Escenarios apocalípticos

Nos equivocamos. Llegamos a pensar que el apocalipsis se celebraría en un tiempo limitado y en un espacio indefinido. Nada de eso. El error proviene de la lectura literal de la Biblia judeo-cristiana, de la lectura igualmente lineal del libro lisérgico de Juan, el apóstol, y de la proyección del tiempo humano a un evento atemporal, alucinado y surrealista. Hoy sabemos que el apocalipsis está sucediendo en diferentes escenarios y de diversas maneras, tanto en asuntos más graves, como en hechos que pueden parecer anecdóticos o demasiado locales. Si le ponemos un comienzo de referencia situaríamos el inicio del apocalipsis en el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima, primero. En Nagasaki, después. Así comenzaría el alfa del apocalipsis. El omega no se prevé cuando llegará.

El primer escenario del apocalipsis se desarrolla en Palestina, no muy lejos de donde los textos bíblicos sitúan el caos final, la hecatombe mundial, el Armagedón. Vemos día a día el infierno que desencadena la guerra en Gaza. Las guerras son uno de los ingredientes esenciales del apocalipsis.

Después, le sigue el hambre. Las hambrunas en este caso son planificadas, programadas y fomentadas por quienes, no hace muchos años, sufrieron en sus propias carnes el exterminio masivo por las industrias alemanas de la muerte. En Gaza los ángeles exterminadores, representados por judíos y norteamericanos, son los encargados de organizar la escasez de alimentos y la muerte. La muerte llega por desnutrición, por desesperación, por asaltar los pocos vehículos que portan comida, por los disparos anónimos que desde distancias anónimas matan y hieren a quienes buscan algo que comer simplemente para estirar la agonía.

No muy lejos de ese escenario, incluso formando parte de él, en Irán, se habla ya de “quiebra hidráulica”. Los recientes ataques destructivos, las sequías interminables, las altas temperaturas, la mala gestión en general de un régimen corrupto han convertido en un infierno el día a día de los iraníes. No hay agua donde antes la había. Hasta el suelo se hunde por el colapso de los acuíferos. Y al tratar de ver y entender el concepto de “quiebra hídrica” descubrimos que se parece mucho a lo que los gestores de las cosas de aquí están preparando para un próximo escenario en el que escenificar otro apocalipsis. Solo que no sucederá en Irán, ocurrirá en nuestra ciudad, en nuestra casa, en el hinterland en que nos encuadramos. ¿O no resulta apocalíptico contemplar, impotentes, cómo el cauce del otrora caudaloso rio Tajo se deseca un día sí y otro también?

Dicen los gestores de las cosas hidráulicas que la lámina de agua que lleva el Tajo se ajusta a la legislación vigente. Será entonces que la legislación vigente no sirve. En asuntos del Tajo, desde los inicios del trasvase, la burocracia alejada de los acontecimientos reales va por un lado, la política por otros sin que confluyan, los jueces por otro y la realidad cotidiana a su bola.

Ah, y si alguien espera un artículo cuerdo en estos días de temperaturas disparatadas y noches tropicales sin estar en los Trópicos, que abandone toda esperanza, (Dante). No se puede escribir un texto sin alucinar cuando llevamos parte del mes de julio y lo que va de agosto con temperaturas que superan los 40 grados, incrementándose el genocidio de Gaza (cinco periodistas han sido asesinados), Trump liando cuanto puede en Europa. Y en Jumilla, (Murcia) y en otros lugares de España las fuerzas cavernarias convocando a una nueva cruzada. ¿Se pueden escribir textos cuerdos en escenarios tan desquiciados?