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Los negocios a los que el coronavirus pilló en plena inauguración: “Literalmente podemos decir que nuestro restaurante ha durado cuatro días”

Laura y Javi en 'Casilda', que abrió solo unos días antes del estado de alarma.

Blanca Sáinz

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La COVID-19 fracturó su sueño, pero no lo ha terminado de romper. Andrea, Verónica, Vanesa, Laura y Javi se han tenido que enfrentar a su primera crisis económica como empresarios sin apenas haber colgado el cartel de 'abierto'. Sin embargo, han preferido tomárselo con filosofía intentando ser los primeros que se adapten a la 'nueva normalidad'. Con una clientela aún por descubrir, sus previsiones para los próximos meses responden únicamente a poder mantenerse, y todos tienen claro que la única manera de afrontar esta etapa es con optimismo y un poco de inventiva.

¿Su estrategia? “La gente ha ido a comprar a los supermercados en el pico de la pandemia y allí es mucho más complicado mantener las medidas de higiene y seguridad, así que ¿por qué va a frenar a la clientela venir a nuestros negocios cuando lo llevamos todo a rajatabla?”, reflexiona Vanesa. Por esta razón y algunas más, han hablado con eldiario.es para contar desde dentro cómo se vive la pandemia con un negocio recién estrenado.

'Casilda', la taberna que motivó a Laura y Javi a lanzarse al mundo empresarial

Lunes 9 de marzo, Laura y Javi inauguran su taberna en la localidad cántabra de Suances, con la sombra del coronavirus acechándoles cada vez más de cerca. Los rumores sobre una posible paralización del país no les achantan y toman la determinación de aguantar abiertos “hasta que nos digan que tenemos que cerrar”. Cuatro días después, el 13 de marzo, el presidente del Gobierno comparece para anunciar el inicio del estado de alarma que obliga a cerrar toda actividad no esencial. “Literalmente podemos decir que nuestro restaurante ha durado cuatro días”, bromea Laura para liberarse de la tensión.

Tras algo menos de dos meses cerrados, el 4 de mayo reabrían 'Casilda' para ofrecer servicio a domicilio, el 11 de mayo, y según avanzaba la desescalada en Cantabria, podían abrir la terraza, y este lunes por fin han podido volver a ver a clientes dentro de su local en el arranque de la fase 2. Y aunque esta pareja conoce a la perfección cómo funciona la hostelería después de haber trabajado cerca de 30 años por cuenta ajena, reconocen que nunca esperaron encontrarse con tantas trabas el día que decidieron lanzarse a abrir su propio negocio.

Pero como en casi todas las situaciones de la vida, entre lo malo siempre se puede sacar algo positivo. En su caso lo tienen claro: el casero. “Cuando tuvimos que cerrar la taberna le llamé, y al descolgar me dijo que no hacía falta que le explicase nada, que primero diésemos de comer a nuestros hijos y que no nos preocupásemos de nada hasta que esto pasase”, relata Laura emocionada. Este “desahogo” económico les ha permitido estar menos asfixiados estas semanas y saber que van a tirar para adelante “sí o sí”.

Andrea, la trabajadora social que encontró su pasión en la moda

Con 28 años y una carrera como trabajadora social por delante, probablemente nadie le hubiese dicho a Andrea que en este 2020 iba a abrir su primer negocio. No obstante, tras estar como dependienta en un trabajo de verano, se dio cuenta de que esa era su verdadera vocación. Después de tres años trabajando para otros, en octubre lo vio claro: tenía que montar su propia tienda de ropa y complementos para mujer, y así nació 'Garrera', un comercio también situado en Suances que debe su nombre al antiguo nombre de la famosa playa de Los Locos, del mismo municipio.

El 28 de marzo era la fecha escogida para abrir el local, aunque finalmente se ha abierto el 15 de mayo: “Llevaba dos meses con la ropa y el local preparados, así que en cuanto me dieron la luz... abrí”, explica. En el momento en que se dio cuenta de que la cosa “se ponía seria”, comenzó a llamar a los bancos y al casero para explicarles que no podía abrir la persiana ni hacer frente a las deudas. “Y obtuve ayuda por todas partes, hasta por los obreros que han hecho la reforma... Y menos mal, porque eso me permite que, por ahora, pueda estar tranquila”, declara.

