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CRÓNICA

Jordi Pujol cumple 90 años y sus incondicionales se resisten a que la historia lo procese

El expresident Jordi Pujol.

Neus Tomàs

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Jordi Pujol ha sido más que un político en Catalunya y su familia más que un clan. Lo primero lo sabían tanto sus devotos como los adversarios que lo sufrían. Lo segundo era una sospecha que se confirmó cuando ya había dejado de ser presidente y confesó que era un defraudador. Este martes cumple 90 años y algunos de sus amigos han abierto una web para que el que quiera le felicite. Pujol, que siempre estuvo preocupado por cómo le retratarían los libros de Historia, hace ya un tiempo que de manera discreta intenta salir del ostracismo en el que se situó el 25 de julio del 2014. Ese día dejó de ser 'molt honorable' pero no renunció a ser Jordi Pujol.

Despojado de cualquier privilegio institucional, hace cinco años que el farmacéutico y mecenas de arte Antoni Vila Casas le alquiló un despacho en el que el expresident todavía acude para escribir, leer y recibir a gente. “Cuando le visito, tras la mesa frente a mí se sienta un anciano impoluto, de mi­rada empañada, que dice sin autoconmiseración que la muerte tarda mucho en atraparle”, explicaba hace poco el abogado Javier Melero en un artículo que causó sorpresa por su reivindicación de la figura del fundador de Convergència. El reconocido penalista, que se convirtió en uno de los letrados más aplaudidos por sus intervenciones en el juicio del procés, no solo no fue nunca votante suyo sino que incluso estuvo en los orígenes de la fundación de Ciudadanos.

Convergència, el partido con el que Pujol intentó reinventar el concepto de nacionalismo, buscando despojarle de ideología para presentarlo como “el partido de la gente”, acaba de presentar concurso de acreedores. Tiene quince sedes embargadas que deberían servir para cubrir los 6,6 millones que cobró el partido en comisiones ilegales a cambio de obras públicas en el caso Palau y que la Justicia ha ordenado decomisar.

Lo que se podría resumir como las tres c , y en el orden que prefiera el lector, Convergència, corrupción, Catalunya, se han entremezclado más allá de la biografía de Pujol. Poco antes de conseguir que no se le procesase por el caso Banca Catalana, en noviembre de 1986, proclamó: “Nos quieren destrozar la victoria, no solo a los 1.350.000 votantes de CiU, sino a todos, porque es un mal que no solo afecta a las personas involucradas, sino a todo el pueblo de Catalunya”.

Uno de los fiscales del caso, Carlos Jiménez Villarejo, explicaría tiempo después que sus superiores en Madrid evitaron que se juzgase al entonces president. “Los fiscales generales del Estado que nombró el PSOE me prohibieron investigar a Pujol”, declaró en una entrevista en eldiario.es. “A partir de la querella de Banca Catalana y la negativa de la Audiencia Territorial de Barcelona a procesarlo, Pujol se convirtió en un personaje invulnerable ante la justicia. Había un pacto más expreso que tácito entre el Gobierno del PSOE y luego el del PP que Pujol era intocable”, añadía en esta conversación publicada en el 2014. La hoy ministra de Defensa, Margarita Robles, fue una de los ocho magistrados que presentaron un voto particular y defendieron sin éxito su procesamiento por presuntos delitos de apropiación indebida, falsedad en documento público y mercantil y maquinación para alterar el precio de las cosas.

Pujol se convirtió en invulnerable ante la justicia y en un candidato imbatible en las urnas. Presidente durante 23 años, cinco legislaturas. Entre los cronistas políticos catalanes hizo fortuna una conversación que los periodistas Félix Martínez y Jordi Oliveres reproducen en el libro Jordi Pujol: en nombre de Catalunya (Editorial Debate). Los protagonistas del diálogo eran el propio Pujol y Lluís Prenafeta, primer secretario general de Presidència y su mano derecha durante décadas. El lugar, el Palau de la Generalitat, y la fecha, el primer día que Pujol se instalaba en el que sería su despacho durante 23 años. “Cuando entramos en el despacho, tomamos un café y fue entonces cuando Pujol me preguntó: '¿Sabes qué es la Generalitat?'. Yo intenté contestarle, con poca fortuna, recordando el papel histórico de la institución, el programa político de Pujol... y él me atajó: ‘La Generalitat somos tú y yo'”. Cuatro décadas después, la Generalitat dispone de un presupuesto de 27.000 millones de euros y 200.000 empleados.

