El Gobierno Vasco hizo público hace unos días un estudio que revela que el 74% de los jóvenes se apoya en las redes sociales para informarse de las cuestiones de actualidad. Es un porcentaje significativo que evidencia un fenómeno tan generacional como imparable: Instagram y TikTok se han convertido en los principales canales de acceso a lo que pasa en el mundo.
Los jóvenes de Euskadi siguen con interés lo que pasa a su alrededor, aunque de una manera diferente. Tres de cada cuatro admiten consumir píldoras informativas a diario y de forma frecuente, según el documento titulado ‘Juventud, redes sociales e información 2025’. Ese interés explícito por el devenir de los acontecimientos debe conducirnos, especialmente a los que desempeñamos responsabilidades públicas, a poner el foco en la importancia de los datos frente al relato a la hora de contextualizar realidades tangibles. Son realidades que nuestros jóvenes necesitan conocer para comprender lo que está ocurriendo.
Bizkaia se enfrenta en la actualidad a un momento crítico en relación a ámbitos que impactan de forma directa en los intereses de los jóvenes. Nuestra tierra, históricamente sinónimo de progreso, bienestar y calidad de vida, se ha convertido en un territorio hostil para construir un proyecto vital.
No se trata de sensaciones, ni de un discurso pesimista. Los datos desmienten ese relato de prosperidad en forma de paraíso que desde las instituciones se nos intenta vender en torno a Bizkaia. El talento que se forma en nuestras universidades se ve forzado a hacer las maletas rumbo a destinos como Madrid, Berlín o Londres, como consecuencia de la necesidad de encontrar salarios dignos y unos horizontes profesionales que aquí parecen haberse esfumado.
El Observatorio Vasco de la Juventud, en ese sentido, señala en su último informe que el empleo y la vivienda se han convertido ya en la principal preocupación de los jóvenes vascos. Según refleja, solo el 32,2% de los jóvenes de Euskadi logra emanciparse. La edad media para abandonar el hogar familiar se sitúa en los 29,8 años, tres años y medio más tarde que la media europea. En otras palabras: estamos a la cola de Europa en libertad para decidir cómo y dónde vivir nuestras vidas.
Este hecho guarda relación directa con la situación en el empleo. La tasa de paro juvenil en Euskadi se sitúa en el 9,4%, por encima de la tasa de desempleo general (6,8%) según el Instituto Vasco de Estadística (Eustat). Es una cifra, además, que se dispara casi hasta el 11% en el caso de las mujeres. Todo esto ocurre en medio de un contexto demográfico preocupante, en el que se jubilan cinco personas por cada joven que se incorpora al mercado laboral, tal y como señala un reciente informe de la Fundación Adecco.
El acceso a la vivienda completa la tormenta perfecta. Euskadi se enfrenta a una crisis habitacional sin precedentes ante la que nuestras instituciones miran para otro lado. Alquilar un piso en Bilbao o casi en cualquier núcleo urbano de Bizkaia es una misión imposible reservada a unos pocos privilegiados. La oferta se reduce y los precios escalan, expulsando a los jóvenes de sus barrios.
Otro factor que está poniendo 'muy caras' nuestras calles, aunque en otro sentido, es el de la inseguridad. Los robos y las agresiones físicas y sexuales cotizan al alza en un contexto de impunidad en el que los delincuentes multirreincidentes encuentran acomodo. Policías y jueces se muestran indefensos frente a una praxis institucional que les mantiene sin herramientas para poder realizar de forma eficaz su trabajo. El modelo político imperante muestra signos de agotamiento. Se perciben las grietas de una gestión obsoleta y más preocupada, en muchas ocasiones, por el reparto de puestos que por la transformación del territorio. No obstante, y frente al lamento, debe abrirse paso la alternativa y la esperanza.
La política debe dejar de ser un coto cerrado y convertirse en un servicio público inspirado en la vocación de transformación. Será conveniente abrir las puertas de las instituciones a nuestros jóvenes, para que desde su posición contribuyan a una toma de decisiones sensata y adaptada a los nuevos tiempos. Su visión nunca puede responder a una cuestión de cuotas.
Bizkaia necesita un cambio de rumbo hacia una cultura del mérito y el esfuerzo. Hace falta un entorno donde crear una empresa no sea una odisea, donde la vivienda resulte accesible y las calles seguras. Una Bizkaia, en definitiva, de la que nadie tenga que marcharse. Tenemos una responsabilidad generacional ineludible para liderar estos cambios, rompiendo con el conformismo y la apatía. El futuro de esta tierra no está escrito y, para redactarlo con éxito, el talento y el compromiso de nuestra juventud emerge como un activo valioso.
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