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“España no es un país para refugiados, o se reforma el sistema de asilo o los refugiados acabarán en la indigencia dentro de un año”

Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España

Majo Siscar

Valencia —

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Esteban Beltran es director de la sección española de Amnistía Internacional (AI). Pero ha venido a Valencia como autor de su primer libro de poesía, La jodida intensidad de vivir, un poemario sobre la esperanza y la indignación ante lo más íntimo: el desamor, la enfermedad y la muerte. Aquí, con todos los focos puestos sobre la llegada de 629 refugiados en el barco Aquarius, su pluma se desdibuja para hablar de otras vidas jodidas y otras indignaciones, la de vivir y acompañar a la gente en un país que “no es para refugiados”. Para el defensor de derechos humanos la acogida es “una medida valiente” del nuevo Gobierno pero que puede dejar a los que vengan en la “indigencia si no se reforma el sistema de asilo” y les asegura la integración real.

Hay muertos que no mueren, que no huelen a muerto, que no fantasmean,

son muertos que no te matan, que no se maldicen, que no se añoran,

muertos que no provocan arcadas de nostalgia ni tentaciones de olvido,

muertos que no se sepultan ni se queman, muertos sin duelo, sin Dios,

muertos que no te abruman de soledad y silencio ni pervierten el porvenir...

Así empieza La compañía del polvo, el poema 23 de La jodida intensidad de vivir. Aislado y leído en estos días podríamos pensar que el director de una ONG internacional habla de las 3.000 personas que mueren anónimamente cada año en el Mediterráneo huyendo de los conflictos o el hambre en la otra orilla.

Pero en realidad en las 80 páginas del libro de Esteban Beltrán hay muchas muertes íntimas más que sociales.

Sí, en realidad hay muchas muertes que tienen que ver con el abandono. Vivos que te dejan, no importa lo que fue o lo que no, es lo que te acompaña el resto de tu vida en forma de ausencia o en forma de recuerdo. Tiene que ver con una reflexión sobre las relaciones amorosas, sobre el suicidio, sobre la locura, sobre la muerte de seres queridos. Es fruto de una época de mi vida con momentos muy dolorosos que necesitaba escribir, donde era irremediablemente escribir. Lo he hecho siendo portavoz de mí mismo, no pensé en nadie más que en mí.

¿Por qué exponerse de manera tan íntima cuando eres una persona pública?

Nunca pensé en escribir un libro de literatura, ni siquiera me desahogó escribirlo. Fue irremediable escribirlo. La primera persona que lo leyó me dijo que por qué no lo escribía con pseudónimo pero no, yo entiendo la literatura como algo que tiene que ver con jugarse la vida y eso es independiente de la figura pública. Lo escribí sin pensar que sería un libro, sin pensar en lectores, solo en cómo gestionar el caso. Y luego surgió un pozo de belleza, vi un jardinero minimalista que corregía y recorregía durante un año.

Es sorprendente que hable de jugarse la vida alguien que ha visto lo que has visto tú.

Hablamos de jugarme la vida interior. El escritor norteamericano Philip Roth hablaba que todas las mañanas se metía en sí mismo como si se metiese en una mina, y en esa mina buscaba material y minerales para escribir lo que necesitaba. Es exactamente eso. Te juegas la vida en el sentido de enfrentarte a ti mismo.

¿Cómo se relaciona el poemario con tu trabajo cotidiano en Amnistía Internacional?

Lo que une este libro con mi vida diaria es la esperanza y la indignación. La esperanza es una lucha contra la muerte, contra el abandono, contra preservar los recuerdos y que no se conviertan en escombros, para derrotar las cosas inderrotables, como la muerte. Y es un libro indignado por lo que ocurre, la indignación puede ser con cuestiones internas y con cuestiones externas.

Hablemos de lo externo, ¿qué significa que el gobierno de Pedro Sánchez haya decidido como una de sus primeras medidas e insólita en la región, acoger al Aquarius con 629 personas a bordo?

Significa primero un desastre. Que Malta e Italia hayan renunciado a rescatar a gente en el mar es un desastre y un hecho muy peligroso para la gente que intenta llegar a nuestras costas. Italia y Malta no pueden dejar de salvar a la gente en la deriva en el mar, no pueden delegarlo. Luego es una medida positiva, valiente, y una medida de cambio de política respecto a los refugiados por parte del gobierno español, una política que tiene un gran apoyo popular y de instituciones.

¿Qué esperas que pase este fin de semana cuando lleguen a Valencia?

Espero que los acojan bien, que no haya problemas, y creo que así va a ser. Lo que me preocupa es el mes después, seis meses después, el año después. Y eso es lo que hay que asegurar para realmente convertirnos en un país de acogida. Ahora mismo España no es un país para refugiados, no lo es, ni por leyes, ni por prácticas. Para convertirlo en un país para refugiados hay que dar una serie de pasos que están por ver. Estas 629 personas, como tantas que han llegado antes en cuentagotas son atendidas bien los primeros 6 u 8 meses pero, o se reforma el sistema de asilo o van a acabar en la indigencia dentro de un año.

