Tras el voto viene la calma
“Rebrota com la fulla. S’acomoda
llarga,o breument, al ritme que governa
el temps fet a l’espera –imprescindible–
per quallar la veritat dels somnis
incessants, contra el ràfec que amenaça“.
Matilde Lloria. ‘Lloc per a l’’esperança’. València, 1975
La Comunidad Valenciana ha asumido el papel de decisiva y definitoria en el tablero político hispano. Nada más absurdo, incierto y perjudicial para el País Valenciano. La realidad es que el ente autonómico valenciano ha sido utilizado –con permiso de los partidos domésticos– a modo de mascota folclórica y frívola mientras se obvian los problemas fundamentales del territorio y sus habitantes. Financiación, inversión, infraestructuras, geoestrategia, medioambiente, Arco Mediterráneo, corredor ferroviario, Puerto y Feria de València o cultura son conceptos que habrían de sonrojar a los dirigentes de los partidos con arraigo doméstico y actitud sucursalista hacia los partidos dominantes y centrípetos con sede en Madrid.
Marionetas
Sin la financiación suficiente y adecuada a las necesidades de la población –cinco millones– valenciana, el propagado Estado autonómico que consagró la Constitución del 78 no es más que una pantomima que mantiene paralizado al País Valenciano en el contexto español y europeo. Los logros y las excepciones provienen de la capacidad creativa y laboriosa de sus pobladores y de la ubicación geoestratégica en el centro del litoral mediterráneo que reúne condiciones inmejorables para la comercialización y la actividad logística. Una certeza: el País Valenciano sólo interesa a los gobiernos del Estado y a los poderes fácticos en función de su utilidad compensatoria –frente al soberanismo vasco y catalán–, su capacidad consumista –5.000.0000 de bocas y maniquíes que vestir–, su aportación tributaria y sus condiciones de destino turístico bonancible para otras zonas de España –Madrid, Euskadi–, climatológica y paisajísticamente menos agraciadas.
Cuando seamos iguales
Estas elecciones de mayo de 2023 se pintan con los atributos de apocalipsis como un antes y un después. En el País Valenciano se han querido tipificar de plebiscito tipo para el conjunto español. Al día siguiente del recuento, el lunes 29, los ciudadanos iniciarán una nueva jornada bajo: “mane qui mane alçat matí”. El análisis sociológico aflora una minoría politizada, otra oleada indiferente y un espectro que participa en los comicios con la convicción de que, desde los aledaños, participa en una causa en liza. Convencidos de que su entusiasmo será decisivo por medio del voto y de la pasión aportada. Hay un amplio abanico de ciudadanos involucrados que defienden sus intereses convencidos de que quienes gobiernan hasta ahora son los culpables de sus desgracias. Para estos, que son bastantes, el cambio es necesario como la atmósfera que respiran: los cesantes y los aspirantes a un puesto de trabajo o a una prebenda, los gestores de los partidos que serán evaluados por los resultados y los militantes que se imaginan artífices del éxito y nunca del fracaso. Quien afirma de antemano que sabe quién gana y quién pierde en estas elecciones, miente. Los listillos que tienen la ilusión de que se ahorrarán en impuestos lo que otros desgraciados tendrán que pagar. La bola está echada.
A merced de los políticos
Habrá quien piense que ha ganado o perdido en la competición. Al mismo tiempo hay un segmento del electorado que no se siente implicado con las fuerzas políticas aspirantes. o las desconoce. Ignacio Sánchez Cuenca, catedrático de Ciencia Política, ha diagnosticado en ‘El desorden político' que el sistema democrático padece la enfermedad del caos por carecer de entidades intermedias independientes de la sociedad que ejerzan su cometido con solvencia y responsabilidad. El profesor Sánchez Cuenca se centra en partidos políticos y medios de comunicación, que están en crisis por la polarización excesiva de sus cometidos, los primeros, y los segundos, por el alejamiento de la misión informativa para que la opinión pública pueda reaccionar frente a los excesos del poder. Junto a estos dos pilares fundamentales e imprescindibles, además de partidos y medios, hay un cúmulo de entes intermedios de la sociedad: consejos jurídicos consultivos que no sirven para nada y cuestan mucho ( los vascos los han suprimido), Cámaras de Comercio desnaturalizadas, organizaciones y foros empresariales, patronales, sindicatos, academias de artes, ciencias, historia, de la lengua, de cultura, clubes deportivos y náuticos, ateneos y sociedades, que viven todos de fondos públicos. De nuestros impuestos. Estamos ante el fenómeno de descrédito de la actividad política–muy peligroso–que repercute en la debilidad de la sociedad actual . Suspende sobre las cabezas de los ciudadanos el peligro creciente de un sistema carcomido por la perversión de los partidos políticos. A su vez los partidos tienen un ansia desmedida de controlar estas entidades, impedir que cumplan con su razón de ser y supeditarlas a la trama siniestra de los grupos de presión económico-financiera, política, confesional, cultural-universitaria y de apariencia filantrópica desinteresada.
