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Alimentos que te atacan

Paloma Bravo Pérez

La incógnita y el devenir de Alba Aberásturi, de 21 años, comenzó cuando viajó a Italia para quedarse seis meses. Allí los problemas estomacales empezaron a molestarle hasta que la situación “se volvió insostenible” y tuvo que volver a su ciudad, Vitoria, antes de tiempo. “La incertidumbre de no saber lo que me pasaba era lo peor”, recuerda. En el país trasalpino comenzó a notar que algo no iba bien, pero en urgencias solo le daban “un termalgin” ya que no se entendía muy bien con el idioma. Al llegar a su ciudad natal, después de numerosas pruebas en la sanidad pública y privada, le han diagnosticado intolerancia al gluten y a la lactosa.

Ahora que sabe lo que tiene respira aliviada, pero aún así, se queja de que si ella “no hubiera pedido las pruebas específicas”, no se las hubieran hecho. Denuncia que “los médicos en ningún momento pensaron que podía tratarse de algo serio, sino que se trataba de nervios”, pero Aberásturi sabía que esa no era la razón de su malestar. Finalmente, un familiar le recomendó un doctor en Madrid que trataba problemas digestivos para reforzar las paredes del intestino: ha sido el “tratamiento definitivo y no las pastillas” que le diagnosticaban. Caso parecido es el de O.U, de 46 años, que hasta los 33 años no descubrió que era celíaca.

Cada vez más personas padecen intolerancia o alergia a algún tipo de alimento. Las causas se deben a una mezcla entre “el estrés y las sustancias artificiales que se le añaden a la comida”, asegura la nutricionista Silvia Martín. Los componentes pueden ser pesticidas, conservantes u otras similares. El problema es que “es muy difícil escapar de esos alimentos modificados”, añade la especialista.

Al llevar tantos pesticidas, el cuerpo, a nivel molecular, no reconoce esos alimentos que se ingieren: “Las moléculas se adhieren a las paredes del intestino, las reconoce como extrañas y el sistema inmune se ataca”, afirma la especialista. Asimismo, remarca la importancia de los hábitos alimentarios, ya que estos influyen a la hora de desarrollar intolerancias.

Limitación en relaciones socio familiares

Limitación en relaciones socio familiaresA la hora de comprar, Aberasturi asegura que debe invertir mucho tiempo en el supermercado para leer los ingredientes específicos que llevan los alimentos. Denuncia que “hay pocas tiendas especializadas, aunque cada vez más”, asegura.

A parte de los problemas nutricionales que sufren los que padecen alguna intolerancia, esta situación les limita a la hora de ir a cenar o comer fuera de casa. La nutricionista Silvia Martín comenta que “hay tantas intolerancias, que dentro de poco lo raro será que los restaurantes no tengan menús para ellos”, aunque entiende que elaborar alimentos para, por ejemplo un celíaco, es “trabajoso” porque se necesita una cadena aparte.

Los afectados piden que más establecimientos ofrezcan platos para los que no aceptan algunos alimentos. El restaurante Dolomiti de Vitoria ya ofrece menú para celíacos, pero Patricia Galdós, encargada del local, proyecta “analizar los alérgenos para poder eliminarlos de algunos platos y ampliar así el abanico de posibilidades”.

La lactosa, la intolerancia más extendida

La lactosa, la intolerancia más extendidaDe entre todas las intolerancias que existen, la intransigencia a la lactosa afecta ya al 20% de la población española. “Tener intolerancia a la lactosa es normal. Estamos programados para generar una enzima, la lactasa, que descompone la lactosa en glucosa, fuente de energía, pero sólo cuando somos niños”. La diferencia de que unos la toleren y otros no, viene dada por la genética.

Entre las poblaciones de todo el mundo, las más afectadas a la lactosa son los afro-americanos con el 75%y los asiáticos, un 90%. Históricamente en estas regiones, el pastoreo de ganado productor de leche era casi desconocido, por lo tanto, nunca se produjo selección ninguna hacia la mutación tolerante. Así, en los países del norte la intolerancia es casi inexistente, mientras que en los del sur, la intransigencia roza en casos como el de Tailandia un 98%. En España también existen esas diferencias: en el sur hay más intolerantes que en el norte.

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