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Los terroristas del 17A: un grupo de jóvenes radicalizados en unos meses por un imán obsesionado con la yihad

Tres integrantes de la célula terrorista.

Marcos Pinheiro / Oriol Solé Altimira

Moussa Oukabir, de 17 años, dejó de juntarse con sus amigos del pueblo y de usar vaqueros con rotos. Los hermanos Hychami cada vez hablaban más de religión y dejaron de salir de fiesta. Said Aalla, de 19 años, se rapó la cresta que llevaba. Su hermano Youssef cambió su forma de vestir, prácticamente dejó de hablar con mujeres y comenzó a recriminar el comportamiento de quienes no seguían los preceptos del islam. Los cuatro primeros murieron tiroteados por agentes de los Mossos d'Esquadra en Cambrils, mientras que Youssef falleció en la explosión del chalet de Alcanar cuando trataba de secar explosivo para cometer una masacre.

La célula que cometió los atentados de la Rambla y Cambrils estaba compuesta por un grupo de jóvenes con vidas normales que se radicalizaron en unos meses. Es lo que se desprende de los interrogatorios que los Mossos hicieron a sus familiares y amigos, y que constan en el sumario de la investigación. Sus palabras a los agentes muestran cómo un grupo de chavales de entre 17 y 24 años abrazaron la yihad tras la llegada a su pueblo del imán Abdelbaky Es Satty.

Algunos tenían trabajos precarios y otros estaban en paro. Mostraban cierto interés por el islam, pero no eran muy religiosos y apenas pisaban la mezquita antes de conocer a Es Satty. Cuando se hicieron asiduos a sus sermones formaron un grupo aislado del resto de chavales del pueblo. Se quedaban más rato en la mezquita y dejaron de salir con amigos, de hablar con chicas o de jugar al fútbol. Los testimonios recogidos por los Mossos muestran cómo la llegada a la localidad de un imán obsesionado con la lucha contra los infieles cambió las vidas de sus hijos y hermanos.

Los Oukabir, dos hermanos muy distintos

Driss Oukabir está en prisión desde los atentados. Alquiló la furgoneta de la Rambla y siempre estuvo relacionado con la célula de los atentados, aunque su familia le distingue del resto porque era el menos religioso. Su madre contó a los Mossos que fumaba, bebía, tenía un perro y vivía con una mujer con la que no estaba casado. Todo prohibido por el islam. No acudía a la mezquita y su novia aseguró que hicieron varios intentos de rezar en casa las cinco veces que exige su religión, pero no cumplían con todos los rezos y siempre lo abandonaban a los pocos días.

El caso de Moussa, menor de edad cuando llegó el imán, era distinto. La novia de Driss relató a la policía los cambios que vio en su cuñado: dejó de ponerse los vaqueros rotos que usaba y dijo que no se los pondría nunca más, comenzó a vestir “más tapado” y se le veía “triste y con ojeras”. “Antes era mucho más sociable, jugaba y tonteaba con las chicas y ahora ya no lo hacía”, contó.

Moussa pasó de no hablar de religión a hacer comentarios sobre que los españoles eran “malos” porque “prohíben” el burka o a decir que todo estaba controlado por los judíos. A diferencia de su hermano mayor, iba a la mezquita y rezaba cinco veces al día. Algo parecido les ocurrió a los hermanos Omar y Mohamed Hychami, que empezaron a frecuentar el templo y a mostrar en público los profundos conocimientos del islam que estaban adquiriendo.

Omar, además, compartía reflexiones que llamaban la atención de sus amigos. Les dijo que, pese a tener un buen trabajo y dinero, eso ya no le hacía feliz, que lo que le hacía feliz es “lo que venía luego”. A su hermano Mohamed le gustaba salir de fiesta, pero dejó de hacerlo con la llegada del imán. Solía frecuentar lugares como Lloret de Mar con Younes Abouyaaqoub, el terrorista que conducía la furgoneta que mató a 16 personas.