Poder valenciano
En el País Valenciano hay un segmento amplio de ciudadanos que ha comprobado a lo largo de los 45 años de Transición a la democracia, que se contabilizan en España, carecen de una red político- social-cultural para la defensa de la causa valenciana y de los intereses de sus protagonistas. Las elecciones de mayo de 2023–autonómicas y municipales– son, se pinte como se pinte, un torneo polarizado entre dos bloques dominados por fuerzas políticas centralistas: PP-Vox- restos de Ciudadanos y PSOE-Podemos-Izquierda Unida, más las confluencias. Las demarcaciones centrífugas y periféricas, defienden como pueden su identidad territorial o grupuscular, sin posibilidad de llegar nunca a cumplir sus objetivos por las trabas que se les imponen en la legislación electoral vigente, que favorece la división provincial, el beneficio de la España mesetaria y el despotismo de las mayorías.
El cerco: sus frentes
Los habitantes del País Valenciano tienen varios frentes en los que medir sus fuerzas y defender sus intereses. El contencioso centro-periferia que nunca se resolverá sin la implicación manifiesta y decidida de los partidos políticos de adscripción valenciana. Las relaciones y el reconocimiento con otras zonas de España, especialmente con las autonomías limítrofes: Aragón, Castilla La Mancha, Murcia, Catalunya y Baleares. La reindustrialización distribuida y equilibrada en las comarcas para dotarlas de autosuficiencia y estabilidad: La Vall d’Albaida, La Costera, La Safor, La Marina, Camp de Morvedre, La Ribera o L’Alcoià y L’Alcalatén. Las implantaciones de macro factorías y multinacionales (Ford, baterías de Volkswagen, Alston, Siemens), siempre bienvenidas, no dotan al País Valenciano de crecimiento y mano de obra estables: ¿que queda de los restos del gigante informática IBM en Pobla de Vallbona? La modernización y tecnificación del sector agroalimentario. La potenciación del comercio exterior ajustado a las necesidades y características de los sectores productivos. La consecución de un modelo económico dotado de productividad y competitividad para avanzar y crecer en un contexto económico sin concesiones. El logro de un patrón turístico adaptado a las características de la oferta autóctona que tienda a la captación de demanda vacacional en la que prime la calidad sobre la cantidad. La recuperación de Ferias y Cámaras de Comercio, actualizadas y rentables para los intereses generales de economía. No únicamente para que cobren unos cuantos, además de tapar bocas de ex presidiarios y condenados a prisión por corruptos..
Negar la cultura
En los actos políticos principales para el futuro del País Valenciano: la disertación de Ximo Puig, candidato a la presidencia de la Generalitat y la comparecencia de Joan Ribó, aspirante a repetir en la alcaldía de València. Se boicoteó, salvo dos honrosas excepciones, a Ribó, alcalde electo del Cap i Casal en dos legislaturas por parte de los empresarios. Asistieron atentos en primera fila – Salvador Navarro (CEV), y José Vicente Morata (Cámaras)-- a la disertación del presidente Puig, presentado por Cristina Plumed, vicepresidenta de la CEV (sic). En ninguna intervención se escuchó la palabra “Cultura”. Ni para bien ni para mal. Silencio.Tampoco en los debates radiofónicos y televisivos se habla de la importancia y la trascendencia de la cultura y sus implicaciones en la vida de los ciudadanos. La Comunidad Valenciana arrastra un retraso notable en materia cultural que afecta a los fundamentos y a la ilustración de la sociedad. Los valencianos tienen un déficit en la utilización, además de la lengua valenciana, de otros idiomas, hoy imprescindibles, para que los valencianos se homologuen a la media europea, académica y profesionalmente con el resto de territorios avanzados con los que necesariamente se ha de competir. ¿A qué obedece la reincidencia en ignorar la cultura como primer motor del conocimiento y el saber? Muchas alusiones a los patinetes, a la peatonalización, a las baterías de Sagunt, a las bicis, a la ampliación de muelles portuarios para contenedores y cruceros, a la movilidad ciudadana que avanza hacia donde van todas las ciudades modernas. Nada sobre el grave déficit cultural en la formación y en la oferta ciudadana. Que este apartado no sea un adorno accesible únicamente para quienes tienen alto poder adquisitivo y recursos para viajar.
Voto comprometido
Para que los valencianos puedan salir del callejón sin salida en que se encuentran han de calibrar su voto. Hay un riesgo de tergiversación en la creciente ocupación por parte de los agentes económicos privados (AVE) de los espacios vacíos que dejan las administraciones públicas (primer motor cultural, Cámaras, Ferias, Puertos, reivindicaciones, rehabilitaciones, restauraciones, formación empresarial, premios, foros de estudio y reflexión) por incompetencia e incapacidad financiera. La sociedad valenciana permanece inerme ante los peligros que no advierte por desconocimiento y apatía. Las decisiones trascendentales se han de tomar desde el País Valenciano o con el conocimiento y la participación de lo que se llama ‘sociedad civil’ y las instituciones que conservan su independencia. Se necesitan partidos políticos de obediencia valenciana que cubran todo el espectro ideológico: desde las posiciones de la izquierda a la derecha conservadora, pasando por el centro liberal. Sin concesiones a la corrupción sistematizada ni al centralismo esterilizador. Madrid es un desmedido triturador de ambiciones e iniciativas al margen de las ideologías. El ansia de poder no conoce límites si no se le imponen. Desconfiar de quien no actúa en clave valenciana.
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