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Esta oleada hay que frenarla

Piscina natural en el norte de Cáceres, donde los hoteleros dicen que se empiezan a cancelar reservas

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La asociación de turismo del norte de Extremadura, Aturnex, que agrupa a 160 empresas de alojamiento, restaurantes y actividades complementarias, ya no tiene más paciencia de la que tirar y ha reclamado este viernes a la Junta que cierre el ocio nocturno; la incidencia de covid en España, también en la Comunidad, está disparada, y el miedo es libre, el que está llevando a la cancelación de reservas de hotel y casas rurales.

Esta cuarta ola está directamente asociada a la expansión en Europa de la variante delta o india, más contagiosa que la alfa, la británica, que a su vez lo era más que la china original, la de Wuham. Y ha hecho eclosión desde mayo en el Reino Unido, un país que por fortuna andaba muy avanzado en vacunación y no tiene mayores problemas en impedir la entrada del resto de europeos, y menos aún en poner trabas a los viajes turísticos a Portugal o España, sus principales destinos.

De ahí la ola llegó a Portugal. Un país, como nosotros, necesitado de la entrada de turismo extranjero, que se brindó a albergar en Oporto la final de la Champions entre dos equipos ingleses cuyos hinchas le surtieron de una buena ración de virus delta, que también conoce los excesos del fútbol (celebraciones en Lisboa del título de Liga por el Sporting), tiene muchas relaciones con Reino Unido, y que se encontró con el privilegio de ser el único destino favorito en la lista verde británica de la que España estaba excluida, hasta que fue finalmente expulsada de ella con gran congoja económica nacional; es además el vecino país sede de cierta comunidad de origen indio, de Goa, a la cual pertenece el propio primer ministro Antonio Costa.

Merkel lo vio venir y tiró de las orejas públicamente a Portugal por haberse dejado invadir por la variante delta desde el Reino Unido. El bueno de Costa dijo luego que su país iba a ser una barrera para impedir la propagación por el resto del continente, y realmente han tomado medidas; el ocio nocturno sigue cerrado, se recorta el horario de hostelería y comercio si hace falta, y además toque de queda en las principales ciudades. Mientras afloraban a borbotones los contagios en Portugal, España no previno lo que inevitablemente se le veía encima.

Entre tanto, Alemania, Italia, y Francia sí hacían sus deberes. Cierre del ocio nocturno, horarios restrictivos, toque de queda cuando procedía. Seguramente son de los que piensan, además de la perogrullada de que no hay economía sin salud, que es algo fácil de discurrir, que es preferible ir con mucha lentitud y poner bases muy firmes en la recuperación económica y social. Aunque tienen la gran ventaja, a diferencia de Portugal, Grecia o España, de que o no necesitan, o mucho menos, el dinero de los turistas.

Ellos hacían sus deberes, y España a verlas venir. No se previó, una vez más. Y ahí llega el episodio escandaloso de Mallorca. Efectivamente los jóvenes de 16 a 19 años deben ser responsables, pero ¿quién no fue irresponsable de joven?, ¿vamos a echarles las culpas de nuestras negligencias de adultos? A mi juicio son mayores las responsabilidades, irresponsabilidades conscientes, de agencias de viaje, hoteles, bares, locales de ocio nocturno, autoridades autonómicas y municipales baleares, ante cuyas narices todo sucedió, que miraron para otro lado, y nos devolvieron a la Península a miles de jóvenes contagiados y expandiendo el virus.

La industria turística es muy importante para España, también en buena parte para Extremadura. Pero no tiene una sola cara. No es lo mismo el negocio del ocio nocturno, algunos de cuyos empresarios van al beneficio rápido y a corto plazo, que por ejemplo el de alojamientos; en esto último hay que posicionarse, vivir de la trayectoria, de la calidad, de la continuidad, del boca a boca y las puntuaciones de los clientes, algo que bien saben los empresarios de Aturnex que han saltado con sus protestas.

Y el alojamiento, la estancia, es la base de todo: de que los turistas luego viajen por la región, se sienten en las terrazas hosteleras, coman en los restaurantes, compren alimentos extremeños, echen gasolina. Es muy miope una política turística que solo piensa en bares y terrazas, en cañas y menús, y tiene muy en cuenta solo a la población local, pero no en la fragilidad como producto turístico integral basado en el alojamiento.

Reino Unido ya nos tiene a España en la lista ámbar, Francia acaba de recomendar a sus ciudadanos no viajen a nuestro país, y Alemania muy probablemente decidirá en pocas horas lo mismo. Un cinturón sanitario en los Pirineos del que estábamos avisados con el ejemplo portugués, y en Extremadura aún más porque los tenemos de vecinos y estamos en primera línea.

Extremadura, que el 23 de junio llegó a tener una incidencia acumulada de 59,4, empezó a empeorar desde entonces, el 29 de junio tras dos meses por debajo se superaron los 100 casos diarios y en la última jornada han sido 297, un nivel que no se alcanzaba desde hace cinco meses, principios de febrero.

Mientras España tiene ya una incidencia de 278 y subiendo –hemos superado a Portugal, 247- Francia está en 48, Italia en 18 y Alemania en 10. ¿No nos merecemos acaso ese cinturón sanitario, y económico, por negligentes? ¿De verdad las familias y parejas madrileñas van a venir con una situación así?

Y algo más: Hay aún 140.000 extremeños mayores de 40 años, vulnerables por tanto, sin la vacunación completa.

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