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Sopa de tortuga para Suárez y el final de ETA con Zapatero: los precedentes de la simbólica visita de Sánchez a Ajuria Enea

Adolfo Suárez y Carlos Garaikoetxea

Iker Rioja Andueza

Vitoria —
25 de julio de 2024 21:45 h

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Este viernes, el lehendakari, Imanol Pradales, recibirá en el palacio de Ajuria Enea de Vitoria al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. El encuentro institucional es el colofón a la intensa ronda de reuniones iniciada por el sustituto de Iñigo Urkullu, también del PNV, para tomar el pulso a su nueva responsabilidad. En el escaso mes desde que juró el cargo bajo el árbol de Gernika, se ha visto con el jefe del Estado, con el rey Felipe VI, con los diputados generales, con alcaldesas, con toda la oposición salvo con Vox, con todos los sindicatos a falta de poder verse con UGT, con organizaciones corporativas de Osakidetza y con colegios profesionales, con la patronal y con rectores universitarios, por ejemplo. Ha estado hiperactivo hasta el punto de bromear con no tomarse vacaciones y ha exprimido el complejo de Ajuria Enea como espacio de trabajo aunque se negara a residir en él.

Pero la cita con Sánchez reviste un simbolismo especial. Es el primer cara a cara entre ambos, desde luego. El PNV es uno de los socios más relevantes del Gobierno y los nacionalistas están exigiendo que se vayan cumpliendo los puntos del acuerdo de investidura firmado en 2023. Este mismo miércoles se ha reforzado el papel de la Ertzaintza y su visibilidad en puertos y aeropuertos, por ejemplo. Pradales, a buen seguro, esgrimirá que está comprometido también completar el Estatuto de 1979 antes de 2025. La gran materia pendiente es la transferencia de la gestión del régimen económico de la Seguridad Social, nunca antes cedida a ninguna comunidad. Pero nacionalistas y socialistas también han acordado activar ya la reformar de ese Estatuto. Los socialistas forman parte de la coalición que lidera Pradales con cinco de las dieciséis carteras que componen el nuevo gabinete.

Además, solamente es la tercera vez que una reunión de este tipo tiene lugar en Vitoria y no en Madrid. Los dos únicos precedentes son muy singulares. Adolfo Suárez visitó a Carlos Garaikoetxea en los tiempos en que ambos sentaron las bases de la España democrática y de la Euskadi autonómica. Era 1980 y el país empezaba a pasar del blanco y negro de la dictadura al color. La segunda fue en otoño de 2011. José Luis Rodríguez Zapatero despachó con el hasta ahora único lehendakari socialista, Patxi López, apenas unos días después de que ETA anunciara el final del terrorismo. Eran también días de cambios trascendentales.

Sopa de tortuga e himnos variados para Suárez

El 9 de diciembre de 1980 era un día soleado en Vitoria a pesar de la cercanía del invierno. Pero frío. Muy frío. El cronista de 'El País' contó que la mínima por la noche había alcanzado los siete grados bajo cero. Adolfo Suárez llegó desde Madrid en avión. Un Mystère de la Fuerza Aérea Española que tenía un coste de 201.676 pesetas por cada hora de vuelo aterrizó en las nuevas instalaciones de Foronda, inauguradas ese mismo año. A pie de pista le esperó una comitiva conformada por el lehendakari, Carlos Garaikoetxea, por varios miembros del Gobierno autonómico, por el alcalde de Vitoria, José Ángel Cuerda, por altos mandos militares, por gobernadores civiles y por cuadros de la UCD, el partido mayoritario de la época. Sonó el himno de España como bienvenida.

La comitiva se desplazó en coche hasta Ajuria Enea. El de Garaikoetxea era un Seat 132 matriculado en Vitoria y que lucía una ikurriña. El del presidente era un Mercedes-Benz negro con placas de Madrid y algo menos moderno. Portaba una bandera española, todavía la misma que en la dictadura, con el águila imperial. Otros cuatro vehículos completaban la comitiva. Helicópteros de la Guardia Civil vigilaron desde el aire el trayecto, en el que no hubo incidentes.

En la puerta del palacio de Ajuria Enea había una dotación de Miñones con uniforme de gala. La Policía foral de Álava, la más antigua de España en servicio continuado, fue la primera guarnición del lehendakari hasta la consolidación de la Ertzaintza, precisamente uno de los puntos de la reunión. En el palacio, Garaikoetxea hizo sonar el 'Gora ta gora' y el 'Eusko abendaren ereserkia', para sorpresa de Suárez. No se permitió que fueran interpretados en Foronda y Euskadi cambió el protocolo para ello.

Suárez y Garaikoetxea se reunieron en privado durante 45 minutos en una estancia del palacio. Antes del encuentro, una nube de fotógrafos y camarógrafos registró las sonrisas de ambos. En paralelo, cuatro colaboradores de Suárez y cinco consejeros autonómicos departieron en otra sala. Luego se unieron los presidentes. Solamente había una mujer en el grupo, Rosa María Posada, del equipo de la UCD. A pesar de las diferencias ideológicas -Garaikoetxea era nacionalista y Suárez procedía del franquismo-, ambos mandatarios se entendieron en su misión común de construir las bases de un nuevo marco democrático. El presidente habló de la importancia del encaje de las “regiones y nacionalidades” del “Estado español” y señaló que aquella fecha iba a pasar “para bien” a la historia.

