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Medio siglo de la primera matanza indiscriminada de ETA, con 13 asesinados en la cafetería Rolando de Madrid

Las víctimas del atentado de ETA en la cafetería Rolando en 1974, en la exposición del Memorial de Vitoria

Rubén Pereda

Vitoria —
4 de julio de 2024 21:46 h

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“Era viernes, 13 de septiembre de 1974, cuando sobre las dos y media de la tarde se perpetró el atentado que nos cambiaría para siempre”. Así ha comenzado la recopilación del atentado terrorista que ETA cometió en la madrileña cafetería Rolando hace casi medio siglo, en la que fue su primera masacre. Las palabras brotaban este jueves, entre lágrimas, de la boca de Alicia Gómez Condado, hija de un cocinero cuya vida se cuenta entre las trece que los terroristas se cobraron con aquella bomba. Siete decenas más resultaron heridas. El Memorial de Víctimas del Terrorismo ha inaugurado una exposición que dota de contexto a aquel atentado de la calle del Correo de Madrid y para cuya confección se ha contado con la participación de los familiares de las víctimas, que, además de con datos, han contribuido aportando fotografías y enseres que recuerdan la vida de los asesinados.

La exposición, titulada 'Rolando 2:15-2:45', recompone en Vitoria el contexto de euforia dentro de una banda terrorista que llegaba de asesinar a Luis Carrero Blanco y las ideas y venidas de los terroristas por la capital, recupera y reconstruye parte del material del que se valieron para hacer volar por los aires la cafetería y aporta luz sobre la vida de las personas que aquella tarde de septiembre, en aquella franja horaria, se encontraban en la que fue la diana del primer atentado indiscriminado de ETA. “Tenemos el alma rota aún, después de cincuenta años. Cargamos con una mochila llena de rabia y preguntas sin respuesta. Hemos vivido en soledad, siendo las víctimas olvidadas, pero al final, como en las películas, ganaron los buenos”, ha recordado Gómez Condado, que ha subrayado que acciones de memoria como esta exposición son necesarias para que no quepa “nunca ninguna duda” de “quiénes fueron las víctimas y quiénes los verdugos”. La exposición se podrá visitar hasta el 22 de septiembre.

Al aldabonazo de popularidad que el asesinato de Carrero Blanco supuso para ETA siguieron varios fracasos que sumieron a la banda en cierta incertidumbre y que abrieron brechas internas. El de 1974, con el IRA y los realistas en Irlanda, los neofascistas italianos y ETA, fue el año que más atentados terroristas sumó en la Europa occidental. ETA buscaba generar el efecto acción-reacción y desencadenar una guerra revolucionaria. Entre las acciones que se intentaron llevar a cabo por entonces estuvo la del secuestro de Luis Gómez-Acebo, aristócrata y cuñado de quien luego sería coronado rey como Juan Carlos I. La tentativa se frustró hasta en dos ocasiones: los terroristas perdieron un barco que habían olvidado amarrar y también fueron delatados uno de los propios integrantes del comando, que colaboró con la Policía y desbarató la operación.

Llega entonces a Madrid un comando encabezado por Tanque, quien antes había estado al otro lado del Atlántico, en Argentina, adquiriendo conocimientos con los montoneros. Fracasaron en el secuestro del periodista Semprún, que nunca llegaron a ejecutar. Ya por entonces empezó a dibujarse la idea de atentar contra la cafetería Rolando. Tanque, que se dejó caer por el establecimiento en más de una ocasión, hizo una anotación en la agenda: “Rolando 2:15-2:45”. Era el momento del día en que más concurrida se encontraba la cafetería y el que el terrorista vio más propicio para atentar, pues permitiría infligir más daños. Indispensable para ETA fue la ayuda que les prestó Eva Forest, que antes había formado parte de la estructura del PCE pero que había ido radicalizándose. Forest, que ya había desempeñado un papel esencial en la Operación Ogro que culminó con el asesinato de Carrero Blanco, ayudó a los terroristas, a los que enseñaba a moverse por Madrid, y se encargó también de tejer —con subterfugios y engaños a jóvenes que en ocasiones eran incluso los amigos de sus hijos— una red de zulos por toda la capital.

Pero Tanque cayó. Se enzarzó en un tiroteo con la Policía, que le incautó el cuaderno, con la anotación referente a Rolando incluida, pero que desde Euskadi no pudo atar los cabos que habrían conducido hasta Madrid. Pero el frente militar de ETA no quería perder ni el prestigio que se había granjeado con sus últimas acciones ni el impulso que la banda tenía en aquellos momentos, según ha explicado este jueves Gaizka Fernández Soldevilla, historiador que trabaja en el Memorial y que ha estudiado de la mano de las víctimas la masacre, sobre la que escribirá un libro. Por ello, envían un nuevo comando a Madrid, en esta ocasión integrado por Bernard Oyarzábal y María Lourdes Cristóbal.

