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“La visión del pueblo catalán parando al ejército español en julio del 36 es tan mítica como falsa”

El escritor madrileño Lorenzo Silva. | JOSÉ A. COBREROS

Rubén Alonso

El escritor Lorenzo Silva (Madrid, 1966), a través de su último libro 'Recordarán tu nombre', expone una realidad de la sublevación militar en Barcelona del 19 de julio de 1936 contra la República “al margen de tópicos, de ideas preconcebidas y de simplificaciones ideológicas”. Se trata de “una novela sin ficción sobre un héroe injustamente olvidado: el general de la Guardia Civil José Aranguren que hizo que el Golpe del 36 fracasara en Barcelona al negarse a colaborar con el alzamiento”.

Pone de manifiesto que la responsabilidad de la salvación de la Generalitat en el 19 de julio de 1936 a un general gallego de la Guardia Civil, “rompe esa visión mítica del pueblo catalán parando al ejército español”. El autor, que presentará su obra en la Librería Estvdio de Santander este jueves 15 de junio a las 19.30 horas, asegura que se ha hecho “un esfuerzo denodado” para que el protagonista “quedara enterrado”. Apunta que su historia “no interesaba ni a los vencedores, ni a la Guardia Civil, ni a la memoria republicana más convencional, ni a la memoria histórica catalana”.

¿En qué contexto se enmarca la historia de 'Recordarán tu nombre'?

Se enmarca en la España de 1875, el año en el que nace José Aranguren, protagonista de la historia, hasta que fue fusilado en 1939. Además, no solo cuenta la historia del personaje hasta su muerte, sino también sus consecuencias para los suyos y, en cierto modo, las de esa cadena desafortunada de acontecimientos que se producen en España desde las postrimerías del siglo XIX hasta 1939. No solo truncan y resuelven la vida del protagonista, sino que también truncan y resuelven durante bastante tiempo la vida del país.

He querido hacer una historia que no se limitara al episodio central, que es la sublevación de 1936, sino que ayudara -porque la biografía de este hombre me lo permitía- a entender cómo se gestó ese desastre. No surgió de forma espontánea porque unos decidieron echarse al monte. Hay tantas teorías como bandos ideológicos. Algunos creen que todo empezó porque los revolucionarios marxistas se echaron al monte y otros porque los militares sublevados se levantaron de un día para otro. Al final, todo eso tiene una aceptación mucho más larga, es el fruto de la descomposición de un país -mal gobernado, mal dirigido y terriblemente injusto- y yo intento que la vida de este hombre me sirva para contar esta historia. Este es su valor, permite entender este proceso al margen de tópicos, de ideas preconcebidas y de simplificaciones ideológicas.

¿Cuáles son esos tópicos de los que habla?

Muchos. Primero, la Guardia Civil es un cuerpo alineado con los sectores conservadores y reaccionarios de la sociedad española, es lo que piensa mucha gente. En absoluto. El 18 de julio de 1936 no lo fue y tampoco el 14 de abril de 1931, en el que, por ejemplo, este hombre que era coronel de la Guardia Civil, cuidó de que la República se proclamara en Madrid sin ningún tipo de percance. Además, en el 36, tanto él como la mayoría de los integrantes del Cuerpo se mantuvieron fieles a la República. Ese tópico se sigue manteniendo y estos acontecimientos históricos lo desmienten de manera rotunda.

¿Un tópico sobre la Guerra Civil?, que empezó por un alzamiento de militares africanistas que se sublevaron contra la República y hay quien dice que lo hicieron porque no había más remedio, porque el país estaba sumido en el desgobierno. Aranguren era un militar tan africanista como los demás, que había estado en Marruecos, los conocía a todos y no se sublevó. Era un general con una hoja de servicios impecable y con un historial de 40 años de servicio al Estado y a la patria en posesión de todas las condecoraciones y no vio necesario el alzamiento. Entendió que la República presentaba un orden legal al que tenía que seguir sirviendo y se mantuvo leal a él. Como él, otros muchos.

