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Un poco de humanidad, por favor

Xavier Latorre

La humanidad es una virtud que ejercen los poderosos en nombre de los más vulnerables, de las víctimas de injusticias solemnes o de los inmigrantes sin papeles embarcados en una precaria patera a punto de naufragar. La humanidad que reclama el señor Aznar es pedir clemencia y la salida de la prisión, donde se haya recluido desde hace ocho meses, de su buen amigo Eduardo Zaplana (como también han hecho otros políticos de distinto signo). Sin embargo, hubiera podido mostrar la misma dosis de empatía por las víctimas de la masacre terrorista del 11-M a las que mareó hasta lo indecible para obtener réditos políticos, con la colaboración del propio Zaplana y de Ángel Acebes, y de algunos medios de comunicación con sus principios éticos empeñados, listos para salir a subasta.

Humanidad era también no privatizar todo aquello que les viniera en gana, colocando a sus amigos al frente de aquellas rentables empresas. Unas compañías que luego obtuvieron unos beneficios astronómicos a base de despidos generalizados y subidas siderales de tarifas por sus servicios básicos. Del dinero obtenido nunca más se supo. Es una melodía rancia y pasada de moda, practicada antes en Argentina y pronto interpretada de nuevo en el Brasil de Bolsonaro, pero que hoy en día algunos ingenuos votantes aún se tragan. Humanidad, por tanto, no era privatizar las ITV como hicieron Zaplana y Oriol Pujol, el hijo del gran Jordi, en sus respectivos territorios para hacer caja rápido y cederles una fuente inagotable de ingresos a unos particulares, agazapados tras unas siglas corporativas.

Humanidad, señor Aznar, no era prender conflictos bélicos con excusas peregrinas y falaces para poder reclinarse en una butaca a la vera del emperador de la sexta flota. Aquella guerra, cuyas perversas consecuencias aún colean, provocó con sus destructivas armas la muerte masiva de inocentes. A usted, Don José María, la humanidad se le queda a veces corta. Humanidad, señor Aznar, no es avalar a una fuerza política que preconiza odio a raudales. Humanidad no es avivar fuegos territoriales. La humanidad se encuentra posiblemente en los brotes de tolerancia y de compostura política, esa que a usted, al parecer, tanto le resbala. Humanidad también es arrepentirse de algo alguna vez, como la designación de algunos miembros de sus gobiernos que hoy desfilan, por algo será, por las pasarelas mediáticas de los juzgados.

Humanidad era impedir, como alcalde de Madrid consorte, que se vendieran tiradas de precio muchas viviendas sociales a fondos buitres, algunos muy carroñeros con sede en Norteamérica, que luego han asaltado el bolsillo de inquilinos humildes con subidas indecentes de alquileres. Con su señora, Ana Botella, y su hijo mayor también hubiera podido impartir lecciones de humanidad. Esa asignatura de la que no llegaron siquiera a matricularse, porque el profesor de la materia no debía estar dispuesto a repartir aprobados gratuitos.

Humanidad, señor Zaplana, no es despilfarrar los fondos públicos del gobierno valenciano sin atender las necesidades básicas de aquellos a los que les iba mal en la vida. Que conste que le deseo, sinceramente, que mejore de su grave dolencia y que pueda recuperar cuanto antes la salud, aunque no piense firmar ningún manifiesto a su favor. Por el contrario, espero que sea usted consciente que humanidad era gobernar para todos y no desmantelar el sistema financiero valenciano al completo esquilmando los ahorros de los valencianos. Humanidad; sí, claro. ¡Larga vida al señor Zaplana!, pero, por favor, que cumpla también los años que le puedan corresponder de cárcel (al aceptar presuntos sobornos y blanquear dinero) por la falta de humanidad demostrada reiteradamente hacia muchas personas urdiendo supuestas prácticas corruptas que hacían enfermar a la sociedad valenciana.

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