Poligal, de símbolo de los planes de reindustrialización de Ferrol a una posible liquidación
Desde finales de la década de los 80 han sido varios los planes de recuperación, reactivación o reindustrialización de la comarca de Ferrol, terriblemente golpeada por el proceso de reconversión y cierre de la industria naval. En dos décadas los astilleros pasaron de dar trabajo a más de 15.000 personas a ver sus plantillas reducidas a unos 3.000 empleados, como mucho. En ese tiempo, la población de la ciudad ha pasado de 90.000 a 66.000 habitantes.
El plan ZUR (1983-87), el plan ZID (1988-1992) o el Plan Ferrol de 1997 llenaron páginas en los periódicos y sembraron la comarca de proyectos y ayudas económicas. Al amparo de ellos, algunos anuncios que elevaron la ilusión de la ciudadanía, como el de la Sociedad Italiana del Vidrio, no llegaron a nada. Pero otros, aunque demasiado pequeños para compensar la enorme pérdida de puestos de trabajo sufrida por los astilleros, sí acabaron siendo una realidad. Como fue el caso de Poligal.
En la planta de Poligal de Narón, dedicada a la fabricación de plástico para la industria alimentaria, han llegado a trabajar más de 200 empleados. La empresa creció gracias en parte a las importantes ayudas públicas recibidas y, de hecho, en la última década la compañía abrió nuevas plantas en Portugal y Polonia. Sin embargo, en los últimos años la historia de Poligal, que pertenece al grupo Peralada, es una sucesión de anuncios de expansión e inversión en otros países unidos a otros de recortes y reducciones de personal en la factoría gallega, que en la actualidad cuenta con poco más de 110 trabajadores.
El pasado mes de febrero los propietarios de Poligal solicitaron un concurso voluntario de acreedores, alegando la existencia de “pérdidas acumuladas”. Como mucho, la compañía ofrecía reubicar a 20 trabajadores en sus fábricas de Portugal (Arcos de Valdevez) y Polonia (Skarbimierz). El cuadro de personal denuncia que el grupo quiere completar con esta operación el proceso de deslocalización iniciado hace años y en el marco del cual “desvía la producción a otras plantas, según más le convenga para cuadrar o descuadrar las cuentas”, explica el representante de CIG-Industria.
A pesar de que la empresa ha pasado por varias reestructuraciones, regulaciones de empleo, despidos o rebajas de condiciones en los últimos años, la noticia de la presentación del concurso de acreedores con propuesta de liquidación llegó por sorpresa, ya que había trabajo programado para varios meses.
La pasada semana llegó una buena noticia del Juzgado de lo Mercantil, o al menos así fue recibida por los sindicatos con representación en la factoría. Aunque sí se aceptó el concurso de acreedores solicitado por el Grupo Perelada, fue rechazada la propuesta de liquidación de la fábrica, evitando de momento el despido de sus 108 trabajadores y trabajadoras actuales. “La media de edad de estos trabajadores y trabajadoras ronda los 50 años, todo un drama para estas familias. Hablamos de unos trabajadores que estuvieron dispuestos a congelar sus salarios para poder sacar adelante la empresa”, destacan desde el Comité.
Un proceso de deslocalización iniciado hace años
“Con lo aprendido en la planta de Narón, el Grupo Peralada puso en marcha fábricas en Portugal y Polonia, en las que ha invertido en los últimos años más de 50 millones de euros (15 millones en Portugal y 40 en Polonia). Estamos ante un claro ejemplo de deslocalización, de trasladar la producción para abaratar costes de personal. Ese es de verdad el único argumento para que la empresa tome esta drástica decisión”, explica CIG-Industria, que critica con dureza “las facilidades que la legislación española y gallega ponen para que las grandes empresa puedan ejecutar este tipo de perversidades”.
En las últimas décadas Poligal recibió importantes ayudas económicas que en algunos casos iban ligadas a su compromiso de mantener los puestos de trabajo existentes en su factoría de Narón, algo que ahora podría incumplir. En otros, las subvenciones públicas buscaban financiar procesos de modernización y de actualización tecnológica que finalmente no se produjeron (aunque sí se llevaron a cabo en las plantas ubicadas en otros países), lo que ha obligado a Poligal a devolver 4,5 millones de euros que había recibido de la administración. Esto, para el Comité de Empresa, constituye “una prueba más de una estrategia consciente de cierre”.
Los primeros movimientos de este proceso de deslocalización llegaron la década pasada, cuando el grupo inició un potente plan de expansión en su factoría de Arcos de Valdevez, un proyecto que en un primero momento llevó casi en secreto. De hecho, las protestas de los trabajadores ante ese movimiento fueron las que obligaron a la empresa a prometer que también se llevarían a cabo importantes inversiones en Narón, algo para lo cual solicitó las subvenciones finalmente no ejecutadas. Después llegó la crisis económica y esto sirvió de excusa para paralizar cualquier nueva inversión en la planta gallega, una paralización a la que se unió un ERE que llevó a la calle a 40 trabajadores.
Poligal fue uno de los estandartes de los sucesivos planes de reindustrialización de Ferrolterra y recibió importantes ayudas para la compra de terrenos, contratación de personal e inversión en tecnología. Fue así un símbolo de una comarca golpeada, un símbolo de esperanza y de que los proyectos de reactivación impulsados por las distintas administraciones tenían algún efecto. Un símbolo, por lo tanto, de que la llamada reconversión industrial era posible y de que Ferrolterra podía tener un futuro más allá del naval. Hoy, esto vuelve a estar en tela de juicio.
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