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“¿Sabía que Jesús vivió en los Estados Unidos?”

Las bases militares de EEUU, origen de la llegada de los mormones a España

Aitor Eiguren

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Toc, toc. Buenos días, ¿tiene un minuto? ¿Le interesa conocer la verdadera historia de Jesucristo? Somos miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Sí, bueno, mormones, aunque preferimos no usar ese nombre. 

Chandler Hunt y Luke Squires, o como se los conoce ahora que están de misión, Elder Hunt y Elder Squires, son dos chicos estadounidenses de 20 años; el primero de Utah, y el segundo de Georgia. 

En caso de verlos por la calle parecerían dos chavales más de no ser por la camisa blanca, la corbata, los pantalones negros, la mochila y la placa rectangular en el pecho: “Elder X, Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”. La palabra 'Elder' significa 'anciano', pero los miembros de la Iglesia de Jesucristo la usan con el sentido de 'hermano', igual que las misioneras adquieren el 'Hermana X'. 

Ambos están en Bilbao como misioneros después de haber pasado por otros puntos de España con anterioridad. En total, la Iglesia espera que las ‘misiones’ duren dos años en el caso de los chicos; y año y medio en el caso de las chicas.

De igual forma están ahora Ainoa López y Marisa Zacherl, Hermanas López y Zacherl en este caso, una sevillana y una alemana, de Múnich. La primera está a punto de acabar su misión; la comenzó en Colombia, pero con motivo de la COVID-19 fue trasladada a Bilbao, de donde se retirará en julio. La Hermana Zacherl, en cambio, prácticamente acaba de llegar. Lleva tan solo dos meses e insiste en la ilusión que le hace tener la oportunidad de servir a la Iglesia de esta forma. 

La Iglesia Mormona

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, o la Iglesia de Jesucristo, “no Iglesia Mormona ni nada por el estilo”, explica Carolay Alcántara, responsable de comunicación en Bilbao, es una Iglesia cristiana fundada por el estadounidense Joseph Smith en 1830 tras encontrar, con la ayuda del ángel Moroni, el Libro de Mormón escrito sobre planchas de oro, que había sido escondido siglos atrás hasta que se encontrara a un nuevo profeta que lo diera a conocer al mundo. El libro, que les sirve como base además de la Biblia, dice así en su introducción: “El Libro de Mormón contiene el relato de dos grandes civilizaciones. Una llegó procedente de Jerusalén a las Américas en el año 600 a.C. y tiempo después se dividió en dos naciones conocidas como los nefitas y los lamanitas. La otra había llegado mucho antes, cuando el Señor confundió las lenguas en la Torre de Babel. Este grupo se conoce con el nombre de jareditas. Después de miles de años, todos fueron destruidos con excepción de los lamanitas, los cuales se hallan entre los antecesores de los indios de las Américas”. 

Soy la única, pero siento que es bueno para mí, que es lo que tengo que hacer

Hermana Zacherl

Es, pues, la historia del pueblo de Jerusalén en América. Una historia que no ha sido probada científicamente pero que creen con devoción; igual que creen en la existencia de profetas después de la muerte de Jesucristo, a diferencia de la Iglesia Católica. De hecho, su líder en la actualidad, Russell M. Nelson, es oficialmente “el Profeta”, y está acompañado de un Quorum de doce apóstoles; de nuevo a diferencia de la Iglesia Católica, que se considera sucesora de los apóstoles, pero no parte de los apóstoles como tal.

Misioneros

Uno de los activos más importantes de la Iglesia de Jesucristo son sus más de 67.000 misioneros repartidos por todo el mundo, que sirven de manera gratuita durante, al menos, año y medio. “Nos levantamos a las 7:30, nos vestimos, rezamos y desayunamos. Para las 9:30 empezamos a estudiar, dos horas al día, y después trabajamos”, explica Elder Hunt.

El 'trabajo' consiste en cualquier cosa que la iglesia a la que estén asignados les requiera. Dan clases de su lengua materna, salen a la calle a hablar a la gente sobre religión o colaboran en algún voluntariado hasta las 21:00. “No nos aburrimos”, explica la Hermana López. Es interesante, aún así, que un grupo de jóvenes en edad universitaria decidan parar su vida durante 18-24 meses para “servir al Padre Celestial”, como dice Elder Squires, pero estos cuatro jóvenes no se arrepienten. “Yo llevo poco tiempo y soy la única de mis amigos en Alemania que es miembro de la Iglesia, pero siento que es bueno para mí, que esto es lo que tengo que hacer”, explica la Hermana Zacherl en un español realmente bueno para haberlo aprendido en dos meses. 

