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Toni Gaspar, Ximo Puig y la mirada atenta de HAL 9000

José Manuel Rambla

Aquel lejano año de 1968, mientras los jóvenes parisinos incendiaban el Barrio Latino, el Viet Cong iniciaba la ofensiva del Tet, Massiel ganaba en Eurovisión y España se preparaba para la sociedad de consumo con el concurso “Un millón para el mejor”; aquel mismo año en el que el tiempo parecía correr a una velocidad de vértigo, Stanley Kubrick llevaba a la pantalla de los cines la mayor elipsis temporal de la historia: los cuatro millones de años que separaban al excitado homínido que esgrimiendo un hueso adquiría consciencia de su poder, de la expedición a Júpiter en busca de una respuesta a los misterios de un monolito negro. Cuarenta y seis años más tarde, los socialistas valencianos se preparan para intentar una elipsis tanto o más complicada que la presentada en “2001, una odisea en el espacio”: la que abarcaría desde el último gobierno de Joan Lerma a su retorno al Palau de la Generalitat.

Un reto sin duda nada fácil teniendo en cuanta que el PSPV tendrá que jugárselo todo en única toma atenazada por la responsabilidad del ahora o nunca. Así las cosas, aunque algún militante influido por José Bono insista en atarle un convincente cordel a la figura de San Cucufato, lo cierto es que los socialistas han puesto todas sus esperanzas en obtener el impulso necesario gracias a la energía movilizada en el proceso abierto de primarias en que estos días andan enfrascados el secretario general Ximo Puig y el alcalde de Faura Toni Gaspar.

Por lo pronto, gracias al rodaje de las primarias, los valencianos ya sabemos que ambos candidatos a candidatos están dispuestos a escuchar a los ciudadanos, a abrir las puertas del partido, a defender lo público y realizar un giro a la izquierda, eso sí, siempre con realismo y moderación, para lo que esperan no tener que estar pendientes del apoyo de EU y Compromis. Y también sabemos que ambos aspirantes a la aspiración, admiten que el partido ha cometido errores, aunque casi siempre tan genéricos que no se logra saber muy bien si se está aludiendo a la defenestración de Negrín, la reforma constitucional de Zapatero, o las peculiares maneras de Almunia para marcar distancias del discurso neoliberal. La autocrítica, así como sus diferencias programáticas, se convierten de este modo en un enigma tan insondable como el monolito negro de la película espacial.

No es extraño que, con estas limitaciones del guion, la clave de la diferencia entre ambos acabe centrándose en el recurrente debate sobre lo nuevo y lo viejo, por mucho que al alcalde de Morella le preocupe que este planteamiento le acabe proyectando como el representante de los jurásicos tiempos de los dinosaurios. Porque lo cierto es que resulta difícil no percibir a Gaspar como la joven promesa, el soplo de aire fresco, y a Puig como la jugada maestra del lermismo para sucederse a sí mismo tras un diluvio de cuatro lustros.

O leer las primarias como una revisión de la mítica lucha de David contra Goliat y su “aparatich”, donde todas las simpatías están con el pequeño pastorcillo que, honda en mano, aspira a ser inmortalizado por Miguel Ángel. Y es que, sin duda, el gran riesgo de este proceso es que la obsesión del PSPV por no perder una oportunidad irrepetible acabe provocando en su aparato la misma obcecación letal que sufrió en el filme de Kubrick el megaprocesador HAL 9000 y acabe eliminando al posible candidato ideal. Si eso aconteciera, el gran salto a la era espacial no llegaría y los socialistas permanecerían en ese bucle temporal que les ata al estado cavernícola, plagado de temores y luchas entre hordas internas, que les atenaza en los últimos decenios.

Buena parte de la respuesta estará en los cerca de 68.000 simpatizantes dispuestos a participar en la escena de las primarias. Habrá que comprobar si llegan al proceso aportando una voz propia y crítica, o si van resignados al papel de extra sin diálogo en un guion marcado por los herederos de las antiguas familias del partido tan inclinadas al cainismo. Obviamente, el resultado del próximo domingo no zanja todas las dudas que se mantienen abiertas. Esto dependerá de las próximas escenas, de la evolución del guion y de las aportaciones de otros personajes. Pero si se malogra la primera escena, muchos nubarrones amenazarán el futuro de la película.

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