Menos estigma, más apoyo: dos historias de activistas contra su propia pobreza
La pobreza tiene muchas caras. Y más en un país donde las tasas siguen siendo muy altas y el tema siempre se aborda “desde arriba”. Además, cuando se hace, “hay estigmas y estereotipos por todas partes” como denuncian las organizaciones que luchan contra estas situaciones, como la Red Europea de lucha Contra la Pobreza (EAPN) o Cruz Roja, entre otras muchas. En el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza que se conmemora este 17 de octubre, nos hemos acercado a la experiencia de dos personas cuyas palabras borran parte de esos prejuicios. Son pobres, pero principalmente son activistas, voluntarios y luchadores contra una situación que, impuesta o heredada, no quieren que sea definitiva.
Antonio y Dani pertenecen a la Fundación Ceres de Tomelloso (Ciudad Real) y forman parte de uno de los grupos de participación que EAPN de Castilla-La Mancha tiene activos para personas con experiencia en pobreza. Todos los miembros de estos foros tienen voz para compartir, debatir y buscar soluciones colaborativas a sus situaciones personales conforme a áreas temáticas. Por ejemplo, para el último periodo del año y para 2020, la cuestión elegida es la “violencia administrativa”, es decir, cómo son tratados por las instituciones públicas.
El activismo de Antonio Escolar va cogiendo fuerza día a día. Ha sido elegido como representante de la delegación castellanomanchega para el encuentro que varios colectivos han mantenido con la ministra en funciones de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, María Luisa Carcedo, esta semana. Junto a cinco participantes más y técnicos de otras comunidades autónomas, han presentado a la ministra ocho propuestas para la mejora de las políticas públicas y para el desarrollo de la Estrategia nacional de Prevención y Lucha contra la Pobreza y Exclusión Social 2019-2023.
La historia de Antonio
Nos cuenta Antonio, de 55 años, que ha trabajado de zapatero durante su vida y que actualmente está en paro. Su madre está en una residencia, está separado y tiene dos hijas mayores de edad. No tiene vivienda propia y comparte un piso con compañeros de la comunidad terapéutica a la que pertenece, mientras cobra ayudas por pensión y renta activa de inserción.
Considera que ya no se encuentra en una situación de pobreza pero que sí lo estuvo cuando tuvo varias adicciones. “Ahora ya no es pobreza”, destaca, al tiempo que confía en que pueda encontrar trabajo y mejorar su situación económica. Lamenta, por ejemplo, no poder disponer de una vivienda propia o no tener recursos para arreglarse los dientes. También opina que su situación ha sido heredada porque hasta que en casa de sus padres no comenzaron a trabajar todos, siempre hubo carencias materiales severas.
Al igual que manifiestan los colectivos que luchan contra la pobreza, Antonio considera que erradicar estas situaciones no es prioritario para los políticos, en ningún ámbito. Lo más importante, desde su punto de vista, sería sacar al mercado viviendas sociales “más baratas y accesibles”. Mientras esto no sea así, destaca, “la política no es igual para todos”.
Y también tiene peticiones de cara a la sociedad: “Comprensión y respeto hacia las personas que no pueden acceder a un empleo, no tienen viviendas dignas o por circunstancias de la vida no pueden acceder a los recursos necesarios para vivir adecuadamente”. En su caso, el estigma está presente. “La Policía me para más debido a mi físico, así como a no poder arreglarme los dientes. Las personas que no me conocen se quedan mirando y eso hace que me sienta mal”. Para luchar contra ello, aboga por más prevención y charlas en los colegios e institutos.
Por su parte, Daniel Serrano tiene 49 años, está en paro, no tiene familia con la que mantenga relación, tiene una vivienda que todavía está pagando y recibe una prestación económica, el Ingreso Mínimo de Solidaridad (IMS). Considera que se encuentra en situación de pobreza al no disponer de trabajo. “La ausencia de dinero hace que no pueda comprar nada, ni pagar deudas, ni acceder a cosas básicas como la comida o la ropa”. Teme que, por la edad, pueda ser una situación definitiva ya que “cada vez es más complicado encontrar trabajo”.
Dani remarca que su situación ha venido “impuesta” por las circunstancias y que le gustaría que la pobreza no conllevara el traspaso de padres a hijos, es decir que no fuera “heredada” como sucede en otros muchos casos. Su lista de peticiones a los políticos es extensa: trabajo, bienestar social, igualdad, ayudas a los refugiados y a los que no tienen hogar, a los mayores y a las personas con discapacidades de todo tipo. “Sobre todo les pediría que no eliminen el IMS, ya que gracias a ello muchas personas podemos comer cada día”.
Menos estigmas
Al igual que Antonio, también tiene peticiones para su entorno social: “Menos estigma hacia las personas que han pasado por circunstancias muy complicadas en la vida”. Confiesa que él lo ha vivido durante una parte de su vida pero “ahora que me han ayudado, me encuentro mejor”. Dice que ahora su “barrera” es empezar a confiar en sí mismo y también considera que es fundamental promover charlas obligatorias en colegios e institutos.
Dani y Antonio son solo dos voces de entre otras muchas. Parte de una pobreza que corre el riesgo no solo de cronificarse sino también de volver a incrementarse. Precisamente, el presidente de la Red de Lucha contra la Pobreza en Castilla-La Mancha, Braulio Carlés, ha hecho esta semana una llamada a administraciones, empresas y ciudadanía en general a colaborar más activamente en la erradicación de una pobreza que, si bien bajó sus indicadores en la pasada legislatura, en lo que va de 2019 visualiza un repunte que atribuye en parte a la “posible recesión” que ya se comienza a ver en España.
Desde este colectivo recuerdan los últimos datos del informe Foessa (Informe sobre exclusión y desarrollo social en España) revelan que más de 8,5 millones de personas en España están en riesgo de exclusión social, lo que representa 1,2 millones más que antes de la crisis, y 4,1 millones sufren pobreza severa, convencido de que los siguientes serán peores. Según Carlés, “no se puede permitir que nadie se quede sin un plato de comida” y es que, ha explicado, sin necesidades tan básicas como la alimentación cubiertas no se puede ayudar a nadie a encontrar trabajo o vivienda“.