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Por qué Salvini no ha dado su brazo a torcer con el Open Arms

El barco Open Arms en aguas italianas.

Ismael Monzón

Roma —

De nuevo la Justicia ha tenido que doblegar la política antiinmigratoria del ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, quien nunca hubiera cedido por sí mismo en su decisión de negar el desembarco en Lampedusa al barco de la ONG española Open Arms.

Tras considerar la situación a bordo como “explosiva”, el fiscal jefe de Agrigento, Luigi Patronaggio, ordenó el desembarco inmediato de los 83 migrantes que se encontraban en ese momento a bordo. El giro de última hora cambió los planes de Salvini, que consideró que se trataba de una “burla, cuando ya se había llegado a un acuerdo con España” para trasladar a los náufragos a Mallorca.

Como ya ocurrió con la capitana del Sea Watch 3, la alemana Carola Rackete, los tribunales desmontaron la actuación del ministro del Interior. En aquel momento la jueza de Agrigento —de la que depende jurídicamente Lampedusa— Alessandra Vella consideró que la marinera no había cometido ningún delito de resistencia o violencia contra una nave de guerra, después de chocar contra un barco de la Guardia de Finanzas italiana. Además, añadió que su acción estaba justificada porque cumplía el deber de salvar vidas en el mar.

En el caso del Open Arms, la ONG había presentado una denuncia ante la Fiscalía de Agrigento por presunto delito de “secuestro de personas” que ahora podría afectar a Salvini. “No tengo ningún miedo”, respondió el líder ultraderechista. El asunto recuerda al ocurrido con la nave italiana Diciotti, a la que el ministro impidió desembarcar durante días con más de un centenar de migrantes a bordo. Los jueces lo imputaron, pero se salvó de sentarse en el banquillo por una inmunidad parlamentaria que ahora podría perder.

Porque mientras se dirimía el desenlace de la crisis del Open Arms, Salvini estaba de cuerpo presente en el Senado, sentado al lado del primer ministro, Giuseppe Conte, a quien había amenazado con una moción de censura con la idea de forzar unas nuevas elecciones para imponerse con más fuerza. Adelantándose a la jugada, Conte anunció su dimisión. Ese movimiento abre ahora las puertas a un nuevo gobierno del Movimiento Cinco Estrellas (M5E), no ya con la ultraderechista Liga de Salvini sino con el Partido Democrático (PD) de centroizquierda. Las negociaciones ya están en marcha.

Salvini ha hecho saltar por los aires el Ejecutivo catorce meses después de ponerlo en marcha. Para entenderlo hay que tener en cuenta su ascenso en los sondeos, que le dan una intención de voto del 36% y la mayoría absoluta en coalición con la fuerza ultraderechista Fratelli D’Italia. En estos meses ha hecho de la política antiinmigración su principal seña de identidad, junto a su lengua mordaz y sus constantes apariciones mediáticas.

Pese a las críticas que cosecha dentro y fuera del país, su decisión de cerrar los puertos al desembarco de inmigrantes y solicitantes de asilo le ha consolidado a nivel político aprovechando el hastío de muchos italianos por la falta de apoyo de la Unión Europea ante la ola migratoria que recibía el país.

La última reforma legislativa, aprobada justo antes de la crisis de gobierno, le otorga además el control de los puertos en estos casos. La gestión de la infraestructura sigue dependiendo del Ministerio de Transportes, pero cuando un barco pide permiso para atracar —como una ONG— ahora es Interior quien decide. El ministro puede prohibir el desembarco si entiende que la organización en cuestión pone en riesgo la seguridad o ha podido incurrir en un delito de inmigración ilegal.

Antes esta dualidad le había costado a Salvini varios roces con el titular de Transportes, Danilo Toninelli, del M5E, con quien la Liga siempre ha mantenido una relación tensa. Sin embargo, tras el nuevo decreto solo la Justicia podía doblegar a Salvini. Durante su comparecencia en el Senado, Conte acusó a su ministro de haber impulsado este decreto con “fines electoralistas”.

Ante las acusaciones del primer ministro dimisionario, el líder de la Liga respondió en su turno de réplica que “a Italia se llega si se tiene permiso, punto”. Y pensando en una posible repetición electoral, si el M5E y el PD no llegan a un acuerdo, insistió en que él es el responsable del cierre de puertos y que “lo volvería a hacer”. Por eso este era el momento menos indicado para echarse atrás.

El líder ultraderechista cuenta con que su discurso extremista arrastra votos y tiene a las ONG como su peor enemigo. Mientras el barco de la organización española esperaba frente a las costas de Lampedusa, más de un centenar de migrantes llegaron a las costas italianas en al menos cinco embarcaciones que no fueron atendidas por organizaciones humanitarias y nadie dijo nada.

Por tanto, la llegada del Open Arms a Lampedusa le dio la oportunidad al ministro del Interior de volver a arremeter contra las ONG que salvan vidas en el Mediterráneo. Ya le funcionó con Carola Rackete y el Sea Watch, que tuvieron un gran respaldo externo y en redes sociales, pero que impulsó más internamente a Salvini en las encuestas.

No importó en esta ocasión que el barco de bandera española llevase 20 días con esas personas a bordo, salvo evacuaciones puntuales. Ni que seis países europeos se hubieran comprometido a acogerlas, como otras veces ha servido para desbloquear la situación y ceder Italia al desembarco.

Si la postura de Salvini siguió inamovible obedece a cuestiones de política interna. “La firmeza es el único modo de evitar que Italia vuelva a ser el campo de refugiados de Europa”, dijo el ministro en su tono habitual, saboreando como una victoria el momento en el que España ofreció sus puertos al Open Arms.

Salvini ha presumido en estos meses de reducir las llegadas de migrantes a las costas italianas. Según datos oficiales, en lo que va de año han llegado 4.446 personas, el 77% menos que en el mismo periodo de 2018 y el 95% que en el de 2017. El descenso se debió en un primer momento al acuerdo que alcanzó el anterior gabinete del PD con las autoridades libias para que interceptaran los barcos que salían de su territorio y se ocuparan de los rescates dotando a sus guardacostas de más medios.

Las ONG fueron, además, obligadas a firmar un código de conducta que limitaba sus operaciones en el Mediterráneo con el anterior Ejecutivo, en un momento que marcó la hostilidad entre Italia y las organizaciones humanitarias. La llegada al poder de la Liga y el M5S incrementó la presión contra esas organizaciones, uno de los ejes sobre los que han estado de acuerdo.

En los últimos tiempos, no obstante, los socios ahora despechados de Salvini habían marcado distancias entre continuos desencuentros, marcados sobre todo por la política económica y de infraestructuras. Las diferencias en materia migratoria solo han aflorado cuando el Gobierno estaba a punto de saltar por los aires y había que defender una línea distinta a la de la Liga.

Los dos partidos que han protagonizado esta coalición han endurecido leyes en materia de seguridad, inmigración y fronteras, estableciendo multas de hasta un millón de euros para quienes desobedezcan las instrucciones del gobierno de limitar o prohibir la entrada de naves en aguas territoriales italianas por motivos de seguridad. Una medida dirigida contra las ONG que operan en el Mediterráneo central y a las que Salvini acusa de favorecer la inmigración clandestina.

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