15 kilos de goma-2

Aunque guiados por el 'trabajo de campo' que Tanque y los demás ya habían llevado a cabo en Madrid, los dos terroristas también analizaron el terreno. Según la reconstrucción que se ha hecho de los pasos al atentado, en una de las visitas a la cafetería se encargó de atenderlos Manuel Llanos, un camarero al que incluso le dieron propina. En el día del atentado, cuando Oyarzábal y Cristóbal llegaron a la cafetería con la intención de volarla por los aires con hasta 15 kilos de goma-2, vieron que los atendía Llanos nuevamente. Atemorizados —por la posibilidad de que los reconociera, no por el hecho de asesinarlo, según ha contado Fernández Soldevilla—, actuaron apresurados: ella fingió un desmayo y cuando el camarero, solícito, iba a por una tisana para ayudarla, dejaron los explosivos y salieron. Llanos fue uno de los fallecidos en un atentado que se cobró un total de trece víctimas, sumadas las que fallecieron al instante y otras que perecieron después a causa de las heridas.

“Hoy recuerdo a mi padre, pero también a mi abuela, que tuvo que enterrar a su propio hijo”, ha recordado la hija de Francisco Gómez Vaquero, que trabajaba para la cafetería entre fogones. “Las víctimas se sienten grandes olvidadas. No les ampararon las instituciones y no tuvieron justicia porque nunca se juzgó. Los asesinos siguen viviendo y ni siquiera se han arrepentido”, ha lamentado Fernández Soldevilla. ETA, de hecho, siempre negó estar detrás del atentado y empezó a sembrar la duda a través de sus comunicados. “[...] todos los indicativos establecen que el atentado de la calle Correo ha corrido a cargo de núcleos ultra-fascistas estrechamente ligados a determinados medio políticos del Estado Español. El objetivo perseguido en tal operación era provocar una crisis en el seno del régimen para fortalecer su unidad interna alrededor de los sectores más duros e intransigentes”, se desentendía la banda en un comunicado. Y en esas se mantuvo la banda terrorista hasta 2018, cuando en su último 'Zutabe', en una de sus últimas comunicaciones antes de la disolución, incluyó el atentado de la cafetería Rolando entre sus 'acciones'.

La nueva consejera de Justicia y Derechos Humanos, María Jesús San José, ha intervenido en el acto de presentación de la exposición, al que han llegado desde Madrid y Galicia familiares de las víctimas. “Frente a discursos maniqueos y caricaturescos, tiendo la mano para construir un relato que acabe con los discursos de vencedores y vencidos”, ha dicho la consejera, que ha instado a construir una memoria en la que “la pluralidad le gane terreno al odio y a la imposición”. “El silencio jamás podrá ser la respuesta. Una sociedad adulta tiene que ser capaz de gestionar un pasado sucio. La calidad de nuestra democracia se medirá en función de la respuesta que seamos capaces de darles”, ha apostillado. Ha lamentado, sin embargo, que Euskadi “no está definitivamente vacunada”, y ha ilustrado la afirmación con dos ejemplos: las pintadas amenazantes contra Bingen Zupiria, nuevo consejero de Seguridad, y el niño que emulaba el gesto de disparar a una persona disfrazada de agente de la Guardia Civil.

Un millar de tuercas

El objetivo del atentado era hacer daño de manera indiscriminada. Entre la documentación que se incautó a los terroristas cuando fueron detenidos poco después, figuraba una factura: 25 francos en la ferretería Trouble & Cie de Baiona por la compra de 1.000 tuercas hexagonales. En una reconstrucción de la bomba que se ha llevado a cabo con la ayuda de técnicos en desactivación de explosivos, ahora observable en la exposición, se aprecia la disposición de ese millar de tuercas. “Cada una de ellas salió disparada como un proyectil”, ha ilustrado Fernández Soldevilla. Los autores, aunque fueran detenidos, se beneficiaron de la amnistía general de 1977.

La exposición también honra la respuesta de quienes ayudaron en los instantes posteriores al atentado. Pedro Chicote, policía, pasaba por allí y voló por los aires a causa de la onda expansiva. Recompuesto, entró y salió de la cafetería una y otra vez y rescató a una quincena de personas de entre los escombros. Después de sacar a las dos últimas, una niña y una chica muy herida, cayó desmayado. Mucha gente salió de casa para rescatar a heridos, mientras que muchos taxis se convirtieron en ambulancias improvisadas. “Siempre hemos contemplado la impunidad. Hoy nos sentimos un poco menos solos. [Y esto sirve] para que no se tenga nunca ninguna duda de quiénes fueron las víctimas y quiénes los verdugos”, ha apostillado Gómez Condado.

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