Onicofagia: estos son los riesgos de morderse las uñas

Onicofagia, un hábito que prevalece en el 10% de los adultos mayores de 35 años.

Eric Santaona

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Según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), la onicofagia, el vicio de morderse las uñas, “puede ser una manía o tener una causa emocional y conductual” y “es más frecuente en los niños, pues lo presentan un 30% de ellos entre los siete y diez años, y puede llegar al 45% de los adolescentes”. 

Suele disminuir en la edad adulta, aunque según el artículo Intervención conductual en un caso de onicofagia, publicado en la revista Enseñanza e Investigación en Psicología, alrededor del 25% de los estudiantes universitarios y aproximadamente un 10% de los adultos mayores de 35 años se muerden las uñas de manera compulsiva.

No grave, pero poco saludable

Si bien no se trata, en la mayoría de los casos, de un problema grave, sí es un hábito poco saludable que es mejor evitar. Además de impedir realizar algunas actividades cotidianas de manera normal (coger con los dedos ciertos objetos o desenganchar una etiqueta), morderse las uñas también puede provocar algunos problemas de salud como infecciones bacterianas, verrugas alrededor de la uña, sangrados y daño permanente en la uña.

Por otro lado, con los años, la onicofagia se automatiza de forma inconsciente, se convierte en una rutina mecánica y en muchos casos es una válvula de escape frente a situaciones que requieren reducir la tensión.

Potenciales riesgos para la salud

Además de las limitaciones que implica no tener una parte, aunque sea mínima, de las uñas, las consecuencias negativas más importantes son físicas. Si cortamos las uñas de manera continua, impedimos que crezcan bien y, cuando el problema es muy acusado, se pueden crear microtraumatismos que alteran la anatomía de la uña.

Cuando se estiran las cutículas, se producen pequeñas heridas que pueden provocar panadizos, que son infecciones bacterianas de los tejidos blandos del dedo, lo que se conoce como pulpejo, que se endurece y provoca dolor. Este se inflama haciendo bolsas de pus que deben drenarse. En ocasiones la infección puede afectar al hueso (osteomielitis) o al tejido tendinoso.

La onicofagia también puede dar lugar a uñas encarnadas, que son crecimientos anómalos de la uña hacia el interior del tejido y que hacen que el dedo se inflame y duela.

Por otro lado, cuando se muerde la cutícula o el repliegue periungueal, además, pueden entrar agentes infecciosos bacterianos, virus u hongos. También pueden aparecer verrugas alrededor de la uña. Si es así, hay que tener especial cuidado porque la verrugas nacen a raíz del virus del papiloma humano (VPH).

Este a su vez puede extenderse desde la boca al resto del cuerpo e incluso infectar a otras personas en el sexo oral, con el consiguiente aumento de riesgo de cáncer de útero en las mujeres.

Daños en la dentadura

Además, la onicofagia puede causar molestias en la dentadura y en las encías. Uno de los problemas bucodentales es el desgaste de las dientes, ya que este hábito puede producir una pérdida del esmalte, microtraumatismos en los incisivos e, incluso que estos se rompan.

Cuando nos mordemos las uñas, los dientes suelen chocar entre sí y esto puede provocar astillamiento. En la mayoría de los casos, las uñas pueden provocar heridas en las encías y, si estas se complican, originar periodontitis.

También se puede originar una maloclusión, que es una deformación de la disposición de la dentadura, lo que provoca que al apretar los dientes, estos ajusten mal y se generen sobrecargas, contracturas y desgaste, que se deben solucionar con una ortodoncia.

Desde la página de la clínica dental de Adeslas señalan que “morderse las uñas también puede debilitar las raíces de los dientes y hacer que el hueso de los maxilares se reabsorba, lo que significa que el diente o los dientes afectados se muevan y acaban perdiéndose”.

Adicionalmente añaden la gingivitis a los riesgos, ya que “una gran cantidad de suciedad y gérmenes quedan atrapados debajo de las uñas y, al mordérnoslas, las bacterias son transferidas a la boca, lo que puede provocar enfermedades de las encías”.

Causas

Las principales causas de la onicofagia son de origen psicológico y situaciones de ansiedad, nerviosismo, depresión, angustia o aburrimiento. En la mayoría de los casos, lo que empieza a ser una manera de descargar la tensión se convierte en una costumbre y un hábito que puede durar toda la vida.

También puede ser un motivo de sufrir onicofagia el estrés ocasionado durante los periodos de exámenes, durante entrevistas de trabajo, y también momentos de cambios drásticos como divorcios o muertes de algún ser querido.

Identificar la causa por la que uno se muerde las uñas es importante para ayudar a trazar un plan para evitarlo. Un estudio realizado por expertos de la Universidad de Montreal, Canadá, en 2015 determinó que hábitos como morderse las uñas o tocarse el pelo de manera reiterada pueden ser un síntoma de ser una persona perfeccionista que se frustra con facilidad.

La investigación concluyó que las personas con un historial de comportamientos repetitivos tienen una tendencia a actuar de manera compulsiva cuando se sienten estresados o frustrados. Según los expertos, rasgos como rabia, baja autoestima, timidez o frustración pueden llevar a padecer onicofagia.

Tratamiento

Es muy difícil tratar este mal hábito, porque no a todo el mundo le funciona el mismo remedio y porque, como todo hábito que genera consuelo momentáneo, es muy difícil de evitar. Algunos tratamientos físicos, como los productos tópicos, esmaltes que pintan las uñas y tienen mal sabor, no han acabado de funcionar bien.

Los especialistas señalan que la solución más eficaz para acabar con este hábito se encuentra en el campo de la psicología cuando se trata de casos graves. Algunos expertos también consideran que no se trata de un síntoma aislado sino de un grupo de síntomas, lo que dificultaría su eliminación.

En la mayoría de las ocasiones, morderse las uñas no conlleva efectos secundarios graves, aunque ello no significa que no deban tomarse medidas para intentar acabar con él:

  • Identificar las situaciones que crean más ansiedad y estrés.
  • Mantener las uñas cortadas. Cortar las uñas y hacerlo correctamente (cortarlas rectas) ayuda a muchas personas a no ponérselas entre los dientes. La idea detrás de este método es sencilla: cuanto menos haya que masticar, menos podrá morderse. Limarlas también puede ser una buena medida preventiva.
  • Buscar alternativas como mascar chicle (aunque sin abusar) o mantener las manos ocupadas, por ejemplo, con una pelota antiestrés.
  • Frenar y evitar los movimientos involuntarios como acercarse la mano a la boca o jugar con los dedos.
  • Empezar poco a poco, poniéndose retos pequeños. Por ejemplo, y tal como sugiere la Academia Americana de Dermatología, puede ayudar centrarse primero en un solo dedo, o incluso una sola mano. A medida que se vayan consiguiendo los retos, se irá avanzando hasta conseguir el objetivo.
  • En casos severos, buscar apoyo psicológico.

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