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Opinión - Pedir perdón y que resulte sincero. Por Esther Palomera
Sobre este blog

Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Tengo miedo

Veintiséis estados de EE.UU. no acogerán refugiados sirios por el ataque de París

Carmen Castillo

Tengo miedo. Cada vez que recibo en el móvil una nueva notificación sobre el devenir internacional tras el atentado de París, tiemblo. Los peores presagios se han hecho realidad. Rusia y Francia bombardean conjuntamente Siria mientras Kerry se reúne con Hollande, y por su lado, la Unión Europea activa el artículo 42.7 del Tratado mediante el cual los países miembros se comprometen a prestar ayuda militar y asistencia con todos los medios a su alcance al país amenazado. Los teléfonos de los principales despachos guardan secretos que a los ciudadanos de a pie se nos escapan, o concretamente, se nos ocultan.

Lo que sí sé es que los medios de comunicación se han unido a la campaña y me empachan con sus artículos belicistas, esas palabras que sólo quieren hacerme ver que la cultura occidental está en peligro, y que por ello, esta guerra está justificada. ¿Realmente era necesario bombardear una ciudad entera con civiles inocentes? ¿No hay otro modo de combatir el terrorismo yihadista cuando precisamente nos hallamos en la sociedad de la información y el control? ¿De verdad que esas personas, que han sufrido el horror del ISIS de cerca, son menos importantes que los parisinos? Tan sólo un día antes de esta masacre se produjo un doble atentado suicida del Estado Islámico en los suburbios de Beirut, Líbano, con un saldo de 41 muertos y decenas de heridos graves. ¿Lo han escuchado? En este contexto hay también clases sociales cuando hablamos de víctimas y verdugos.

Fui la primera que enmudeció ante el televisor con los atentados en la capital gala, que sentí de cerca el frío metal del peligro, que tembló ante la barbarie y la amenaza. Pero no por ello acepto que maten a más personas inocentes, cifras e imágenes que se nos ocultarán para no hacernos pensar en ello, para adormecernos, para validar su postura igual de inhumana que la de los terroristas que combaten. Nos encontramos ante un desafío, el riesgo realmente existe, pero no creo que nos estén contando toda la verdad, ni que un nivel de terrorismo de este grado se orqueste por chavales que no sobrepasan la treintena o por radicales encerrados en una cueva en medio del desierto.

Siento también pena. Pena por todos esos refugiados que huyen de la matanza pero que están siendo señalados, repudiados, rechazados. Qué pronto olvidamos nuestra propia historia. Dolor por los cientos de miles de musulmanes que ven cómo la losa de la culpabilidad les cae sobre sus cabezas sin poder ni siquiera defenderse. Sufrimiento al contemplar un mundo cada vez más racista, más segmentado, más injusto.

Tantos años estudiando los horrores de la Segunda Guerra Mundial, tanto tiempo pensando que las democracias habían aprendido la lección, y tristemente me encuentro con una historia repetida. Con intereses, con mentiras, con manipulación. Aviones que estallan y desaparecen, aunque sólo Rusia haya reconocido, cuando se ha unido a la ofensiva, que el suyo fue un atentado (¿por qué justo ahora?), movimientos políticos extraños, objetos militares (o basura espacial) que cae del cielo,... ¡Ay, querido George! Tú sembraste las semillas de la guerra con tu invasión a Irak en busca de los fantasmas armamentísticos… ¿o mejor decir estratégicos y petroleros?

Qué pena ser tan incrédula, porque de lo contrario, podría justificar lo que pasa y vivir tranquila. Ojalá me equivoque.

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