Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Aprender a votar
“Los votantes son mayoritariamente ignorantes, irracionales y están mal informados, pero son amables (…) Apoyan malas medidas políticas que no apoyarían si estuvieran mejor informados y procesaran la información de una manera racional”. Quien así se expresa, Jason Brennan, ya elaboró esta teoría en 1979 y forma parte importante de los argumentos que utilizan quienes prefieren apostar por la epistocracia o gobierno de sabios, en vez de por la democracia, o gobierno de todas y de todos, como forma política más adecuada para gestionar la mayoría de los países actuales.
Desconozco el número de seguidores/as que pueda tener el filósofo estadounidense, pero es cierto que, periódicamente, aparecen voces que se manifiestan en un sentido parecido. Recientemente, Mario Vargas Llosa, con motivo de la Convención del Partido Popular, utilizó ideas semejantes. Sobre un atril y un público no literario sino eminentemente político, se permitió el lujo de acusar a ciertos países latinoamericanos de haber votado mal y les vaticinó un presente y futuro próximo desastroso, en el que las cien mil plagas de Egipto serían ejemplos infantiles de las desgracias pendientes que deberían soportar.
Queda la duda de si la afirmación del escritor peruano iba en línea con las ideas de Brennan o, de si tan solo lamentaba que el voto de varios millones de compatriotas latinoamericanos se hubiese dirigido hacia opciones ideológicas y políticas muy alejadas de las conservadoras defendidas por quien, años atrás, intentó sin éxito presidir su país natal.
Sea como fuere, sus consignas levantaron poca expectación, la justa para llenar medios y tertulias durante veinticuatro horas, pero acabaron fagocitadas por la voraz inmediatez de las noticias siguientes. Pese a la insolente brevedad temporal que sufrimos continuamente, noticias como la mencionada necesitan una pequeña reflexión, por distintos motivos.
El primero —y quizás, principal— es que quien así se expresó no es el tendero de la esquina ni la administrativa municipal (sin menosprecio para ninguno de ellos), sino un escritor con una cincuentena de obras, la mayoría aclamadas por la crítica, que se ha prodigado en todos los géneros literarios y que ha sido premiado con los más prestigiosos galardones a los que puede aspirar cualquier autor, entre ellos el Cervantes y el Nobel.
Además, su influencia como literato le convierte en un modelo ideal para millones de personas que no sólo siguen los pormenores de sus protagonistas, sino que sufren, gozan, sienten como ellos/as. De hecho, en el ámbito educativo, cuando queremos minorar la importancia que las y los jóvenes profesan por deportistas o DJ, solemos huir de los ídolos prefabricados y volátiles y recurrimos a escritores, a científicos, a personas cuya preparación intelectual nos parece sólida y suficiente reclamo para las nuevas generaciones.
Otra razón que lleva a señalar la impertinencia anunciada por Vargas Llosa es la duda que generan sus palabras. ¿Algunas personas votan mal por no seguir la opción política defendida por el peruano o porque la democracia actual es tan imperfecta y decadente que necesita un cambio profundo? De ser elegida la segunda opción, las dudas aún resultan más inquietantes.
¿Es necesario aprender a votar? ¿Volvemos a cuestionar el voto a quienes no estén a la altura fijada para la ciudadanía media? ¿Quién delimita tal medida? ¿Habrá que reeditar los discursos de Clara Campoamor, por ejemplo, y sus argumentos en defensa del voto femenino? ¿Llegará la aporofobia dominante hasta el punto de cuestionarnos que es mejor implantar algún tipo de sufragio censitario como durante la Restauración del siglo XIX?
Daniel Innerarity afirma que toda la historia de la democracia es un intento por conseguir una forma de autogobierno en el que todos tengan el mismo derecho a decidir cuestiones que les afectan. Y es que la Historia es muy tenaz a la hora de explicarnos los desagradables resultados para las naciones cada vez que han aparecido salvadores de las patrias (Hitler, Mussolini, Franco, Gadafi, Amin).
Están cercanos aún recuerdos perturbadores en los que un dictador como Franco entendía por democracia indirecta; a saber, aquellos procesos electorales en los que únicamente podían votar los cabezas de familia, es decir, hombres casados y mayores de edad (21 años). Para el régimen franquista era fundamental conseguir maquillar un nuevo Estado español proeuropeo a los ojos del mundo y, para ello, había que avanzar desde la ideología fascista dominante hacia una apertura medida con convocatorias de referéndums controlados. Sin embargo, nadie se tragó el intento y España sólo recuperaría la democracia tras el fallecimiento del infausto general y el establecimiento de elecciones libres, la aparición de los partidos políticos y la elaboración de una nueva Constitución.
Es preocupante, por tanto, que un escritor mundialmente reconocido traslade públicamente ese tipo de comentarios. Máxime cuando siguen apareciendo consignas ultraconservadoras que se manifiestan abiertamente por la desaparición de los valores democráticos. Grupos y partidos fascistas que son rondados —cuando no abiertamente agasajados— por otros conservadores con tal de fortalecer opciones que lleven a estos últimos, de nuevo al poder político perdido. Antonio Baylos lo sintetiza perfectamente: “La complicidad con estos grupos por parte de la que en un momento se denominó derecha democrática, la progresiva captura del discurso político conservador por parte de estos grupos que defiende de forma radical un neoliberalismo despótico y victimizador, está alentando fenómenos de violencia cada vez más agudos que canalizan ante todo sentimientos de rabia, impotencia e ignorancia, de una parte de la población, susceptible a estas propuestas. Una cultura de desestabilización democrática que es a su vez reiterada y sostenida firmemente por medios de comunicación muy influyentes y por grandes comunicadores sociales que responden a esa misma orientación política”.
El personal educador no puede seguir ignorando exabruptos como el pronunciado por Mario Vargas Llosa. No podemos cruzarnos de brazos y esperar que sean otros/as quienes se encarguen de “educar” en valores democráticos. Encerrarse, protegerse en la cueva de los contenidos específicos de cada asignatura nunca ha sido la solución si el objetivo es formar ciudadanía ¿Seguirá siendo necesario recordar al centenario filósofo Edgar Morín para recapacitar sobre nuestros “olvidos”?: “¿Para qué sirve la enseñanza? La función principal de la escuela debería ser la de formar adultos más capaces de afrontar su destino, más capaces de hacer florecer su vivir, más capaces de conocimiento pertinente, más capaces de comprender las complejidades humanas, históricas, sociales y planetarias, más capaces de reconocer los errores y las ilusiones del conocimiento, en la decisión y en la acción, más capaces de comprenderse los unos a los otros, más capaces de afrontar las incertidumbres, más capaces de afrontar la aventura de la vida”.
1.- “Contra la democracia”, Deusto, 2017
2.- Daniel Innerarity (16 de octubre de 2021): “Votar bien o mal”, 'El Correo'.
3.- Simon Muntaner (10 de octubre de 2021): “Ataque violento al sindicato italiano: el retorno del escuadrismo italiano”.
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