Respecto a esto, explican que, antes de irse de misión, son enviados a uno de los diez Centros de Entrenamiento de Misioneros que existen en el mundo, donde, literalmente, los entrenan para su misión. Aprenden lo necesario del idioma, preparan los diálogos que tendrán que repetir una vez allí y aprenden sobre el estilo de vida de la gente que se encontrarán. “Es una buena oportunidad para conocer a gente de muchos sitios”, explica Elder Hunt mientras coloca las sillas para la misa que está a punto de comenzar. 

La Santa Cena

Es un domingo cualquiera en la Iglesia de Jesucristo de Bilbao. Con motivo de la pandemia, la asistencia está más controlada, así que cada semana un colectivo concreto asiste a misa; hoy tocan familias con niños pequeños. A pesar de ello, permiten la entrada a un casi-periodista curioso, que se sienta al fondo y toma notas en su cuaderno mientras la gente lo saluda como si lo conocieran de toda la vida. 

Los fieles bilbaínos, vestidos de forma inmaculada, por cierto, provienen de rincones totalmente distintos. Se ven rostros negros, blancos y latinos entre los asientos, además de niños y niñas que corretean de aquí para allá. Se sientan por familias, ya que casi nadie llega solo, y rápidamente llenan el aforo. El resto, cuyo turno para ir llegará otra semana, asiste de manera virtual gracias a la plataforma Zoom. 

El Obispo, Iñaki Saiz, no viste sotana, ni casulla, ni estola, solo camisa y corbata, y saluda afectuosamente –guardando las distancias– a todo el que entra. No hay crucifijo, ni virgen, ni sagrario a la vista; de hecho, no parece ni una iglesia, sino una reunión de amigos, pero todos, mayores y pequeños, saben bien a lo que vienen. 

Creemos que somos la restauración de la Iglesia primitiva de Jesucristo

Elder Squires

“Nos gusta porque las misas son más cercanas, más naturales. El Obispo prácticamente no habla, somos nosotras las que participamos”, afirma una fiel que prefiere no dar su nombre. Es cierto, el Obispo comienza la misa anunciando el orden del día y se sienta para dejar el protagonismo a tres mujeres. Cada una tiene preparado un tema; hoy tocan 'la importancia de orar', 'el mensaje del Espíritu Santo' y 'la identidad espiritual'. 

“Lo digo en nombre de Jesucristo, amén”, concluyen todos cada vez que intervienen. Jesucristo. El nombre de Jesús de Nazaret es repetido con mucha frecuencia en esta Iglesia; y no es para menos, el propio nombre de la congregación lo lleva también. “Creemos que somos la restauración de la Iglesia primitiva de Jesucristo –explica Elder Squires– que las Iglesias que se han ido creando durante la historia han abandonado el camino correcto por otros intereses”. 

Prohibiciones

En este sentido, la “Santa Cena” consiste en pan, el cuerpo de Cristo; y agua, su sangre. No hay vino, pues el alcohol, al igual que el café, el té o el tabaco, están prohibidos para los miembros de la Iglesia de Jesucristo. “Es una muestra de sacrificio y obediencia al Padre Celestial; no tomamos nada que pueda dañar física o espiritualmente el cuerpo de los hijos de Dios”, explica el Obispo. 

Aparte de esto, lo típico. No a las relaciones sexuales fuera del matrimonio o entre personas del mismo sexo, no al aborto o a la eutanasia, no a la pornografía, a la masturbación o a la vestimenta que enseñe demasiado. “Es una forma de respetar nuestro cuerpo, nada más”, explica la Hermana López.

Familia

Uno de los últimos pilares fundamentales dentro de la Iglesia es la institución de la familia. “Es tan importante para nosotros que nos unimos incluso después de la muerte”, explica Elder Squires en referencia al matrimonio “eterno”. No creen en el 'hasta que la muerte os separe', “porque no hay poder terrenal que separe algo que el Señor ha unido”, explica. Y al igual que en el matrimonio, lo mismo ocurre en las familias. Creen en la vida eterna “en familia”, pues una vez mueran ascenderán al cielo junto con sus seres queridos.

No creemos en el 'hasta que la muerte os separe', no hay poder terrenal que separe algo que el Señor ha unido

Elder Squires

Por este motivo, la búsqueda de los antepasados es fundamental para ellos. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días contiene, a través de FamilySearch, prácticamente todos los registros de la Iglesia Católica en todo el mundo: partidas de bautismo, matrimonio, certificados de defunción, enterramientos, etc; además de datos de Registros Civiles de numerosos Estados. 

Gracias a estos registros, los miembros pueden trazar su genealogía generaciones atrás y bautizarse en nombre de sus familiares si no lo hicieron. Así, lograrán el objetivo de todo cristiano, la vida eterna; no solo para ellos, sino para generaciones y generaciones atrás. 

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