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“Es más fácil grabar una película entre guerras y bombas que conseguir un visado”

Sarwar Abdullah y un miembro de la unidad de los peshmerga kurdos.

Laura Julián

Valencia —

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“Dicen que entre la vida y la muerte hay una línea delgada, pero yo digo que entre la vida y la muerte hay un cable delgado”. Con esas palabras comienza el documental Facing death with wirecutter del director iraquí Sarwar Abdullah. La frase pertenece al soldado Mahdi Hussain, de la unidad de ingeniería militar de los peshmerga kurdos, cuya misión se centra en “limpiar” el camino de bombas y minas plantadas por el DAESH. “Hacemos limpieza de casas, caminos y mercados de bombas y gases venenosos, así la gente puede volver a sus casas con seguridad”, explica Hussain en el documental mientras se utilizan unos alicates para cortar cables de los explosivos. El equipo militar, a pesar de la peligrosa tarea que llevan a cabo, prescinde de equipos sofisticados y normalmente se sirven de cortadores de alambres y de detectores de minas para ejecutar sus misiones.

El director de cine Sarwar Abdullah quiso documentar la tarea de los peshmerga kurdos y decidió acompañarlos durante años en sus misiones. El documental se presentó este martes 20 de noviembre en València gracias La Cabina-Festival Internacional de Mediometrajes, que ha ofrecido desde el 14 hasta el 24 de noviembre dieciséis films de trece nacionalidades diferentes. El festival ha celebrado su undécima edición este año y su Sección Oficial ha tratado temas como la transexualidad, la pedofilia, la homofobia o la multiculturalidad.

El equipo de la Cabina quiso contar con la presencia del director de Facing death with wirecutter y le hicieron llegar una carta de invitación. Sin embargo, las dificultades para conseguir un visado provocaron que no pudiera reunir los documentos necesarios a tiempo para estar en persona durante la presentación de su película en España. “Estoy muy orgulloso de compartir mi película en el festival y muy triste porque no estaré allí con vosotros. Esta es la situación de los cineastas y artistas en Irak”, contestó el director al festival disculpándose por su ausencia.

Sarwar Abdullah nació en 1983 en Duhok, una ciudad de Irak perteneciente al Kurdistán iraquí. Abdullah trabaja como fotógrafo free-lance, editor, diseñador gráfico y director, tiene dos cortometrajes de animación en 3D y ha producido numerosos documentales cinematográficos para redes sociales. Por el documental Facing death with wirecutter obtuvo ocho premios. No pudo estar físicamente en València, pero durante la presentación de la película conectaron vía Skype con él. El director también atiende desde su ciudad, Duhok, a eldiariocv.es.

El equipo del festival la Cabina lo invitó para que viniera el pasado 20 de noviembre a presentar su último documental Facing death with wirecutter. Sin embargo, pese a sus intentos, no pudo obtener los documentos necesarios para entrar en España. ¿Qué ocurrió?Facing death with wirecutter

Intenté hacer todo lo posible por conseguir un visado para ir a València, pero no fue posible. Desde el año 2014, desde que está el DAESH, no nos permiten entrar a España ni a otros muchos países del mundo, ni siquiera viajar para ir a un festival de cine como invitado y volver. Fui al consulado español para preguntar qué documentos hacían falta para conseguir el visado, pero acabaron diciéndome que no les iba a dar tiempo a tramitar los papeles. En un principio en el consulado me dijeron que debía ir a Ankara (Turquía) o a Amán (Jordania) para hacer una entrevista, pero no podía hacer ese viaje solo para eso.

Si hubiera podido ir a presentar la película a València, ¿qué habría contado?

Aunque no pude estar físicamente, sí que pude hablar por Skype durante la presentación de la película en el festival La Cabina. Y lo que quería transmitir era la realidad de los peshmerga, que en su día a día se enfrentan a la muerte y al DAESH con un simple alicate para defender a los civiles. Quería mostrar las huellas de lo que dejaron los terroristas a su paso por Irak y la gravedad de los crímenes que también van dirigidos a los niños, ya que incluso ponen bombas en juguetes y en peluches.

¿Por qué decidió acompañar durante el rodaje al equipo militar de los peshmerga?

El documental está grabado entre 2014 y 2017. Al fotografiar y documentar las misiones me di cuenta de que cada segundo de esta película representa una historia entera. En la película únicamente uso segundos para mostrar escenas que duran horas y lo que finalmente sale sólo es una pequeña parte de la realidad. Los peshmerga son gente leal que usa pequeñas herramientas para quitar dinamita, se sacrifican para proteger a la gente y luchan contra la más peligrosa organización del mundo. Al mismo tiempo, los peshmerga tienen niños y familias y, aún así, sacrifican sus vidas por defendernos a todos del DAESH aunque sepan que, si cometen un error, es muy probable que mueran. Este problema no sólo lo tenemos en Kurdistán, en otros sitios del mundo también. Yo quería estar cerca de ellos para documentar sus misiones y el buen trabajo que hacen. Quería que todo el mundo viera que la guerra es mala y especialmente las bombas que pueden permanecer muchísimos años después de la guerra enterradas o escondidas.

¿Por qué el DAESH dejó tantas bombas en esa zona?

Cuando DAESH atacó la frontera de Kurdistán sabían que esta tierra no estaría en su control para siempre, así que empezaron a poner bombas en las casas, en las mezquitas, en los hospitales, en las escuelas, en las casas, en los jardines, en los caminos… No las pusieron por el aire porque no podían, pero también hay artefactos que desprenden gases venenosos.

En el documental se explica que, quince minutos después de grabar una escena con el capitán Shivan Seeto, una bomba enterrada lo mató. Y se añade que no fue el único que murió durante el rodaje. ¿Cómo es coger una cámara en esas condiciones?

Tres murieron durante el rodaje, pero son muchos los que han muerto durante las misiones. Para mí son gente muy cercana, son amigos míos y tengo vídeos de las muertes que nunca usé en la película porque el sentido era horrible y terrible. Hay cosas que grabé que no se pueden enseñar nunca. Es demasiado fuerte mostrar eso. Sus cuerpos se quedan destrozados. Un miembro del equipo murió al estallar una bomba y tuvimos que recoger su cuerpo y meterlo dentro de una bolsa para enterrarlo. Su familia nos dijo que querían verlo por última vez antes de enterrarlo, pero no podían verlo así y por eso lo metimos en una bolsa. ¿Cómo vas a poner una cosa tan horrible en una película?

¿Volverá a acompañar a los peshmerga a alguna de sus misiones para grabar una película?

No, no voy a hacer una segunda parte. Cuando grabé esta película todos los días veía esas imágenes de explosiones y estaba con ellos en las batallas, pero también dormía, bebía, comía con ellos e hice muy buenos amigos. También muchas veces vi situaciones muy graves donde la vida y la muerte solo están separadas por milímetros y segundos. He puesto mis pies en sitios donde había bombas y me han salvado muchas veces durante el rodaje.

¿Y tiene pensado continuar haciendo películas?

Tengo muchas ideas y historias, pero ahora no puedo llevarlas a cabo. Los artistas en Iraq no encuentran apoyo suficiente para desarrollar sus obras. Esta película fue muy dura de hacer y ahora mismo nadie me ayuda ni me apoya, ni siquiera puedo conseguir un visado para viajar a España a presentar el documental. Es más fácil grabar una película entre guerras y bombas que conseguir un visado. Y no es sólo mi situación, es la de mucha gente.

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