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No es sexo, es poder

Raquel Miralles

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Es difícil saber si estamos en una nueva ola o si el feminismo simplemente está de moda, pero lo cierto es que se están empezando a romper muchos silencios. En Estados Unidos, miles de personas recorrieron las calles de Washington en la Marcha de las Mujeres para protestar contra Trump. En España, hubo numerosas concentraciones de apoyo a la víctima de La Manada. Suecia salió a la calle para repudiar las violaciones en grupo que conmocionaron al país. En Pakistán, cientos de personas se manifestaron durante varios días por el asesinato y violación de una niña de siete años. El abuso sexual, a Harvey Weinstein, le ha costado la carrera. Acciones, no palabrería, que diría Betty Friedan. Ha llegado la hora, porque no son casos aislados.

Según la macroencuesta oficial de 2015, el 13,7 por ciento de las españolas ha sufrido violencia sexual -abusos y agresiones- por parte de sus parejas, familiares, amigos o desconocidos. Se denuncia una violación cada ocho horas. Y, según los expertos, solo se denuncia una de cada seis. Las mujeres hemos sido educadas para sentir la culpa y la vergüenza. Desde pequeñas, interiorizamos que evitar las agresiones sexuales es nuestra responsabilidad. Ya saben, no vayas sola, no provoques, no te pongas una falda demasiado corta, no bebas más de la cuenta. Además, las que deciden dar el paso y denunciar, se enfrentan a un proceso lleno de prejuicios y de dudas sobre su testimonio.

El acoso sexual es todavía más invisible, pese a que lo sufren la mitad de las españolas, según un estudio de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales. Los tocamientos indeseados, los comentarios sexuales ofensivos, las insinuaciones inapropiadas o incluso, las conductas exhibicionistas ocurren con tanta frecuencia que se han convertido en parte de la experiencia diaria de nuestras vidas. Si eres mujer, es lo que hay. Y más vale que te acostumbres pronto y sin montar dramas o te convertirás en una puritana, exagerada y amargada.

Pero no nos engañemos, que tu pareja se enfade si no tienes relaciones sexuales con él, que un desconocido decida acompañarte en tu camino de vuelta a casa una noche o que un grupo de hombres se tome la libertad para comentar tu físico no tiene nada que ver con la libertad sexual, ni con la galantería masculina. No busca agradar, sino recordarnos cuál es nuestro papel en la sociedad patriarcal. Y que nos hayamos acostumbrado a esta realidad injusta no implica que no valga la pena denunciarla. No podemos permitir que sea una parte de nuestra rutina. No se trata de sexo, sino de poder y lo que produce es miedo, inseguridad e inferioridad.

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