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Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.

Tsunami de olas de calor y buenas intenciones

Varias personas se refrescan en las fuentes de Madrid Río. / Efe

Florent Marcellesi / Alba Del Campo

Portavoz de Equo en el Parlamento Europeo / Alba del Campo, asesora de la oficina europea de Equo y periodista. —

Hablemos del presente. Madrid, 40ºC a la sombra por tercera semana consecutiva. Tercera ola de calor en un mes. A nuestra espalda los meses de mayo y junio más cálidos desde que existen registros. ¿Cambio climático? Los científicos internacionales dicen que con él las olas de calor van a ser cada vez más frecuentes. Mejor irse acostumbrando.

Seguimos en presente. Esta semana la Comisión Europea, presentaba las primeras baldosas amarillas de la Unión Energética Europea, a través de un paquete de verano repleto de buenas intenciones. En teoría, este paquete ha de aproximarnos a un horizonte donde las grandes infraestructuras del gas y la electricidad nos llevarán a un continente descarbonizado y renovable. Y todo esto antes, de que la temperatura del planeta supere los 2ºC que el panel de científicos de la ONU dice que no debemos rebasar, si no queremos vernos en un escenario climático totalmente incontrolable.

Este paquete de verano de la Comisión abarca la comercialización y los mercados de electricidad, el etiquetado energético y el comercio de emisiones. Se trata de una serie de recomendaciones que defienden, a priori, un modelo energético basado en la eficiencia y las renovables, y ponen al consumidor en el centro del sistema. Sin embargo, en él se establece ningún mecanismo concreto para que esto suceda: la Comisión se limita a recomendar a los países en qué dirección deben legislar.

Estamos en España, multitud de ciudades y pueblos superan los 40º a la sombra y subiendo. Nos conviene recordar que vivimos en uno de los países de Europa, que por su geografía, más va a sufrir el cambio climático, en especial, las sequías y la desertificación, lo que tendrá un impacto impredecible en el sector agrícola, en la biodiversidad y en nuestra calidad de vida.

Pasado y presente. A estas alturas de la película, con el boicot a las renovables que estamos sufriendo y el retraso histórico y premeditado de los sucesivos gobiernos en la aplicación de las directivas de ahorro y eficiencia, ¿de verdad alguien cree que los partidos políticos cuya actividad legislativa nos mantiene maniatados en materia energética van a trasladar a la legislación nacional estas recomendaciones con la urgencia que nos impone el actual escenario climático?

No nos conviene olvidar que tenemos los consejos de administración de las empresas del oligopolio energético fósil plagados de ex altos cargos del PP y del PSOE ¿podemos confiar en que vayan a legislar a toda prisa en contra de los intereses de las multinacionales que les aseguran su retiro?

Seamos serias. El paquete de verano de la Comisión es precioso, pero hoy por hoy es del todo insuficiente, si no establece objetivos y compromisos a corto plazo. Al igual que cuando hay un incendio no esperamos que nos digan cómo apagarlo, sino se mande a los bomberos, hoy esperamos de la Comisión que utilice todas las herramientas disponibles para frenar el cambio climático. Esperamos directivas, no discursos.

Si bien la Comisión ha dado un salto interesante, al tomar la recomendación del Parlamento Europeo y declarar su intención de lograr en 2030 un descenso del 40% en las emisiones de carbono respecto a los niveles de 1990, no es en absoluto suficiente. Para lograr mantenernos por debajo de los 2ºC a final del siglo, necesitamos reducir las emisiones por lo menos en un 90% en 2050 en los países industrializados, lo cual significa por lo menos un 60% en 2030.

Por otro lado, la Comisión también ha revisado el régimen de comercio de derechos de emisión de gases de efecto invernadero, con el objetivo de garantizar que siga siendo rentable durante la próxima década. Hay que señalar que, el comercio de emisiones ha demostrado ser una herramienta fallida para reducir dichas emisiones y se ha convertido en un mecanismo perverso, en el que las industrias más contaminantes cobran por contaminar.

Para ganar al cambio climático y salir de este sucio modelo energético en manos de unos pocos, debemos tomarnos en serio la transición energética hacia un modelo limpio, justo y sostenible. Y para ello, no nos vale el doble juego de la Comisión que dice poner al consumidor, la eficiencia energética y las energías renovables en el centro, al tiempo que invierte en grandes infraestructuras del gas, que afianzan la hegemonía energética de esta industria.

Como tampoco debemos aceptar que la Comisión negocie, a espaldas de la ciudadanía, un Tratado de libre comercio con Estados Unidos (el TTIP) que, al fomentar el transporte de mercancías transoceánico, va a a suponer un aumento sustancial de las emisiones de CO2. A pocos meses de la Cumbre del Clima de París (COP21) que tendrá lugar en diciembre de este año, defender el TTIP como la panacea económica para Europa, es una incoherencia política, estratégica y ambiental de alto vuelo.

Para construir el nuevo modelo energético, del que tanto y tan bien se habla en el paquete de verano de la Comisión, debemos reducir el consumo energético, eliminar los consumos innecesarios y relocalizar, tanto lo que consumimos, como lo que producimos.

Le pedimos a la Comisión que deje de engañarnos. Que ponga luz sobre el sector energético. Que la ciudadanía conozca todos los costes de cada energía y que decida qué quiere. Hay que premiar a quienes producen y consumen energía renovable, y no a las industrias sucias; favorecer la autoproducción, con medidas concretas, protegiendo a los autoproductores. Y cuando, como en el caso de España, el gobierno viola las directivas de eficiencia y renovables, la respuesta de la Comisión debe ser coherente y ágil. La justicia que no llega a tiempo de enmendar un error no es justicia. Y si no, que se lo pregunten a las 60.000 familias que invirtieron en fotovoltaica.

Y sobre todo, hay que poner los mimbres de la transición ecológica de la economía, y luchar contra el consumismo y el crecimiento ilimitado. Es necesario poner en marcha cuanto antes un cambio radical de modelo productivo hacia sectores sostenibles.

Y, finalmente, para favorecer la penetración de las renovables en el mercado de la electricidad, es imperativo eliminar YA las subvenciones y ayudas a las centrales fósiles y a la nuclear, y los subsidios a la industria petrolera.

¿Qué futuro nos espera? Depende de nosotros. Con un poco de suerte, un verano y un otoño lo suficientemente calurosos como para que nos acordemos del cambio climático cuando se acerquen las negociaciones de la Cumbre de París.

La movilización ciudadana es imprescindible antes y durante las negociaciones. En frente: los grandes poderes, el oligopolio energético fósil y su cohorte de políticos afines, que como Cañete, nos embelesan con dulces cantos de sirena, para que parezca que hay avances, mientras se protegen los intereses fósiles. Desde Copenhague, las Cumbres del clima han fracasado. Aprendamos. Nuestras demandas tienen que ser claras y firmes. Compromisos vinculantes ahora, sí o sí.

Sepa la Comisión que en muchas ciudades españolas nos estamos gratinando bajo el sol y somos los primeros interesados en frenar el cambio climático. No es tiempo de palabras, sino de acciones. Aquí el paquete de verano se llama 40°C a la sombra, 45°C al sol.

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