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Sus guerras, nuestros cuerpos

Campo de desplazados de Al-Manjorah, en Hajjah, donde Oxfam proporciona agua potable a cerca de 20.000 personas

Verónica Cañizares

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En la actualidad hay cerca de 40 conflictos armados activos en todo el mundo. Algunos son recientes, pero otros llevan muchos años sucediéndose. Cuando escuchamos, vemos o leemos noticias sobre estas realidades, normalmente pensamos en los crueles hechos, las muertes, las crisis humanitarias o la cantidad de desplazados globales como consecuencia de la violencia. Cuestiones de vital importancia que han de ser reflexionadas por una ciudadanía global crítica.

Sin embargo, no siempre se tiene en cuenta lo que supone ser mujer en estos contextos de violencia generalizada. Los conflictos armados no afectan a todos por igual, porque hay colectivos que parten de una previa desigualdad estructural y sistémica. La violencia sexual contra las mujeres, las adolescentes y las niñas, en estos contextos, ha sido una constante histórica tolerada por militares, paramilitares u otros actores gubernamentales. Pero, no siempre se ha dado de la misma forma, tal y como recoge María Julia Moreyra en su libro Conflictos armados y violencia sexual contra las mujeres.

Antes de 1990 dicha violencia era invisibilizada y trivializada, se consideraba una cuestión privada que quedaba justificada como un producto inevitable de la guerra. Las mujeres éramos una recompensa a los combates de los hombres, que se libraban sobre nuestros cuerpos. Durante el siglo XX, considerado el siglo de las guerras, se sucedieron multitud de enfrentamientos en los cuales mujeres y niñas fueron víctimas de una violencia sistemática. En este sentido, se han documentado múltiples informes de mujeres que han sufrido todo tipo de abusos y vejaciones en contextos de guerra.

Por tanto, en los conflictos tradicionales la violencia sexual contra las mujeres era una consecuencia más de los enfrentamientos. En cambio, por lo que respecta a las nuevas guerras, los objetivos ya no son fundamentalmente ideológicos o geoestratégicos, como antes, sino que responden más bien a una política de identidades. La intención es deshacerse de todos aquellos grupos cuya identidad es diferente.

En este nuevo contexto, las mujeres, en tanto que son consideradas portadoras de identidad cultural, se convierten en el blanco principal de los ataques, y la violencia sexual pasa a ser una característica de la guerra. Así pues, la violación, el embarazo forzado, el aborto forzado, el tráfico o la esclavitud sexual son elementos propios de los conflictos actuales.

Matrimonio infantil en Yemen

La República de Yemen es un país situado en Asia donde se vive un conflicto armado desde finales 2014, que ya les ha costado la vida a casi 10.000 personas. El conflicto enfrenta al Gobierno del país, apoyado por la coalición de países del Golfo liderada por Arabia Saudí, contra los rebeldes hutíes, conocidos como movimiento Ansar-Allah. El bloqueo impuesto por la dicha coalición ha desencadenado un desastre humanitario, en el que cerca del 70% de la población necesita ayuda.

Frente a esta crisis, desde Oxfam Intermón se condena el bloqueo naval de la coalición saudí y se pide que los gobiernos destinen más fondos para ayudar a las víctimas. Además, se aboga por buscar una solución política que haga posible el cese de la violencia. Para conseguir este objetivo es imprescindible que los gobiernos pongan fin a la venta de armas que pueden terminar alimentando esta guerra. En este sentido, resulta preocupante hasta qué punto el gobierno español, mediante sus relaciones armamentísticas con Yemen, pueda estar contribuyendo a graves violaciones de los derechos humanos.

Este conflicto ha perjudicado gravemente a la población yemení, pero especialmente a las mujeres, que son quienes soportan la peor parte. Tal y como publica la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en su boletín: República de Yemen Situación de “Mujeres y Niñas”, históricamente la cultura tribal en este país consideraba a las mujeres como la columna vertebral de la familia y la comunidad. Asimismo, cuando se unificó la República de Yemen en 1990, el país encabezó reformas políticas hacia un sistema democrático que garantizaba la igualdad de las mujeres. Pero, tras la guerra civil de 1994 y la interferencia de grupos islámicos fundamentalistas en el proceso político, los derechos de las mujeres desaparecieron.

Durante esos años, los problemas que afrontaban las yemeníes eran la discriminación de género institucionalizada y las consecuentes dificultades socioeconómicas. Ahora, con un Estado de Derecho fallido, su principal problema es la guerra. En dicho informe se refleja cómo esta prolongada situación de conflicto ha empeorado la situación de las mujeres, cuyos derechos son inexistentes y ha dado pie a un elevado incremento de matrimonios infantiles.

Ante la ausencia de mecanismos de protección social y legal, las féminas se enfrentan a situaciones de violencia sexual y por razones de género, de mutilación genital femenina y de otros abusos. Según el Foro Económico Mundial, Yemen es el país con mayor brecha de género, ya que ocupa el último lugar del ranking, entre los 134 países estudiados. Frente a esto, varias organizaciones luchan por los derechos de las mujeres, como, por ejemplo, La Unión de Mujeres de Yemen (YWU).

La violencia sexual contra las mujeres es una realidad constante en todos los países del mundo, tanto en contextos de paz como de guerra, pero se agrava cuando hay conflictos armados. Si bien es cierto que esto se hace cada vez más visible, gracias a la denuncia de los colectivos feministas y las organizaciones que están en el terreno, todavía queda mucho trabajo por hacer. Son sus guerras y usan nuestros cuerpos como sus campos de batalla.

* Verónica Cañizares Ramos es periodista y estudiante del Máster en Derechos Humanos, Paz y Desarrollo Sostenible de la UV. Voluntaria en el equipo de Acción Ciudadana de Oxfam Intermón en València.

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