De Badajoz a la guerra de Ucrania como médico: “Vengo sin traumas, allí descubres cómo es el ser humano”
Hace casi un año llegó a Rusia, desde donde cruzó la frontera. Javier Benítez, un joven de Badajoz, se sumó como médico voluntario a varios hospitales de guerra en torno a Donetsk, al este de Ucrania.
Ha sido testigo directo de una guerra, a la que fue simplemente a ayudar. Desde la retaguardia ha tratado disparos de metralla o amputaciones, pero también problemas normales de la población civil, como la hipertensión de los mayores o epilepsia.
Se sumó como doctor al bloque de los independentistas prorrusos. Un término que él no comparte en absoluto porque como todo en esta vida, las etiquetas tienen una connotación. Y en este caso advierte que se trata de una denominación que ha otorgado occidente a un conflicto donde hay miles de civiles que no lo eligieron. Se refiere así a la realidad de civiles que simplemente se encontraban en una zona que ha comenzado a ser bombardeada, y que según comenta, se están defendiendo como pueden.
Ya está de nuevo en casa con los suyos. Pero no ha sido precisamente por la ayuda que le dio el consulado español. En su intento por regresar, tras quedarse atrapado, logró encontrar una especie de ‘vacío legal’ que le ha permitido finalmente traspasar la frontera de manera pese a tener un problema con el pasaporte, por la zona rusa. Una fórmula que no puede contar porque aún hay otros ciudadanos que quieren cruzar por el mismo método que él.
¿Cómo es la vida en una guerra?
Esta es la primera pregunta que se le pasa a cualquiera por la cabeza cuando tiene delante a alguien que viene de allá. Y lógicamente Javier explica que es un choque emocional y físico.
“Imagínate estar sometido en tu vida diaria a bombas y la metralla, sentir que tu vida corre peligro de manera habitual”. En su periplo pasó por puntos cercanos al frente, en Alchevsk, Donetsk y más poblaciones. Lo que más ha tratado han sido heridas de metralla, minas antipersona y anticarro.
La muerte es una compañera de viaje que se acomoda al lado de quienes transitan una guerra. Y más trabajando como médico voluntario. Pero no es esa la imagen que mantiene viva en su retina, la imagen que mantiene congelada es la de un grupo de niños.
Era en un búnker que fue a visitar, donde vivían bajo tierra decenas de niños acompañados por sus familias. Haciendo vida bajo tierra. Niños protagonistas de una guerra, a los que el destino les negó su derecho a ser niños.
“Necesitaba regresar”
Tras varios intensos meses, reconoce que necesitaba volver por el cansancio físico y psicológico que sentía. Relata que la violencia impregnaba el ambiente. Y no solo en el es estricto frente de batalla, sino en zonas mucho más alejadas. Espacios que, siendo presumiblemente neutros, eran saboteados. A lo que se unen tensiones internas dentro del bando de los defensores de la república de Donetsk según comenta este joven.
Ahora con su gente, arropado de los suyos en Badajoz, comenta que ha aprendido mucho de medicina. También ha crecido personalmente. “No tengo la sensación de volver con un estrés postraumático. Creo que ha sido un proceso de aprendizaje, donde está claro que descubres cómo es el ser humano”.
En cuanto a las guerras: “Está claro que son malas. Pero no nos podemos quedar con esa reflexión tan simple. Tenemos que pensar también en quién tiene intereses en esta guerra, en que estas personas vivan así”.
Y Javier ha sacado sus propias conclusiones. Piensa que existen muchos intereses dentro de una estrategia internacional, que identifica con la OTAN, con el respaldo de la UE, creado a su juicio con el objetivo de contrarrestar la influencia soviética. Y es más: “esto encaja con un escenario internacional que desea dejar a Rusia sin sus dos bases navales (Crimea y Siria)”. Se trata según comenta también de intereses económicos, porque es la zona más rica de Ucrania, en agricultura o gas. Lógicamente, el tablero es mucho más complejo, e identifica por ejemplo los “intereses oligarcas de la zona”.
La situación tiene visos de estar más tranquila en Ucrania. “Ahora, que se trata de una guerra, sin armas de gran calibre”. Una situación que, dice, “se mantiene congelada en la actualidad porque tampoco interesa acabar con ella del todo”. Piensa que “puede ser que sea una justificación en el aumento de las sanciones, o en las tensiones en la negociación con Siria”.
Ha habido un intento de acabar con el conflicto, de cambiar la estructura del estado hacia la federación para aportar más autonomía a esta zona. “No interesa, ni a Rusia ni a occidente, pues se trata de una pieza más en su tablero de ajedrez”.