos, pero no soy tan ingenuo como para no ser consciente, echando la vista atrás, de que todos los profesionales del sector hemos tenido que vernos, antes o después, confrontados con que nuestra vocación docente y amor por la escalada en algún lugar del camino se han tropezado con una forma de vida nómada, de poca estabilidad y, en general, con condiciones laborales precarias y poco ajustadas a la responsabilidad asumida.
Compartir la escalada, acompañar a deportistas y a futuros profesionales en sus formaciones, en la progresión de sus carreras, en la consecución de sus objetivos, hacer cumbres juntos, volar desatados… Todo esto evoca tantos momentos exultantes que casi, casi, prácticamente olvido a ratos que ha sido y es una profesión para mí y para muchos de mis colegas, amigas y amigos. Una profesión, cabe decir, extremadamente incierta. Y es que, cuanto más amamos las cosas, más fácil es que hagamos sacrificios en su nombre y, paradójicamente, así contribuyamos a dificultar su desarrollo y profesionalización.
Me gustaría invitar a los profesionales del gremio de la escalada a una tarea conjunta de reflexión y definición de unos parámetros sostenibles en los que nos podamos mantener a flote. También cabe invitar a esta reflexión a los deportistas, gestores y usuarios de centros deportivos, a personas que son entrenadas o les gustaría serlo, y a cualquiera, en fin, que quiera o pueda verse vinculado con un profesional del ámbito de la escalada.
Si te has sentido identificado con alguna de estas líneas o reconoces parte de tu realidad en ellas, me encantará seguir conversando. Puedes compartir este texto, comentarlo en tu entorno o hacerme llegar tu experiencia; solo poniendo estas cuestiones sobre la mesa, con calma y espíritu crítico, podremos ayudar entre todos a construir una profesión más digna y sostenible.
Iván Paredes Candil es Guía de Escalada (TD3) y entrenador especializado en rendimiento para escaladores. Combina más de veinte años de experiencia en montaña con diez dedicados a la docencia técnica y al entrenamiento basado en datos. Es formador habitual en contenidos de técnica, seguridad y metodología del entrenamiento en grados de técnicos deportivos de escalada, y desarrolla su actividad como guía en diversas zonas de España y en destinos internacionales.
Climbing in Spain
Instagram: @climbing_in_spain
Web: https://climbinginspain.com/
Iván Paredes (Climbing Coach: entrenamiento basado en datos para escaladores)
Instagram: @ivan_paredes_climbing
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