Espacio creado para apoyar y promover el espíritu emprendedor en Castilla-La Mancha.
Creando Oportunidades
Ya nos hemos referido en otros posts a la necesidad de crear diferencias con respecto a los competidores a la hora de lanzar al mercado una idea de negocio o proyecto.
Cuando ideamos el desarrollo de un modelo de negocio hay que concentrarse en transmitir a nuestros clientes/usuarios la diferenciación y las singularidades de nuestra oferta (propuesta de valor) respecto a lo que ya existe, si se quiere penetrar en un mercado competitivo como pueden ser la mayoría de los sectores de actividad hoy en día.
La innovación consistiría en la generación de ideas que incorporen valor para los clientes/usuarios o la sociedad, de forma que se consigan unos resultados sostenibles en el tiempo para la organización. Por tanto, la innovación se podría ver como un triángulo en el que convergen las ideas, la creación de valor y los resultados.
Para innovar es preciso obtener ideas, y esta generación de ideas se puede sistematizar y por tanto enseñar a través de las técnicas y metodologías creativas como la observación sistemática, encaje problema/solución, hibridación, co-creación, open innovation (innovación abierta), etc. Como dijo Linus Pauling: “La única manera de tener buenas ideas es tener muchas ideas”.
Innovación y creación de valor van de la mano porque es lo que permite a la nueva empresa introducirse en el mercado y mostrar lo que le va a diferenciar del resto de competidores que ya están asentados en el “tablero de juego”. El emprendedor debe responder a la pregunta, ¿cuáles van a ser los elementos diferenciadores respecto a la competencia? ¿cuál es la aportación de valor que voy a establecer en el mercado? ¿ese elemento novedoso es percibido por el cliente/usuario? ¿cómo puedo crear valor de manera constante con mi modelo de negocio? ¿realmente valora el cliente/usuario esos elementos diferenciadores o singulares?
La diferenciación, por tanto, se hace obligada en mercados consolidados, pues los clientes no se “fijarían” en nuestros productos o servicios si no aportamos algo diferente a los demás. Por ello, al hablar de diferenciación también podemos hablar de innovación. ¿Qué innovación/es vamos a incorporar al mercado? ¿Podemos seguir desarrollando nuestras diferencias a largo plazo?
La necesidad de que todas las empresas innoven hoy en día se hace obligada. Pero la innovación no sólo la debemos asociar a productos, sino que innovar, es algo más, es crear algo nuevo y útil para la sociedad. Por tanto, la innovación se extiende a toda actuación que persiga una mejora incremental o radical de productos, servicios, procesos, sistemas, actuaciones, modos de pago, canales de comercialización, empaquetado, marketing, comercialización, etc.
Innovar es en esencia una actitud, una cultura que tienen que tener los emprendedores durante toda su vida. Es un proceso que se hace continuado en el tiempo pero que es indispensable en un entorno en el que los cambios son constantes y obligados. La innovación no tiene que ver con estar obligados a dedicar una serie de recursos financieros para crear y mantener un departamento de I+D+i, o con idear nuevas tecnologías que proporcionen a la empresa ventaja sobre sus directos competidores, sino más bien con crear dentro de la empresa un espíritu de mejora continua, intentando crear valor en las intervenciones y acciones que la empresa haga. Es lo que se llama innovación sistemática. Las innovaciones eficaces son las que empiezan por algo sencillo y concreto, y en los que el trabajo, diligencia y perseverancia cobran protagonismo antes que talento y conocimiento.
Cualquier organización debe estar hoy en día orientada a la innovación. Igualmente, la actitud de innovar se hace obligada en los emprendedores que quieren lo mejor para su empresa, pues espíritu emprendedor e innovación tienen la misma base común: práctica y disciplina.