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¿Cuál es el principal legado de los 23 años de gobierno de Jordi Pujol? En una ocasión, el ex presidente de la Generalitat respondió a esta pregunta abriendo su cartera y mostrando la tarjeta sanitaria. Posiblemente, los fundamentos del estado del bienestar sean la mejor obra de gobierno de las primeras décadas de la democracia, tanto en Catalunya como en el conjunto de España. Pero en segundo lugar, sin duda, la herencia política de Pujol está en la construcción de un relato de país, que sirvió para salvar la lengua, cohesionar a la sociedad y recuperar la identidad nacional que el franquismo intentó borrar durante cuarenta años. Y este relato no existiría sin TV3.
La gran obra política de Jordi Pujol fue TV3. El conjunto de los medios de comunicación privados participaron de esta recuperación democrática, pero nadie como TV3 tuvo la potencia para construir un sentimiento de comunidad tan fuerte, un espacio donde la sociedad podía reconocerse y ser reconocida. Fue también un formidable instrumento de poder que Jordi Pujol supo utilizar a su favor, y su larga hegemonía política tampoco se explicaría sin TV3.
Pero el puzzle no sería completo sin recordar la obra de Gobierno del otro gran político que ha marcado la historia reciente de Catalunya. Pasqual Maragall creó un marco de libertad en TV3 como nunca habían conocido los profesionales de la casa. Así lo explicó Josep Cuní, que fuera periodista de referencia de TV3 durante siete años, en una conferencia en el Col.legi de Periodistes de Catalunya en febrero del 2008: “Los periodistas abusamos de la confianza que nos dio Pasqual Maragall y le hicimos todo lo que no habíamos tenido narices de hacerle a Jordi Pujol durante 23 años. Fuimos cómplices de su decapitación. ¿Le teníamos miedo a Pujol? No. Nos dábamos miedo a nosotros mismos. Aún no estábamos preparados para ser más libres”.
Pasqual Maragall pagó un alto precio, tanto en los medios públicos como en algunos de los privados, por sus convicciones democráticas, pero TV3, que ya tenía los medios y el talento de excelentes profesionales, conquistaba así la libertad imprescindible para ejercer el periodismo. Bajo la dirección de los periodistas Francesc Escribano y Mònica Terribas, TV3 vivió ocho años que la perspectiva del tiempo puede situar como un añorado paréntesis en la historia de los medios públicos en Catalunya. Como la antítesis de lo que han sido, y son, buena parte de las televisiones autonómicas.
Se disparan las alarmas
En aquellos años, en el 2006, nació el programa de sátira “Polònia”, que hoy es como el canario con el que los mineros bajaban a la mina para detectar las fugas de grisú. “Polònia” resiste de momento, pero son numerosos los avisos que hacen temer una devastadora explosión. El primer aviso fue el cambio en la ley audiovisual que le permitió al Gobierno de Artur Mas recuperar todo el poder en TV3. ¿Y cual fue la primera decisión? Destituir a Mònica Terribas, que se había significado por su defensa de la independencia periodística.
La segunda decisión del Gobierno, conjuntamente con el PP, fue desactivar el Consell Audiovisual de Catalunya (CAC) al convertirlo en un mero refugio de antiguos cargos políticos. El tercer aviso está en la pérdida de pluralidad entre las voces que se escuchan en TV3. Y el cuarto aviso está por llegar y es el que motiva la huelga del día 24: el temor a un expediente de regulación de empleo. Los periodistas del sector privado sabemos que los ERE son un magnífico instrumento de depuración de las redacciones y lo que está en juego en TV3 son cientos de puestos de trabajo y, también, la calidad democrática. Así ocurre en grandes medios privados, y así puede ocurrir en TV3.
Voces silenciadas
Posiblemente TV3 tiene unas dimensiones y unos costes difícilmente sostenibles en medio de una crisis devastadora, pero juega un papel decisivo a la hora de construir un marco de convivencia y de valores en la sociedad. Y cualquier medida económica debería de preservar el modelo de TV3 y el principal de sus patrimonios, los profesionales que lo han hecho posible. ¿Y la libertad? Aquí está la clave, porque TV3 es vital para que Catalunya siga siendo una sociedad libre. Si TV3 no es libre, ¿puede ser Catalunya plenamente libre? La respuesta es “no”.
Catalunya no será libre si TV3 se convierte en un instrumento del Gobierno; si un “fin superior” como la independencia lleva a cruzar todas las líneas rojas de la objetividad periodística; si se silencian las voces que no responden al discurso único escrito desde el poder… si TV3 deja de estar al servicio de todos los catalanes para estarlo solo al de una opción política.
Y si el gran medio público queda prisionero de la misma estrategia que el primer grupo mediático privado del país, Catalunya no será libre porque pierde los equilibrios de poderes que necesita una democracia. Así, por primera vez en los últimos 30 años, Catalunya se enfrenta a un severo riesgo de que la extraordinaria pluralidad y complejidad de su sociedad pierda el principal espejo donde se reflejaba.
Malos tiempos cuando Jordi Pujol ve que el estado del bienestar que él contribuyó a crear se tambalea, y cuando Pasqual Maragall descubre que aquella libertad que aportó a TV3 corre un serio peligro. Está en juego la cohesión de la sociedad y también el relato que de forma colectiva los catalanes llevan escribiendo desde el inicio de la democracia.