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'La Biblia negra de Mongolia', un libro kamikaze en el que “no se salvan ni los budistas”

Una de las ilustraciones de La Biblia negra de Mongolia

Francesc Miró

Si no parecen ser buenos tiempos para la sátira en nuestro país, peor pinta el panorama para quien decida crear un producto cultural con un discurso político sobre la religión. Hace unas semanas, la Asociación Española de Abogados Cristianos anunciaba que se iba a querellar contra el Ayuntamiento de Madrid por la representación de la obra Dios tiene vagina en Naves del Matadero. Según ellos, por ser “porno que se burla de la Semana Santa”. 

En los últimos tiempos, la asociación que preside Polonia Castellanos ha interpuesto hasta nueve denuncias por manifestaciones culturales de todo tipo que, a su modo de ver, han ofendido sus sentimientos religiosos. Ya fuere por procesiones reivindicativasexposiciones con cajas de fósforos con el mensaje “la única Iglesia que ilumina es la que arde”, recitales de poemas “blasfemos”, o por escribir 'pederastia' con hostias consagradas. Son tantas las acciones legales emprendidas contra el arte y el humor que no es de extrañar que haya quien prefiera evitarse polémica alguna y optar por formar parte de la espiral de silencio.

No es el caso de los creadores de Mongolia, a los que todo esto no parece importarles demasiado. A escasos días de Semana Santa han publicado La Biblia negra de Mongolia, un libro satírico que sigue la estela de otras publicaciones como El libro rojo de Mongolia. Esta vez cargando las tintas sobre los estamentos religiosos de nuestro país y el concepto de fe actual. Un artefacto cultural lleno de ingenio y mala baba sin miedo a ofender. Para quienes se indignen, el Padre Peroncho –un personaje ficticio interpretado por Darío Adanti– tiene un mensaje: “Yo les diría que compren el libro y luego lo quemen”.

Contra el pensamiento mágico

Para presentar el libro, los fundadores y directores de Mongolia citaron a los medios de comunicación en El Paticano, a modo de evidente y eficaz declaración de intenciones. Fundada el 28 de diciembre del 2012 por el humorista italiano Leo Bassi en el madrileño de barrio Lavapiés, se trata de una capilla de la Iglesia Patólica, una institución dedicada a la adoración de un pato de goma amarillo. Un lugar que celebra regularmente 'misas ateas' y acontecimientos como bodas y bautizos con su propia liturgia.

Allí, Darío Adanti y Edu Galán se caracterizaron como el padre Peroncho y el imán Salil Al-Salil respectivamente para realizar una antipresentación: una rueda de prensa en la que sus personajes denunciaban la existencia del libro y animaban a su quema y escarnio público.

“Este libro es una gran herejía y hará mal”, describía el Padre Peroncho, “más en esta época en la que los españoles de bien están llegando al poder para defender los valores de la cristiandad, el libre mercado, la propiedad privada y nuestra cuenta corriente”.

“La gente esta de Mongolia tienen una manía con la religión”, continuaba el personaje representado por el historietista e ilustrador Darío Adanti. “Se les ha escuchado decir en varias ocasiones que están en contra del pensamiento mágico”, proclamaba con un tono aleccionador propio de un sacerdote, “hasta han dicho también que, como materialistas, ¡creen que el pensamiento mágico ha quedado desfasado en el siglo XXI! ¡Que es más una torpeza que nos lleva al pasado que algo que nos brinde un futuro! Algo que, obviamente, nosotros no compartimos”.

Adanti, de hecho, cuenta con una larga trayectoria de trabajos en torno al dogma y el evangelio desde que en 2009 empezase la tira Las extrañas aventuras del niño Dios. Una genial historieta publicada durante años en El Jueves que apuntaba a la religión como concepto y la Iglesia como institución.

Pero, según ellos, “esta Biblia no solo ofende a la fe cristiana, sino a todas las religiones”. De la pluma de Galán y el dibujo de Adanti “no se salvan ni los budistas”. “¡Los pobres budistas, que ya ves tú que habrán hecho! Comer vegano y tirarse flatulencias. ¡Poco más han hecho! Y sin embargo, estos herejes satánicos se meten con ellos”, aseguraba el ficticio cura católico.

“También les he escuchado decir que tienen un problema con la izquierda. Dicen que a partir de que fracasa la URSS y cae el muro, la izquierda vive una especie de neurosis que se vuelve hacia el pensamiento mágico con la New Age y otras creencias”, añade Adanti a través de su personaje, “creen que hay que luchar también contra este concepto de 'respeto a las religiones'. Que a las religiones no hay que respetarlas, hay que ponerlas en entredicho a través del humor”.

Un santoral lleno de herejes

“Nuestros infieles están contentos porque si los abogados cristianos se enfadan, tendrán a los de Random House para defenderlos”, bromeaba el imán Salil Al-Salil al que daba vida el escritor y crítico Edu Galán. “¡Esta vez no tendremos que hacer crowdfunding !”, decía en referencia a la sentencia condenatoria contra Mongolia dictada en marzo de 2018 por la Audiencia Provincial de Madrid.

Esta venía a confirmar la condena a indemnizar con 40.000 euros al extorero José Ortega Cano por vulneración del derecho al honor en un cartel satírico. Una indemnización a la que los miembros de la revista satírica no podían hacer frente, y que ponía en peligro la viabilidad económica de su proyecto. Para contrarrestarlo, organizaron un Verkami –aún activo–, cuyas aportaciones se dedicarían a la elaboración de un recurso de casación, un procurador y los costes añadidos si el recurso resulta perderse.

En sintonía con el objetivo de poner en entredicho cualquier relato religioso, La Biblia negra de Mongolia no escatima en esfuerzos ni omite comentarios que puedan ofender a determinados lectores. El ánimo sano por una polémica reflexiva es parte de la naturaleza misma del texto.

De ahí que Galán y Adanti ofrezcan un ingenioso recorrido por gran parte del imaginario asociado a distintas fes o incluyan recortes de prensa como los habituales en la publicación satírica. También que traten conceptos concretos del credo e un diccionario para devotos muy particular o aborden la vida y obra de santos como San Pablo de Tarso, “patrón de los domadores, los escritores y los rencorosos” y Santa Apolonia de Alejandría, “patrona de los odontólogos, los ortopedistas y los yonquis”. Y, por supuesto, reinterpretando de paso pasajes conocidos del Nuevo Testamento en clave humorística al más puro estilo Monty Python.

“Una cena como si fuera la última”, se titula uno de los capítulos de La Biblia negra, que reza, “Y Jesús les dijo a sus apóstoles: 'No os cortéis y pedid lo más caro de la carta, que como en nada me matan, hoy pienso hacer un 'simpa'”. A lo que sigue: “Un día es un día, se dijo Jesús. Y tras la última cena, los apóstoles se llevaron a Jesús del restaurante con un pedo de campeonato y al alzar Pedro al Mesías, comentó: 'Mucho el Dios que todo lo ve pero a la primera de cambio se nos pone ciego perdido...”.

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