El sistema de asilo no ha cambiado desde el 2009, no hay reglamento, con lo cual depende de la voluntad política del gobierno. Te pueden dejar en la calle sin una decisión porque no hay planes ni presupuesto de integración de extranjeros y refugiados –se ha reducido un 70% desde el 2011 al 2015–. Si no hay reglamento de asilo, si no hay recursos, estas personas refugiadas se pueden encontrar en la calle como Amnistía ha documentado durante años. Por lo tanto se necesita una reforma del sistema de asilo y es lo que buscamos en el Parlamento, que haya una comisión de asilo, el mismo defensor del pueblo ha reconocido que se necesita, que es injusta, que no trata mejor a las personas vulnerables... y el sistema de ayudas es deficiente. Por tanto ahora alegrémonos de que lleguen bien y en este tiempo reformémoslo.

Han asegurado que les darán el estatus de refugiados por la situación de excepcionalidad.

Vamos a ver. Nosotros lo que queremos es que haya garantías para todo el mundo. Cada caso merece una entrevista individual, en algunos casos procederá en otros no, depende. Hasta ahora se conceden muy pocas o se concede la protección legal subsidiaria, que es que cuando yo decido que la situación en tu país está mejor te mando para allá. Si eres refugiado eso no lo puedes hacer, te dan más garantías. A lo mejor ahora conceden todos por situaciones humanitarias, pero en cualquier caso va a ser una vez, eso no va a ocurrir más. O reforman el sistema de asilo o esto va a ser pan para hoy o hambre para mañana.

Valencia se ha erigido como ciudad refugio, al igual que Madrid y Barcelona. ¿Esto debería dar más garantías?

Ser ciudades refugio significa que son ciudades donde, una vez el Ministerio tramite el asilo, estarán mejor, pero primero hay que tramitar el asilo. Nosotros hemos tenido reuniones con la Generalitat Valenciana y con el gobierno central para ver ahora cuántas plazas hay, como se van a distribuir, qué garantías tienen las personas que lleguen, y estamos en eso, en ver qué garantías hay para todos los que llegan.

Con este diagnóstico, ¿ves la iniciativa como querer ponerse una medallita por parte del nuevo gobierno?

No no, es una medida positiva y es su obligación legal. Hay que tener en cuenta que todo el sistema de asilo europeo está en discusión, a finales de junio hay una reunión de consejos de primeros ministros que para debatir hacia dónde va el sistema de asilo. Actualmente cada país se ocupa de los que llegan a su territorio y eso ha generado una tensión enorme. Esta es la gran decisión europea respecto al derecho internacional en este mes y veremos si deciden prolongar el sufrimiento de la gente al llegar o hasta dónde llegan.

El gobierno de Rajoy se comprometió a acoger a más de 17.000 personas en dos años y solo acogió a 2.400, Sánchez estaría acogiendo a 629 ya en dos semanas de gobierno.

AI ha escrito al presidente del gobierno pidiéndole 10 medidas en derechos humanos. Una de ellas tiene que ver con refugio. Hay varias pruebas del algodón para saber si España va a tener un gobierno respetuoso con el derecho internacional de acogida de refugiados, la primera es justamente si ¿va a cumplir con los 17.000 refugiados que tiene que recibir? Mientras en la media europea es un 33% en España es un 16%, se han acogido a 2.400 más o menos. La segunda es ¿va a reformar el sistema de asilo para que no queden en la indigencia? Y la tercera ¿va a promover a nivel europeo un sistema de asilo justo? Eso se va a poder ver muy pronto y vamos a confirmar si cambia la política de refugio o no.

¿Tiene esperanzas en Europa tras las declaraciones del gobierno italiano?

Son muy preocupantes las señales italianas, porque a Italia se junta Hungría, se junta Polonia, y se extiende ese mensaje xenófobo de nosotros versus ellos que está conectado con Trump, con Turquía, o con otras fuerzas políticas europeas. Contra eso, Alemania ha recibido 1 millón de refugiados, Canadá 65.000... En Europa y en el mundo hay una respuesta desigual, pero lo importante es que haya un sistema común, y eso lo veremos pronto.

Distinguimos refugiados de inmigrantes pero la realidad es que en el terreno la diferencia no es tan clara...

Sí, tienen flujos comunes. En ese barco hay inmigrantes y personas refugiadas, comparten flujos y comparten mafias, zozobra... pero tienen diferentes derechos. Hay mayor protección para los refugiados en el derecho internacional.

Pero no es hipócrita la recepción del Aquarius si se mantienen las políticas respecto a los migrantes que llegan en pateras a las costas valencianas, las vulneraciones de derechos humanos en la valla en Melilla, en los CiEs...?

Hasta ahora nuestro país tiene una política violatoria de derechos humanos en políticas de asilo y migratoria. Pero según nuestras encuestas, en España casi el 80% de la población está dispuesta a recibir más refugiados, uno de cada 10 está dispuesto a recibirlo en su vecindario o en su casa... pero aunque la sociedad española estuviera en contra de recibir refugiados la obligación de un gobierno legal es acoger a los refugiados.

Y hay que ver que no los metan en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE). Sería un mal paso, meterlos en una especie de cárcel sin haber cometido ningún delito. Muchas de las internaciones en los CIEs pueden considerarse detención arbitraria. Claro que hay que averiguar su identidad, pero la migración no es un delito, hacerlo sin papeles es una falta administrativa. Con muchos países no hay acuerdos de readmisión así que los internan para teóricamente de ahí expulsarlos, y luego no lo pueden hacer, así que después de 40 días encerrados sin acusarles de nada los dejan en libertad con una orden de expulsión y quedan en un limbo. Es importante tomar medidas que no sean restrictivas de libertad en lo que se resuelven las situaciones legales, como decirle que tiene que visitar la comisaría o quedarse con sus pasaportes... pero que no los internen si no han cometido ningún tipo de delitos.

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