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Handia. Tiempos de cambio, tiempos crueles

Fotograma de 'Handia'.

J. M. Martí

Si tecleas Handia en Google puedes conseguir una información básica sobre la película que paso a resumir. Handia es un proyecto de la productora Moriarti, responsable de Loreak (2014), un film rodado en euskera, que en su momento fue un éxito de crítica y público y representó a España en los premios Óscar de aquel año. Loreak fue dirigida por Jon Garaño y Jose Mari Goenaga. Ahora, el primero comparte con Aitor Arregi la dirección de Handia y Goenaga pasa a participar en el guion, con la colaboración también de Andoni de Carlos. Cómo se ve, un trabajo creativo en equipo, algo que forma parte de las señas de identidad de la productora.

La película está basada en un personaje real - Miguel Joaquín Eleizegui, el gigante de Altzo (Gipuzkoa)- nacido en 1818, que se ganó la vida exhibiéndose como un fenómeno de feria por toda Europa. Joaquín siguió creciendo después de los 20 años, por culpa de la acromegalia, una secreción excesiva de la hormona del crecimiento y llegó a alcanzar más de los 2,30 metros, algunos dicen que llegó a los 2,42 metros. El hombre más alto de Europa en aquel entonces.

Cuando su hermano Martin vuelve de la primera guerra carlista decide, con el apoyo de un empresario local, recorrer Europa con Joaquín en calidad de atracción de feria, como forma de escapar de la difícil vida del caserío. Con un enfoque algo diferente, Handia remite a La parada de los monstruos (1932), originalmente titulada Freaks, de Tod Browning y El hombre elefante (1980) de David Lynch, aunque aquí no hay ensañamiento sobre lo monstruoso sino énfasis sobre lo diferente. Handia ha sido galardonada con el Premio Especial del Jurado en el reciente Festival de San Sebastián.

Hasta aquí una información útil pero insuficiente. No nos da pistas a dos preguntas que el lector seguramente tendrá en la punta de la lengua. ¿Merece la pena ir a verla? ¿Por qué?

Handia plantea con sencillez y naturalidad muchos asuntos de gran enjundia. Sin engolamientos. En primer lugar, habla de cómo adaptarse al cambio. A mediados del siglo XIX se estaba cerrando una época histórica y se iniciaba otra nueva. El antiguo régimen daba paso a un nueva era de industrialización e incipientes libertades y esto generaba conflictos y guerras. Las guerras carlistas, por ejemplo. También la urbanización como nueva forma de organización social. Los dos hermanos responden de manera muy diferente a esta situación. Uno quiere quedarse en el caserío, desea enraizarse en la tierra. El otro aspira a huir a América, buscar nuevos horizontes.

La película cuenta la historia de este conflicto. La historia de una amistad entre dos personajes con formas de entender el mundo muy distintas. Ya lo hemos visto en otras películas. Son muchos los wésterns que tratan de amistades conflictivas entre hombres. Me viene a la memoria Dos cabalgaban juntos (1961) de John Ford y Appaloosa (2008) de Ed Harris. Handia remite constantemente al wéstern con gran sutileza. Grandes horizontes, carromatos a modo de diligencias, el caserío como si fuera el rancho. El contexto, una guerra carlista que bien pudiera parecerse a la guerra de secesión de Estados Unidos. El asalto a la diligencia. El viaje -el constante deambular de los personajes- como un escenario donde se fragua la confrontación de caracteres y los distintos modos de entender su vida. Como en Centauros del desierto (1956), el tratamiento del paso del tiempo confiere dramatismo a la historia. Handia transcurre a lo largo de 22 años. Es, en definitiva, un buen ejercicio de estilo. La crítica ha emparentado también a Handia con Vacas (1992) de Julio Medem. A mí me recuerda - y que perdonen los que no estén de acuerdo- al cine de Montxo Armendáriz y Víctor Erice.

Los autores del film citan como referencia otro wéstern, El asesinato de Jesse James por el cobarde Richard Ford (2007) de Andrew Dominik. Tiene sentido. Entramos en el cine pensando que vamos a ver una película sobre el gigante de Altzo y nos encontramos que el film se cuenta desde la perspectiva de su hermano, que se convierte en el principal protagonista.

La película habla también de otros temas. Por ejemplo, del respeto y aceptación del diferente. Sin discursos. El avance de la acción permite al espectador tomar una posición sin necesidad de sermones ¿Quién es el verdadero monstruo? ¿El gigante guipuzcoano, un buenazo de tipo? ¿Su hermano, Martín, que habla mal castellano y le falta movilidad en un brazo? ¿O los espectadores que van a ver el espectáculo al barracón?

Cada película requiere un estilo y soluciones narrativas propias. Arregi y Garaño no caen en la tentación de la idealización de lo rural y evitan, con buen juicio, un tratamiento colorista de la puesta en escena. Muestran la vida del caserío como lo que es: dura y un ámbito de soledad, donde es difícil compartir sentimientos. Y cuentan su historia de un modo clásico. No busquemos en esta película travellings barrocos, ni montajes acelerados, ni un guion deconstruido.  Si, muchos planos fijos, fotografía clara y movimientos de cámara funcionales. Incluso optan por efectos digitales y trucos visuales sencillos, que no distraigan al espectador. Digamos que nos encontramos muy lejos del cine de Aronofsky.

Ustedes saben que a los críticos e historiadores de cine les gusta ver las películas en su versión original. En este caso les pido encarecidamente que así lo hagan.  No solo para apreciar, cómo es debido, las interpretaciones de Eneko Sagardoy y Joseba Usabiaga, sino para disfrutar de esa mezcla de idiomas - euskera, castellano, francés, inglés, incluso portugués-  que añade un aire de autenticidad a la película.

El film se abre y cierra con el mismo plano, pero entre ambos se han producido cambios importantes. Nada volverá a ser como antes. El paraíso está definitivamente perdido. Quizás nunca existió. Sin embargo, hay un último mensaje de esperanza: el plano final del abrazo en el que se funden los dos hermanos. Ya lo aventuraba un personaje del film, ¿no tenía el gigante un brazo inmóvil? No hay mejor metáfora de la simbiosis de ambos hermanos.

Solo echo de menos algo más de humor. Nos encontramos, es cierto, con la secuencia de la adolescente reina Isabel II, cuando le inquiere al gigante si todo en su cuerpo es proporcional. Me parece un recurso que el público agradece, pero, en cualquier caso, un recurso fácil. La vida entre hermanos da pie - como vemos en la película-  a momentos de enfrentamientos, enfados, discusiones y ternura, pero también -como todos sabemos- debiera suscitar situaciones entrañables de risas y alegría. Hay quizás, en consonancia con el carácter de los personajes, un exceso de contención.

Ahora vivimos también tiempos complejos de cambio. Confiemos no tener que esperar 150 años para que alguien indague en nuestra época. Por desgracia, ya no queda la opción de volver a los orígenes, la tierra baldía que estamos destruyendo.

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