Se ha debatido mucho sobre qué era y qué implicaba el pujolismo. Seguramente la mejor definición la escribió el historiador Jordi Amat en un artículo publicado en el 2014 en La Vanguardia: “La identificación entre líder, nación y proyecto durante más de veinte años, con el partido y la Generalitat como mediadores, fijando enemigos interiores y exteriores al proyecto mismo, creó también espacios para la opacidad, el populismo y la estigmatización maniquea del contrario –disolventes para consolidar una convivencia democrática de calidad–”.

El expresident intentó confundir Catalunya con el pujolismo, el catalanismo con su nacionalismo, y le funcionó. Dentro y fuera de Catalunya. El diario ABC le llegó a nombrar español del año en 1985 por haber contribuido “hacer visible la Constitución y la monarquía democrática que restaura las libertades de España”. En esos momentos ya tenía una cuenta en Andorra aunque no se sabía y ya estaba siendo investigado por el caso Banca Catalana, cosa que sí era pública.

Con el PP no fue muy distinto. Del “Pujol, enano, aprende castellano” que se coreaba ante la sede de Génova la noche del 3 de marzo del 96 para celebrar la primera victoria de José María Aznar a pactar con él solo 55 días después. Aznar incluso aseguró hablar catalán en la intimidad para conseguir el apoyo de los 16 diputados de Convergència. En el último volumen de sus memorias, Memòries: de la bonança a un repte nou. 1993-2011 (Editorial Proa), Pujol afirma que la obligación del “partido de gobierno en Catalunya es llegar a acuerdos con el partido de gobierno en España”.

Él confiaba en que los tres volúmenes de sus memorias así como sus discursos se convertirían en la bibliografía de referencia para los libros de Historia. Pero se equivocaba porque el epílogo estaba por escribir. Había que remitirse al principio para redactar el final. Acuciado por la investigación judicial que afectaba a todo su clan, Pujol confesó que en 1980 su padre le dejó una herencia de 850.000 euros y que durante tres décadas había ocultado el dinero fuera de España. No dijo dónde pero pronto se supo que los escondió en Suiza y después en Andorra. Primero los gestionó Delfí Mateu, un excompañero suyo en Banca Catalana. Después su primo Joaquim Pujol i Figa, y finalmente, cuando tuvo edad para ello, el encargado de multiplicar la fortuna familiar fue el primogénito, Jordi Pujol Ferrusola. A diferencia de sus padres, Júnior nunca aparentó ser austero. Su colección de coches se valoró en dos millones de euros.

Pese a las evidencias, Marta Ferrusola llegó a afirmar en la comisión del Parlament que investigaba las presuntas irregularidades cometidas por esta familia que sus hijos no tenían “ni un céntimo”. “Van con una mano delante y otra detrás. Estoy muy orgullosa de mis hijos”, declaró. En esa misma comisión, el expresident se mostró convencido de que sus 23 años al frente de la Generalitat “serán juzgados positivamente”.

Esos 23 años son la construcción de un partido que llegó a serlo casi todo en Catalunya y que invistió y dejó caer presidentes en España. Es la construcción de una administración como la Generalitat y son también el caso Palau por el que se condenó a Convergència por financiación ilegal, el caso 3% (aún no juzgado), el caso ITV, que acabó con la carrera de su hijo Oriol, que confiaba en ser su sucesor en el partido y algún día en la presidencia, o los Ferrari, Porsche o Lamborghini del primogénito de la familia. Esa que este martes se reunirá para celebrar los 90 años del patriarca.

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