Asegura que descubrió “uno de los momentos más heroicos y trágicos de la historia”. ¿Cómo fue ese proceso?

El descubrimiento fue cuando preparaba otro trabajo. Lo bueno de escribir un libro es que te lleva a otros lugares que no esperabas. Me encontraba preparando un libro que se llamaba 'Sereno en el peligro', una especie de ensayo histórico sobre la Guardia Civil. No es exactamente una historia, sino una tentativa de interpretar cuál es valor histórico de este Cuerpo, cuál ha sido su papel en la España contemporánea y tratar de entender por qué 173 años después sigue existiendo.

¿Por qué cree usted que sigue existiendo?

Por resumirlo, la Guardia Civil creo que fue fundada en 1984 con una cultura institucional muy sólida y muy moderna, y es así porque es clásica a la vez. Creo que los principios a los que se acoge la Guardia Civil entroncan con esa antigüedad clásica que recoge, por ejemplo, un Cervantes en El Quijote. Estamos hablando de la ética aristotélica, socrática y casi del estoicismo, es decir, ideas universales muy antiguas y que, al mismo tiempo, son muy modernas y que permiten que los guardias civiles, 173 años después, sigan prestando un servicio a la sociedad española donde más hay que prestarlo y donde es más complicado. Pensemos en lo que están haciendo ahora mismo en torno a la corrupción, asumiendo una responsabilidad y unos costes importantes que acreditan que es gente que no se arruga y que sigue un código ético y de honor muy sólido. Ese es el gran valor.

Volvemos al trabajo de documentación.

Sí, cuando estaba trabajando en ese libro, me pareció que más que intentar hacer consideraciones abstractas -como esta que te acabo de hacer-, había que ilustrarlas. Para ello, había que utilizar historias concretas y, en ese momento, me topé con la de este hombre, Aranguren, mencionado brevemente en dos o tres libros. Me llamó la atención principalmente el momento de su ejecución. Le fusilan sentado en una silla porque era un hombre de 64 años convalenciente de un accidente de tráfico que no se podía tener en pie. La imagen me pareció terrible y oprobiosa, sobre todo para un hombre que había sido durante 45 años un servidor leal al Estado. Este le condenó como rebelde en un proceso absolutamente esperpéntico, con testigos falsos y sin concederle casi el más mínimo derecho a la defensa. Me llamó la atención esta estampa y quise ver que había debajo. El libro surge de la necesidad de saber quién era este hombre, por qué hizo lo que hizo y qué valor y significado tenía su comportamiento en el contexto de esa historia en particular, y como forma de iluminar la historia contemporánea de España.

Afirma que se trata de un “acontecimiento olvidado por todos”. ¿Cuál cree que es la razón? ¿Casualidad?

No, hay olvidos que pueden ser fruto del descuido, pero este es un olvido fruto del ahínco. Se ha hecho un esfuerzo denodado para que este hombre quedara enterrado. En el caso de los vencedores, porque desmonta en buena medida su discurso, la necesidad de sublevación. Aranguren, que era un hombre de orden, en modo alguno consideraba que la República supusiera un desorden revolucionario. No lo era. Uno oye ciertas cosas últimamente... En el Gobierno de la República del 18 de julio del 36 no había ningún marxista y en el Gobierno de la Generalitat del 19 de julio tampoco. Las fuerzas de seguridad seguían persiguiendo todos los delitos, incluidos los que se producían desde las filas revolucionarias. La peripecia de este hombre deja muy claras estas cosas.

En el caso de la memoria republicana más convencional, que siempre se ancla en una cierta mitología revolucionaria, un general de la Guardia Civil tampoco le viene muy al pelo, no es un personaje que haya que reivindicar para ellos. Sobre todo cuando es un personaje totalmente apolítico, de orientación más bien conservadora, pero muy abierto, muy flexible y católico practicante.