Younes también mostró un cambio de actitud. Su padre contaba que le gustaba la moda y se compraba ropa a menudo, pero que dejó de hacerlo repentinamente. Como el resto de la célula, moderó su lenguaje, dejó de decir palabrotas y cambio su “forma de tratar con las mujeres”. Su hermano Houssaine y Said Aalla solían utilizar Instagram, pero lo abandonaron en marzo de 2017.

Youssef Aalla, el más radical de todos

Varios testimonios definen a Youssef Aalla, de 20 años, como el más radical del grupo, quien mostró un cambio de hábitos más evidente desde que estrechó su relación con el imán. Todos sabían de su amistad porque se les solía ver juntos por Ripoll. “Estaba totalmente radicalizado”, aseguró una de las hermanas Oukabir, que contó a los Mossos que pasó de ser un chico alegre a “una persona fría”.

Youssef ya no la saludaba por la calle y apenas miraba a las mujeres. Se afeitó el bigote y se dejó crecer la barba mientras se convertía en un fijo de la mezquita. Uno de los primos de Driss y Moussa Oukabir cuenta que su cambio de actitud incluía recriminar al resto que no respetasen los preceptos del islam: a él llegó a reprocharle que saliese con una chica cristiana.

Su actitud le fue aislando de sus amigos hasta el punto de relacionarse solo con los que luego integrarían la célula terrorista. Su vida anterior, la de chico problemático que consumía drogas y que tenía problemas en el colegio ya le había alejado de su familia. No se hablaba con su padre y su madre solo tenía contacto con él de vez en cuando, casi siempre por teléfono. Ninguno de los dos sabía dónde vivía ni de qué.

Su padre le definió ante los Mossos como “un chico muy problemático” con muy mal carácter, algo que le llevó a dejar el colegio antes de tiempo y a que los trabajos no le durasen mucho tiempo. Dijo que era un consumidor habitual de drogas y alcohol, pero que lo abandonó todo tras la llegada de Es Satty a la localidad.

Que Youssef Aalla fue el primero en cambiar también lo notó el joven de Castellón que compartió cuadrilla con él en la temporada de recogida de la naranja a finales de 2015. Este testigo confirmó a la Guardia Civil que Youssef había tenido una “vida anterior” en la que había traficado con hachís, pero que al conocer al imán en 2015 dio un giro de 180 grados. “Youssef entró fuerte al islam cuando el imán fue a Ripoll”, manifestó este joven, al que el imán había intentado radicalizar en 2014 en Castellón tras salir de la cárcel.

Youssef presentó a Younes Abouyaaqoub y Omar Hichamy al joven de Castellón unas semanas después. El testigo destacó que Youssef y Younes eran amigos íntimos desde hacía tiempo y que el terrorista de la Rambla era “el que más Corán sabía” y “el más inteligente” de los tres. También dijo que querían echarse novia para casarse inmediatamente, siguiendo lo prescrito por el islam. Algunos testimonios señalan que meses antes del atentado se habían comprometido con unas chicas de una localidad cercana.

El hermano de Youssef, Said, siguió sus pasos aunque de forma más tímida. Después del Ramadán de 2017 decidió cortarse el pelo y quitarse la cresta que lucía. Uno de los testigos narra en su declaración que cuando pasaban una tarde en el parque, pidió que quitasen la música de reggeaton que habían puesto porque “era pecado”.

Todos sabían que el imán era un extremista

Los testimonios de los familiares revelan que en Ripoll era conocido que el imán Es Satty tenía ideas radicales. Una de las hermanas Oukabir se lo hace saber a los Mossos porque ella misma asistía a sus sermones: “Eran radicales, hablaban abiertamente y por el altavoz de la yihad, referida a la lucha armada. Concretamente decía que se tenía que matar a los infieles y que esa yihad se debía hacer sin pedir nada a cambio”.

Es Satty consiguió en Ripoll lo que no pudo hacer en Castellón cuando salió de prisión. Dio con un grupo de jóvenes que no pasaban de los 24 años, con un incipiente interés por la religión, a los que podía radicalizar. “El imán se aprovechó de que los chicos tenían preguntas sobre el islam”, dijo uno de los primos de los Oukabir. Los que finalmente formaron la célula de Barcelona y que se quedaban siempre con él después de que el resto abandonasen la mezquita.

