Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.
¿Qué significa acabar con Hamás?
La pretensión de acabar con Hamás equivale a una guerra indefinida en la franja de Gaza. Es posible que más allá de la franja, pero, en todo caso, en la franja de Gaza. Ni los habitantes de Gaza están dispuestos a evacuar el territorio, ni los países vecinos árabes están dispuestos a recibirlos dentro de sus fronteras. Como consecuencia de ello, si la estrategia de Israel es acabar con Hamás, tendrá que ocupar Gaza para hacer un deslinde entre los habitantes de la franja, identificar a los militantes de Hamás e ir acabando con ellos. Si no se prescinde por completo o incluso de manera sustancial de las normas internacionales vigentes para estos supuestos bélicos, es decir, si se respeta mínimamente a la población civil de Gaza, la operación de deslinde no es que vaya a consumir mucho tiempo, sino que no va a acabar nunca. Si se prescinde, también, aunque inicialmente no parezca que vaya a ser así. ¿En qué momento puede llegar Israel a estar seguro de que nunca más podrá ser atacado desde Gaza? Una vez finalizada la ocupación, ¿habrá podido dejar en Gaza un Gobierno con autoridad para dirigir políticamente el territorio desocupado y evitar que se reconstituya un grupo armado como Hamás?
Las preguntas se responden por sí mismas. Hamás, con ese nombre o con otro, no va a dejar de existir mientras el Gobierno de Israel continúe tratando a los palestinos de la forma en que lo viene haciendo desde hace decenios y cada vez con más brutalidad. El objetivo que persigue Israel es inalcanzable y tiene, además, un coste reputacional enorme. En los días transcurridos desde el pasado 7 de octubre, hemos podido ver simultáneamente unas muestras de solidaridad considerables con Israel por parte de los Gobiernos de lo que se llamaba el “mundo occidental” y unas muestras de solidaridad también considerables de los ciudadanos de esos países occidentales con los habitantes de Gaza. El divorcio entre los gobiernos y los ciudadanos es previsible que vaya a más si Israel decide definitivamente entrar en Gaza y poner en práctica su estrategia de “liquidación” de Hamas. ¿Hasta cuándo podrán los Gobiernos occidentales prohibir las manifestaciones o imponer multas a los portadores de banderas palestinas? ¿Hasta cuándo podrán mantener la hipocresía de enviar armas a los israelíes y comida y medicina a los palestinos, sin condición de ningún tipo en el primer caso y sometido al control del Gobierno de Israel en el segundo?
La asimetría entre Israel y Hamás es enorme y no va a dejar de serlo previsiblemente durante mucho tiempo. Pero la prolongación de la guerra juega a favor de Hamás, como daba a entender Yuval Noah Harari en el Washington Post el pasado 20 de octubre: 'Is Hamas winning the war?' ('¿Está Hamás ganando la guerra?'). Israel necesita una paz estable con los países árabes, haciendo abstracción del problema palestino. Hamás necesita que no haya paz estable sin la inclusión en la misma del problema palestino. A ello obedece la incursión terrorista salvaje del pasado día 7. “Impedir la paz” es el objetivo de Hamás. Impedir una paz de la que queden fuera los palestinos, se entiende. “Lo que”, en palabras de nuevo de Yuval Noah Harari, “hubiera sido el mayor logro del primer ministro Benjamín Netanyahu en toda su carrera”, ha sido el objetivo del ataque terrorista de Hamás.
Y por eso es por lo que el profesor israelí se pregunta quién está ganando la guerra. Porque el éxito o el fracaso de esta guerra, añade, no se va a medir en si mueren más palestinos o más israelíes, sino en quién va a alcanzar el objetivo político que persigue. O Israel corrige la posición que ha adoptado o va camino de perder la guerra por mucho que superen las víctimas palestinas a las israelíes.
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