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El Pinar de Castelló: ciudadanía hacinada y golfistas a sus anchas

Imagen de la parte de acceso público del parque del Pinar del Grau de Castelló.

Belén Toledo

Castellón —

Domingo de principios de junio, 16:00 horas. Un paseo junto al parque del Pinar de Castelló muestra un espacio abarrotado de gente. Mesas de picnic a rebosar, toldos repletos de globos que indican la celebración de un cumpleaños, columpios ocupados por niños de todas las edades, caminos entre los árboles salpicados de personas que transportan sillas plegables y padres que intentan controlar las bicicletas con ruedines de sus hijos pequeños.

Al principio del parque, destacan los paelleros, todavía humeantes con los últimos turnos de familias que usan esta solicitada instalación. Si se recorre la acera que discurre paralela a este pequeño bosque urbano, el caminante se encuentra con un cambio de paisaje. Sigue habiendo pinos, pero están rodeados de una alfombra verde y acompañados de alguna que otra palmera. Es un campo de golf.

Los dos espacios están separados por una valla. La parte de acceso libre -la de los paelleros y las familias de picnic- ocupa 13,5 hectáreas y alberga en esa tarde de domingo un número incontable de personas. El espacio del campo de golf mide 21,5 hectáreas y está siendo usada en ese mismo momento por menos de 20 deportistas.

“Exceso de visitantes” en la parte pública

El contraste entre las dos partes del parque es todavía más llamativo si se tienen en cuenta los datos del propio Ayuntamiento. El 8 de mayo, el Boletín Oficial de la Provincia publicó el plan de usos de este espacio. En este documento, el consistorio deja patente el “exceso de visitantes en fines de semana durante casi todo el año” en la parcela de acceso libre.

Esto provoca conflictos entre usuarios (“el uso de los paelleros es a menudo causa de problemas porque hay pocos lugares para la gran demanda”, explica). Y también una merma de los valores ecológicos porque “la presión humana se transmite hacia la flora y fauna”, de manera que “se encuentran a menudo árboles y arbustos a los que han arrancado ramas para quemarlas a los paelleros, ardillas muertas, etc.”.

Del señor feudal a Sorolla

El problema es que hay muchos visitantes y poco espacio. En cuanto al primer factor, no es algo nuevo. El Pinar del Grau es un lugar de acceso público y uso comunitario desde la Edad Media. En 1365, el señor feudal de Castelló, Enrique de Trastámara, vendió este espacio al Ayuntamiento porque necesitaba dinero para enfrentarse a su hermano, Pedro I el Cruel, en la lucha por el trono de Castilla.

Desde entonces, El Pinar ha sobrevivido como espacio de acceso libre. Incluso se salvó de las desamortizaciones del siglo XIX, que convirtieron tantos bosques comunales en propiedades privadas. Desde 1365, los castellonenses han usado este espacio para obtener leña y otros recursos y, sobre todo, para divertirse.

El “veraneo de los pobres”

Para entenderlo, basta con acercarse al libro Crónica de Castellón, del cronista oficial de la ciudad Antonio José Gascó Sidro. El autor describe cómo “el Pinar del Grau en la sociedad local agraria de los siglos XVIII y XIX fue ámbito de las las excursiones playeras los domingos, al lomo del animal o en el soto del carro en tiempo de Pascua o en el estío, constituyendo el llamado ‘veraneo de los pobres’”.

Igual que ahora, este bosque fue usado por las clases populares. Y también por los intelectuales. Gascó describe cómo fue el escenario elegido por famosos pintores, incluido Joaquín Sorolla, al que se le organizó una comida homenaje en el Pinar.

En definitiva, la saturación de este espacio no es exclusiva de nuestros días. Lo que sí es una novedad histórica es que el Pinar de uso público haya sufrido una restricción de espacio. Es decir, que más de la mitad del parque esté hoy en día privatizado y ocupado por un Club de Golf.

La explicación está en el franquismo. Según podemos leer en la Crónica de Castellón, el uso comunitario de este bosque, que sobrevivió a los avatares del final de la Edad Media, la Edad Moderna y la Edad Contemporánea, tuvo un brusco final en la década de los 50 del siglo XX.

Un hombre bien relacionado

Fue entonces cuando apareció en escena el empresario Ángel Pérez de Leza. Era un hombre “muy vinculado a las grandes instituciones del poder y en concreto al ministerio de Información y Turismo”, explica Gascó. Impulsó la creación de la marca “Costa de Azahar”, con la que Castelló debía entrar en el desarrollismo turístico de la época.

El alcalde del momento, José Ferrer, consintió en la “cesión del pinar del Grau a empresas particulares, para ser convertido en un campo de golf”, explica la Crónica de Castellón. Otra parte del hasta entonces bosque acabó convertido en villas unifamiliares de lujo gracias a la expropiación de terrenos, una parte de los cuales fueron adjudicados en subasta a Pérez de Leza.