El estilo del nuevo imán llenó su templo y dejó casi vacía la otra mezquita de Ripoll, que los fieles abandonaron porque su responsable se quedó con las donaciones que habían aportado para comprar un local. El discurso que algunos consideraron extremista logró atraer a jóvenes del pueblo. Se lo resumió a los Mossos el padre de los Aboyaaqoub: “Todos los chicos jóvenes empezaron rezar bien, cosa que alegró a los padres porque pensaban que era bueno para los jóvenes”.

El padre de los hermanos Aalla se mostró menos entusiasmando con Es Satty. Contó a los agentes el cambio radical que vio en sus hijos desde que le conocieron y lamentó que ellos y sus amigos -a los que llamó “los niños”- habían pasado demasiado tiempo con el imán. Otra testigo recalcó que por el pueblo se comentaba que el imán había estado relacionado con el terrorismo y era muy radical.

Sin embargo, los responsables de la mezquita de Ripoll explicaron ante los Mossos que no recibieron ninguna queja sobre el imán de parte de los asistentes a los rezos. Además, dijeron que “prácticamente nunca” vieron hablar al imán con los jóvenes en la mezquita. Su compañero de piso tampoco los vio en la casa, que Es Satty no abandonó en los cuatro meses que vivieron juntos en 2017. Tampoco le trasladó en ninguna conversación su ideología radical. “Iba de casa a la mezquita y de la mezquita a casa”, describió. No sospecharon nada.

Es Satty, un imán “reservado”, según los que le conocieron en Ripoll, ejercía desde mediados de 2015, pero pasó a estar contratado y cobrar 700 euros al mes en mayo de 2016, dos meses después de volver de Bélgica. Unas semanas antes de los atentados pidió tres meses de vacaciones para ir a ver su mujer y sus nuevos hijos en Marruecos, pero los responsables de la mezquita le dijeron que solo podía disponer de un mes. El 15 de julio recogió todas sus cosas y se fue de Ripoll.

“Toda la culpa es suya”

Varios de los interrogados señalaron a los agentes que la estrategia de Es Satty fue introducir en la yihad primero a Youssef. Lo reconoció su padre y otros familiares de los terroristas. Una prima de los hermanos Oukabir le dijo a los agentes que “toda la culpa es suya (del imán)”, que había radicalizado primero a Youssef. Ambos se instalaron durante un tiempo en la casa de Alcanar y murieron cuando explotó la sustancia que intentaban secar para hacer las bombas.

Otros indican que siguió un patrón con el grupo: primero difundía los mensajes entre los hermanos mayores para que estos se lo transmitiesen a los menores. La declaración del joven de Castellón al que primero intentó radicalizar Es Satty también confirma la gran influencia del imán sobre los jóvenes de Ripoll, al que describe como “muy inteligente y reservado”. En una ocasión, explicó, el imán les instó a rezar por la mañana. Cuando él replicó que todavía no había amanecido, Younes le cortó y le instó a obedecer a Es Satty: “No puedes hacer lo que quieras y hay que hacer caso al imán”.

Nadie supo nada de Youssef desde principios de agosto. Omar Hichamy reunió a algunos amigos unos días antes del atentado y se despidió de ellos con la excusa de que se marchaba al extranjero. El 17 de agosto, Said Aalla se despidió de su hermano pequeño para decirle que no se verían más. La madre de Moussa Oukabir intentó contactar con él ese mismo día, al ver una fotografía de su hermano en televisión, pero no respondió a sus llamadas.

Moussa, que acababa de cumplir 18 años, estaba con el resto de jóvenes de Ripoll que se habían convertido en discípulos de Es Satty. Muerto su mentor y perpetrada la matanza de la Rambla, los jóvenes que antes jugaban juntos al fútbol e iban de fiesta se ataviaron con pañuelos rojos para emular al legendario guerrero del islam Abu Dujana para causar una masacre en Cambrils. Todos murieron tiroteados por agentes de los Mossos.

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