Tras haber perdido por completo las expectativas de ventas que se había marcado, ahora comparte su objetivo con el del resto de emprendedores, y este únicamente responde a poder mantenerse para cubrir los gastos y su sueldo. “Creo que he tenido muy buena suerte con las personas de las que me he rodeado, así que no me puedo quejar porque todo podía haber sido peor”, comenta aliviada.

En estos momentos se encuentra inmersa en la elaboración de la web, lo que puede suponer una forma alternativa de venta para estos momentos tan delicados, pero pese a eso, espera que en julio puedan venir personas de otras comunidades con segundas residencias en Suances: “Ojalá”, suspira expectante.

Vanesa, el segundo negocio de una optimista por naturaleza

Tal y como le ocurrió a Andrea, el emprendimiento llegó a la vida de Vanesa de forma casual. En su caso fue subdirectora de una empresa durante más de siete años, pero tras aguantar mucho tiempo de “tiranteces” con su jefe, se planteó si era prioritaria su salud o mantener la estabilidad económica. Y se decantó por la primera, así que abrió su primera tienda, llamada La Tienda de Clau, en Santillana del Mar, en Cantabria, un comercio de ropa para mujer que le fue “muy bien”.

Y esa fue la razón que le llevó a lanzarse a la piscina por segunda vez: “Vi que se alquilaba un local justo al lado de la tienda y pensé que por intentarlo no perdía nada... Lógicamente no esperaba que fuese a aparecer el coronavirus”, advierte. En esta ocasión la tienda iba a ser de ropa, pero de niño, y su inauguración estaba programada para el 13 marzo, justo el día que se decretó el estado de alarma.

Finalmente Santa Justa Shop ha abierto este fin de semana, lo que le ha supuesto un problema añadido: “Había comprado la ropa en febrero y era de entretiempo, ahora al abrir dos meses después he tenido que comprar ropa de verano...”, explica.

Además, y a diferencia de Laura, Javi y Andrea, ella lleva pagando el alquiler de Santa Justa Shop desde que adquirió el local en el mes de enero. “Ves que la cuenta sigue bajando, que no hay ingresos pero sigues pagando, y sí, es una chapuza porque no encuentras que nada vaya a tu favor”, indica apenada.

Por el contrario, saca fuerza para alentar a otras personas que estén en su situación a que se intenten adaptar cuanto antes a la 'nueva normalidad': “¿Que si me voy a casa sin haber vendido nada? Pues claro, pero no me puedo quedar tirada en el sofá porque hay que intentar que esto funcione”, concluye.

Verónica, con la ilusión de abrir su centro de buceo en julio

El caso de Verónica es bastante diferente al del resto de emprendedores. Ella constituyó su centro de buceo en la localidad costera de Noja, llamado 'Sirenia', unos días antes de que se decretase el estado de alarma, pero la actividad todavía no había comenzado porque la pandemia le pilló con la obra a medias.

“La idea era abrir en Semana Santa, pero toda la burocracia se paralizó y este negocio requiere muchas autorizaciones”, explica. Asimismo, la obra tampoco ha podido concluirse debido a los continuos retrasos en los pedidos de material e incluso por el parón de la construcción que también ha dejado las reformas a medias durante semanas.

Se ha puesto de fecha límite para la apertura el 1 de julio, cuando la desescalada ya haya concluido y cuando parece que la obra ya habrá finalizado. Madre soltera y con dos hijos, Verónica reconoce que la situación se le ha hecho “un poco cuesta arriba”, aunque después de haber descubierto su gran vocación, sabía que la pandemia no iba a poder con ella. “Yo estudié Administración de Empresas, y siempre me he dedicado a eso, pero cuando comencé a bucear me di cuenta de que quería dedicarle mi vida a eso, y voy a luchar por mi felicidad”, revela emocionada.

Consciente de que su negocio depende en gran parte del turismo y del ocio, sabe que por el momento tendrá que buscar “otras líneas de negocio, como coger a chicos de institutos y formarles”, indica. “Lo complicado es salir de la zona de confort y yo ya he salido, he capitalizado el paro y he tenido que pedir un crédito, ahora solo me queda pensar que esto no puede durar eternamente”, expresa.

Al terminar la conversación y con la máxima ilusión, Verónica vuelve a incidir en que para ella esto es “mucho más” que un negocio, y termina diciendo que su aspiración es que su centro de buceo “pueda cambiarle la vida a la gente como me la cambió a mí”.

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