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“El arte de perder”, la historia de los “harkis” que no eligieron serlo

Fotografías facilitadas por la editorial Salamandra de la escritora francesa Alice Zeniter. Hija de un migrante argelino, narra su historia en su premiado libro "El arte de perder", en el que señala a los campos de refugiados como lugares para personas sin historia "porque ninguno de los países que podría ofrecérsela está dispuesta a recibirlas", mientras compara la situación que vivieron su padre y abuelos en el año 1962 con la que hoy viven miles de refugiados.

EFE

París —

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Los “harkis” argelinos han sufrido durante décadas el estigma de colaborar con Francia en la guerra de la independencia, una huella que no se borra con el tiempo, como narra la joven escritora francesa Alice Zeniter (33 años) en su premiado libro “El arte de perder”.

Hija de un migrante argelino en Francia, Naima pertenece a una generación ya integrada en la sociedad y el estilo de vida francés. Considera que los vínculos con su pasado se han perdido a su pesar, “y para poder decidir cortarlos, es necesario haber tenido acceso a la historia”, explicó Zeniter en una entrevista a Efe.

La autora rompe con su libro (que ahora edita en español Salamandra) un silencio en el que no sabía que vivía mediante un personaje con un físico y un nombre identificables como árabes, de manera que, aunque nunca ha pisado Argelia, no puede escapar de ella.

“Cuando crecí no era consciente de que me faltaba una parte de la historia. Más tarde me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que quería decir la palabra 'harki', con la que designaban a mi abuelo y que yo había adoptado como única explicación al silencio”, agregó.

Zeniter define en su novela -reconocida con el premio Goncourt en España- los campos de refugiados como lugares para personas sin historia “porque ninguno de los países que podría ofrecérsela está dispuesta a recibirlas”. Compara la situación que vivieron su padre y abuelos en el año 1962 con la que hoy viven miles de refugiados.

“Es una de las razones por las que era importante escribir el libro ahora, hay fenómenos que se repiten, sobre todo el hecho de construir campos de internamiento que están totalmente aislados de las ciudades y de la vista de la sociedad”, observó Zeniter.

“Creo que es conflictivo el uso de ciertos términos, en aquella época fue 'harki', hoy es 'migrante', no hay ninguna trayectoria personal detrás de esa palabra, y se les carga un peso a personas que ya de por sí están tocadas económica y geográficamente por una forma de exclusión”, añadió.

Además de la migración y el lastre que supone llevar esa etiqueta, la escritora explora la posibilidad de escapar de un origen, que no está ligado solo a un país, sino también a una clase social.

“En el libro cuestiono la idea de si es posible reinventarse cortando vínculos o si haciendo esto estamos amputando una parte de nosotros mismos”, puntualizó la escritora.

Otra de las cuestiones que trata es la dificultad de mantenerse neutral en un contexto de guerra, en la que la muerte, según dice, convierte a las personas en traidoras para un bando o el otro y reescribe un relato contra el que no se puede luchar.

Ali, abuelo de Naima, es un personaje analfabeto que no tiene acceso a toda la información y debe posicionarse con lo poco que sabe, y que ve sus actos guiados por la necesidad de protegerse a sí mismo y su familia, lo que le convierte en algún punto de su vida en un “harki” casi por inercia.

“Para poder sostener una leyenda hay que criminalizar al máximo a aquellos que no han sido héroes de guerra. En el lado de Francia hay un relato que dice que los 'harkis' son la prueba de las bondades de la colonización de Argelia”, dijo Zeniter.

El relato posbélico narra el conflicto de manera que no haga falta reflexionar sobre quiénes son los buenos y quiénes los malos, lo que “da una idea completamente falsa de lo que es una guerra sobre un territorio”, según la escritora.

Como trasfondo en este relato de identidades y silencios rotos, Zeniter representa en Naima la liberación sexual de la mujer, tratando de darle al personaje un papel más allá del de sujeto deseable. “Me he preguntado en muchas ocasiones si yo también he perpetuado ciertos clichés en tanto que escritora”, concluyó.

Claudia Zapater

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