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Arnau: No me gusta que me prohíban comer algo

Arnau: No me gusta que me prohíban comer algo
Madrid —

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Madrid, 14 mar (EFE).- Trece semanas aderezadas con muchos delantales negros y su correspondiente paso por el foso han culminado para Arnau con el título de ganador de “MasterChef”. Este barcelonés de 32 años, firme defensor del producto ecológico y de proximidad, afirma que no le gusta que le prohíban comer nada pero sí apuesta por un consumo responsable.

“Prefiero comer un filete que me cueste 9 pavos en vez de cuatro a dos euros, o comer menos cabrito pero que sea de proximidad. Hay que ir a un consumo más responsable, más sostenible; nos quejamos de la falta de calidad pero queremos comprar barato. Pero me gusta muy poco que me prohíban comer algo y no estoy a favor de prohibir a nadie”, dice en una entrevista telefónica con Efe.

Esa actitud ante la comida la mostró en el menú Origen con el que esta madrugada conquistó no sólo al jurado del concurso de La 1 sino al exigente David Muñoz, con tres estrellas Michelin en DiverXO (Madrid) y, precisamente, el cocinero que más admira: coca de recapte con crema de pimiento, berenjena asada y caballada; carabinero con salsa chili crab, pichón y aire de cilantro, y crema catalana con crumble de carquiñolis y helado de moscatel.

Lo argumentó en la necesidad de volver al respeto a la tierra y a los productores, de reconectar al comensal con el origen de lo que come.

“Nos importa un pimiento lo que comemos y no queremos cocinar. Tengo amigos que compran tomates por Amazon y me asusta, porque eso es perder totalmente el respeto por el producto y si te da igual con lo que cocines, el resultado será un desastre”, lamenta.

Él prefiere apostar por los ingredientes “sostenibles y de temporada”, como demuestra en El Molí La Vansa (Lérida), un espacio de eventos donde durante el verano se dan cenas basadas en el movimiento gastronómico Slow Food, que abandera la sostenibilidad y el producto autóctono.

“Somos productores de aceite de oliva virgen extra ecológico certificado y sé lo que cuesta producir una botella. Quiero que los comensales lo vean”, apunta quien prevé que el futuro de la alta cocina pasa por “tener un impacto positivo en la sociedad” a través de ingredientes que “no se esconderán tanto detrás de técnicas”.

Tras publicar su recetario y formarse en cocina el Basque Culinary Center de San Sebastián -dos de los premios de “MasterChef”, además de 100.000 euros- este comercial, que antes fue fontanero y trabajó en el sector financiero, tiene claro que cumplirá su sueño de dedicarse a la cocina, aunque no tanto si abrirá su propio restaurante.

“La hostelería ha cambiado mucho con la pandemia y lo del restaurante se tiene que ver, pero me siento cómodo trabajando en eventos, cáterin, formación o haciendo showcookings'”, aclara.

Con sus abuelas como referentes culinarias, partidario de hacer una “cocina muy sincera, de producto y con el 'punch' de la vanguardia” pero sin perder de vista la tradición, Arnau reconoce que parte de su victoria se la debe a superar las pruebas de eliminación del foso, que le han hecho “fuerte en cocina y en cabeza” y le permitieron llegar a la final “con los nervios templados”.

Templanza y una dialéctica muy convincente a la hora de 'vender' sus platos al jurado -lo que generó muchas bromas durante el concurso- han sido claves en el éxito de este catalán que, durante las trece semanas en las que ha compartido casa con el resto de aspirantes ha dedicado el tiempo libre a cocinar, estudiar y hacer deporte y “mucha meditación para estar bien de coco, porque 'MasterChef' exige mucho física y mentalmente”.

Otra experiencia vital que ha forjado su carácter, positivo y luchador, es el cáncer que superaron sus padres, experiencia que contó en la final.

Por ello se ve preparado para lo que le espera y no le asusta la fama que le puede dar un programa que ha cerrado su novena edición con un promedio del 15,1 por ciento de cuota de pantalla. “Gestionar una alegría es mucho mejor, un proyecto nuevo, una vida nueva, volcarme en lo que quiero... No me asusta, ¡vamos al lío!”.

Llevará a sus espaldas un concurso en el que sufrió momentos duros -“en el programa 5, cuando se fue María, que quedé hundido, pero Pepe (Rodríguez) y Jordi (Cruz) me animaron a sacar ganas y las saqué, fue un punto de inflexión”.

No se vio ganador hasta el duelo final, donde compitió con su paisana Meri: “Nunca me he visto ganador, en cada foso pensaba que me iba a casa”, confiesa quien reconoce que, como en la vida, diseñó para “MasterChef” una estrategia cuya máxima era “ir a por todas”.

Cumplió su promesa de, si llegaba a la final, cortarse la trenza que lucía desde que fue seleccionado como aspirante entre 70.000 candidatos -“se quedó en el plató, se dijo que se donaría para pelo, aunque es muy poco”, señala- y piensa celebrar su triunfo con su pareja, su familia y sus amigos, a los que conserva “desde parvulario”.

“Si Jordi me hace un descuentillo de grupo iremos al ABaC -bromea- aunque soy más de juntar a gente y tomarnos unas cañas y tapas que de fuegos artificiales”.

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