No era aquél un contexto fácil para el presidente. Suárez estaba a punto de dimitir y de dar paso a una nueva investidura. Aquella sesión, celebrada el 23 de febrero de 1981, pasó a la historia por el fallido intento de golpe de Estado. Después de la reunión, hubo una comida. Se celebró en el chalé Los Olivos de Uleta, en la zona de Armentia. Era la residencia de Marcelino Oreja, delegado del Gobierno desde fechas recientes y decorada a toda velocidad para la cumbre. Durante la tarde, el presidente despachó allí con representantes de la economía vasca, como los presidentes de las patronales. Garaikoetxea y Suárez volvieron a verse en una cena de gala en Ajuria Enea, donde se sirvió sopa de tortuga. El presidente tuvo tiempo aún para, a las 23.30 horas, mantener un encuentro con militantes de la UCD en Vitoria, a los que animó a continuar a pesar de la amenaza de ETA.

Ese día, en las calles de Vitoria, que en noviembre había sido proclamada por ley como “sede de las instituciones de la comunidad autónoma del País Vasco”, hubo algunas protestas contra la visita de Suárez. EGI, la rama juvenil del PNV, había instalado pancartas demandando el cumplimiento del Estatuto, por ejemplo. Estaban en la balconada de San Miguel, en plena plaza de la Virgen Blanca, o en el viejo puente de Castilla. Un centenar de ayuntamientos de Bizkaia y Gipuzkoa cesaron en su actividad en señal de protesta por la visita presidencial. 'El País' llegó a dar voz en una crónica a un “militante” de ETA que les informó de que a la semana siguiente iban a dar “trabajo” a los medios de comunicación.

Rodríguez Zapatero y su amor por la Euskadi de la “libertad”

El 20 de octubre de 2011, con Patxi López de viaje oficial en Estados Unidos, ETA anunció el final del terrorismo. No era la entrega de armas ni su disolución pero sí el cese definitivo de su actividad violenta. Unos días después, el 7 de noviembre de 2011, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, giró una visita al palacio de Ajuria Enea para dar realce a ese momento histórico. López estaba cuestionado por haber reaccionado desde el extranjero a lo sucedido y España estaba sumergida en una campaña electoral trascendental. El 20 de noviembre de ese año, 36 años después de la muerte de Francisco Franco, se iban a celebrar elecciones generales y el presidente ya no era candidato para oponerse a quien resultaría elegido, Mariano Rajoy del PP.

López, lehendakari desde 2009 con apoyo de los 'populares', había mantenido una relación tirante con Rodríguez Zapatero en algunos momentos a pesar de ser ambos socialistas. El punto más tenso fue la negociación de la transferencia de las políticas activas de empleo, es decir, del antiguo Inem. Rodríguez Zapatero, en minoría en el Congreso, cerró ese acuerdo con el PNV, entonces en la oposición, que impuso unas condiciones económicas que no eran compartidas por el Gobierno vasco. Con todo, Lanbide se puso en marcha en aquella época y es hoy un organismo más dentro de la Administración autonómica.

“He notado un nuevo ambiente cuando he aterrizado en Vitoria”, solemnizó Rodríguez Zapatero, que también llegó a Foronda en avión, ya un Falcon. “La libertad se ha abierto paso definitivamente en Euskadi”, manifestó también. Como Suárez, él también consideró que la visita era “un momento histórico” y recalcó que él y su ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, habían tenido siempre el “afán” de hacer todo lo posible por acabar con ETA. Tras ser recibidos por agentes con uniforme de gran gala de la Ertzaintza, de color verde, se entrevistaron y, más tarde, presidente y lehendakari ofrecieron una rueda de prensa conjunta en el propio palacio presidencial. Es un “gran presidente” y un “amigo”, remachó López. En los atriles de ambos, también en el del jefe del Ejecutivo central, figura el logotipo del Gobierno vasco.

Tras el encuentro oficial, Rodríguez Zapatero presidió una comida con dos centenares de cuadros y militantes del PSE-EE. Estaban presentes Rodolfo Ares, Txiki Benegas o Ramón Jáuregui. “Ser socialista y vasco ha sido una gran hazaña”, les homenajeó el presidente, que abandonó Euskadi después de apenas seis horas de estancia. Y siguió: “Habéis puesto resistencia, solidaridad, capacidad de sufrir, pero, en ningún momento, perdisteis la confianza en lograr el fin de la violencia y la libertad. Habrá quien haya hecho por llegar a este momento tanto como vosotros, pero estad seguros de que nadie ha hecho más que vosotros por ver el fin del terrorismo. Después de lo que han sido estos años en la lucha contra ETA, de tantas horas, pensando en Euskadi, en cómo terminar con esta barbarie, en cómo ver a la gente feliz, en cómo ver la dignidad del recurso a las víctimas de un país digno como es éste, después de sentir tantas cosas, me siento muy vinculado a Euskadi, siento esta tierra más cercana que cualquier otra. No olvidamos las veces que lloramos por lo que lloramos, pero ahora podemos llorar de otra manera, sentirnos más cerca y querernos más. Eso es lo que deseo para Euskadi, que la convivencia sea lo que se escriba a partir de ahora, que Euskadi, que es recordada en estas décadas lamentable e injustamente por el dolor, sea recordada y conocida, a partir de estos días para las próximas décadas, por la convivencia, por el buen ejemplo de la paz, por el buen ejemplo de la libertad”.

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