Por su parte, después de que Aranguren fuera fusilado como rebelde y tras haber intentado Franco rehacer el Cuerpo a su imagen y semejanza, para la Guardia Civil la figura de Aranguren no tenía ningún lugar. Posteriormente, el paso del tiempo lo ha ido enterrando en el olvido y muchos guardias civiles no saben ni quién era.

Finalmente, en el caso de la memoria histórica catalana, tampoco es un personaje interesante puesto que cargar una parte importante, tal y como se puede afirmar y demostrar, de la responsabilidad de la salvación de la Generalitat en el 19 de julio de 1936 a un general gallego de la Guardia Civil, rompe esa visión mítica del pueblo catalán parando al ejército español. Tan mítica como falsa, no fue eso lo que ocurrió. El ejército español fue derrotado por las fuerzas de seguridad españolas a las órdenes de la Generalitat.

Manifestó en una entrevista que el protagonista de la historia le recordaba a su abuelo materno que fue guardia de seguridad expulsado del Cuerpo. ¿Cree que habrá lectores que también vean reflejados a sus familiares en Aranguren?

Sin ninguna duda. Mi abuelo estaba en una comisaría de Madrid y como él había otros 200. Ellos estuvieron durante toda la Guerra intentando hacer su trabajo en condiciones muy difíciles y tratando de mantener la seguridad y de salvar vidas en una ciudad que estaba asomada al frente de batalla. A ninguno de ellos se les pudo probar ningún crimen, ni ejecución, ni nada parecido. Eran policías que no hacían eso, y el premio para todos ellos fue expulsarlos de una patada en el 39 y dejarlos en la indigencia, a ellos y a sus familias.

Salvando las distancias, ¿considera que hace falta gente actualmente en España con un perfil similar al de Aranguren?

Creo que sí, esa gente siempre hace falta. Gente con principios, con espíritu de servicio, de sacrificio a los demás y que se lo crea. Es la única que nos defiende frente a ciertas fuerzas oscuras que también están presentes en cualquier sociedad. Desde la indecencia política de algunos representantes de la ciudadanía en la democracia, que al final solo se representan a sí mismos, hasta toda una serie de realidades que solo puedes combatir si tienes gente concienciada de que esa sea su función y que esté dispuesta a sacrificarse en el ejercicio de ese papel.

La memoria histórica está muy presente en el debate político actual de nuestro país. ¿Qué opinión le merece su tratamiento?

Siento que a veces el debate se simplifica de una manera intolerable. Creo que apostar por el olvido es una frivolidad, nada se construye con él. No es tiempo tampoco de rencor. Yo intento practicar una memoria histórica no basada en el rencor pero, desde luego, que rechaza tajantemente la desmemoria frente a historias como esta. Historias de dignos servidores de su país que fueron triturados por una victoria cruel e injusta de alguien que decidió declarar enemigos a la mitad de sus compatriotas. Eso no se puede olvidar. Pensemos que Aranguren a día de hoy sigue siendo un rebelde condenado como reo de rebelión militar. No se le ha rehabilitado jamás. Se le amnistió en el año 77 como a todos, pero la amnistía es para los delincuentes y él no cometió ningún delito. Los que lo hicieron fueron los jueces que lo condenaron con pruebas falsas. Esa sentencia debería estar anulada y no lo está, ahí sigue y nadie se ha molestado nunca en revocarla.

Terminado este libro, ¿qué proyectos tiene para el futuro?

Yo siempre estoy en algo. Cuando estoy hablando de un libro ya estoy en otro. Ahora estoy con uno de no ficción del que no puedo decir gran cosa porque saldrá en otoño y no lo hago solo. En cuanto termine este, volveré a trabajar en uno de cuentos y en una novela de Bevilacqua y Chamorro, los personajes de la serie policíaca que mantengo desde hace casi 20 años.

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