Una consecuencia de esta operación es que “se ven los primeros bikinis en la playa de Castellón”, cuenta la Crónica. A cambio, las clases populares pierden el acceso al Pinar después de casi seis siglos de uso comunitario. “Estaba todo cerrado y privatizado. Reservado a gente muy rica, que era la que entonces jugaba al golf”, recuerda Toni Porcar, concejal del Bloc en el Ayuntamiento entre finales de los 70 y principios de los 80.

Sin Pinar y con contaminación

El cerrojazo al Pinar causó gran malestar popular, potenciado por la implantación de una fábrica de abono de la compañía Fertiberia en el barrio durante la década de los 60. Era tan contaminante que el propio alcalde de la época se opuso, pero tuvo que claudicar ante el ministro franquista del ramo (que después se convertiría en presidente de esa misma empresa de fertilizantes, según relata Gascó).

De este caldo de cultivo surgieron las protestas ciudadanas con el lema “El Pinar per al poble”. “Había manifestaciones, pegatinas, eslóganes, carteles y muchas pintadas. Todavía debe quedar alguna pintada de las nuestras”, recuerda Vicent Pitarch, edil de Esquerra Independent de Castelló a principios de los 80.

La presión popular llevó al alcalde socialista, Antonio Tirado, a plantear un pleito por el que consiguió recuperar una parte del Pinar para el acceso libre. El parque todavía vivió un último mordisco en 2001 cuando el alcalde del PP José Luis Gimeno autorizó la construcción de seis villas de lujo en el terreno ocupado por el campo de golf.

Sin cambios en el horizonte

Hoy en día, sigue en pie la valla que separa el campo de golf de la parte pública. Según el Ayuntamiento, “está vigente un contrato de colaboración entre el Ayuntamiento y el Club de Golf Costa de Azahar, que data de 1982” y que permite a la entidad privada mantener el uso de los terrenos. Ese acuerdo no estableció canon alguno, así que el Club ocupa el terreno sin pagar nada, más allá de “mantener a su costa las instalaciones deportivas del campo de golf en perfectas condiciones”.

El Consistorio no contesta a la pregunta de si este acuerdo tiene fecha de caducidad a partir de la cual se pueda plantear la reversión de este espacio al uso público. Sí añaden que su prioridad ahora es mejorar la parcela del Pinar con acceso libre, una demanda recogida en el Pacto del Grau, el documento que establece las prioridades de la legislatura y que fue pactado por el Gobierno local (formado por PSPV y Compromís) y su socio desde la oposición (Castelló en Moviment) en 2015.

Por su parte, el Club de Golf Costa Azahar -que reconoce la labor de “diseñador” de Ángel Pérez de Leza en su página web- ha contestado a la solicitud de información de eldiario.es por correo electrónico. El Club defiende que sus instalaciones son punteras en “innumerables torneos nacionales e internacionales” y suponen una oportunidad para que los castellonenses practiquen este deporte.

Una decisión “acertada”

La entidad asegura que la afluencia al club es muy alta. Detallan que tienen 736 socios, 97 de ellos niños y adolescentes. Y “48.000 personas” utilizan anualmente sus instalaciones de golf, padel y tenis.

Sin embargo, el Club de Golf no aclara los detalles del contrato público que le permite ocupar los terrenos del Pinar en la actualidad. A la pregunta de cuál es la fórmula jurídica concreta, la respuesta fue que “desde hace 60 años el Ayuntamiento acertadamente apostó por este deporte en Castellón”.

“Gracias a ello desde tan solo 58 euros al mes cualquier castellonense puede disfrutar del deporte y el entorno de la ciudad. A su vez los niños por solo 15 euros al mes disfrutan en familia del deporte fomentando así la práctica de éste en familia y en un entorno saludable”.

Entre los paelleros y el golf

Hoy, el Pinar transita su séptimo siglo de vida como espacio comunitario con unas medidas bastante mermadas. De las 200 hectáreas que llegó a ocupar (llegaba hasta la restinga litoral), hoy los árboles pueblan sólo 35. Y de esas, menos del 40 % son de uso público.

De momento, sólo Castelló en Moviment ha pedido que se intente la recuperación del 60 % privatizado. Lo demás es un manto de olvido que ha caído sobre este asunto en los 40 años que han pasado desde aquellas movilizaciones de “El Pinar per al poble”.

La lucha vecinal en el recuerdo

Teresa Ruiz Soler, histórica activista vecinal del Grau y primera presidenta de la conocida asociación El Faro en los años 70, recuerda aquellas protestas de la Transición “por el Pinar y contra Fertiberia”. “En el Grau siempre salen plataformas de protesta como ahora la de Frenem la Contaminació porque no nos sentimos defendidos por el Ayuntamiento y las autoridades”, se lamenta.

Ruiz Soler es escritora. Buscando en su archivo, encuentra el alegato que leyó en una fiesta multitudinaria en defensa del parque en el año 2000. El acto formaba parte de una protesta ciudadana contra la recalificación de una parte del Pinar para construir viviendas por parte del Gobierno local del PP.

El texto cuenta la “historia de amor” de “este pueblo” con el Pinar. Y acaba con un lamento y una arenga: “Ens han furtat moltes coses en el transcurs d´aquests anys. Ja ha arrivat el moment en que tu i jo, pinar, ens diguem prou”.

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