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Cuéntame Madrid

El corto sobre cómo los edificios hablan de nuestra historia que apunta al Goya: “Madrid se ve con los ojos de las casas”

Sebas y Andrea, interpretados por Manuel Egozkue y Marta Carmona, miran a la ventana de la vivienda de él (¿y al espectador?) en un plano de 'Arquitectura emocional 1959'.

Guillermo Hormigo

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En este episodio no han cruzado una sola palabra. No ha hecho falta: la arquitectura y la noche se han hecho cargo de todo

La ciudad en el cine es decorado y escenario. Cuando consideramos que se parece a nuestra concepción de lo urbano (sea en el presente, el pasado o incluso el futuro, a través de la ciencia ficción) es habitual recurrir a expresiones como “ambientación cuidada”. Pero ¿y si una ciudad, pongamos que Madrid, se convierte en la razón de ser de una obra? No ya en un personaje más, sino en el eje a partir del cual construir la película. Es lo que propone, entre otras muchas ideas, Arquitectura emocional 1959. Con este corto encaramos la tercera entrega de Cuéntame Madrid, un repaso a narraciones modernas (aunque como aquí estén muy ancladas en el ayer) sobre la capital. En esta ocasión, además, conversamos con su autor: el director Elías León Siminiani.

Premiado con la Espiga de Oro en la última edición de la Seminci de Valladolid y ya uno de los favoritos al Goya al mejor cortometraje, esta pieza se acerca a Madrid desde su arquitectura, su historia y su política. Tres facetas entrelazadas que se mezclan y confunden entre ellas, pero también con una cuarta: la de lo más netamente cinematográfico. En sus treinta minutos de duración se suceden códigos que van sugiriendo los temas que la película plantea, sin que los discursos dominen a la propia obra y se la lleven por delante. Digamos que las ideas cinematográficas son tan o más importantes que lo que estas ponen sobre la mesa, si es que ambas cosas pueden separarse del todo.

En Somos Madrid hablamos con Siminiani sobre algunos de estos recursos y su inspiración, sobre la rima entre los tiempos pasados y la actualidad o sobre cuánto dicen de la ciudad sus propios edificios, algo que Arquitectura emocional 1959 aborda desde lo más íntimo a lo social. De hecho, aunque la película cuente una historia de amor entre un chico de clase obrera y una joven de posición acomodada, antes que el argumento estaba ya la intención de “tratar la arquitectura desde el cine”.

Siminiani y su equipo buscaban que “las casas y el urbanismo fuesen no solo lo que está al fondo de la historia, sino lo que se sitúa en primer término”. Todo surge, en definitiva, de una pregunta: “¿Cómo sería una película en la que el espacio no es solo el continente, también es contenido?”. Con esta idea en mente, buscó un lugar y un momento concretos que le aportasen un arco narrativo interesante a partir de la arquitectura de la ciudad, centrando la mirada en etapas de polaridad o transformación social.

La elección de Madrid fue obvia: “Es lo que conozco mejor y lo que pilla más a mano, algo que viene muy bien teniendo en cuenta que en un cortometraje los medios son limitados”. Adelanta, eso sí, que la idea es que “sirva de semilla para un largometraje que toque otros ámbitos arquitectónicos de España o incluso más allá”. Se imagina historias que narrar con un lenguaje similar “en Valencia, en Barcelona, en Bilbao, en Sevilla, en lugares reconstruidos después de la Guerra Civil...”.

Precisamente la cuestión geográfica depende de la temporal: “Cada ciudad tiene una época especialmente importante en su carácter urbanístico. En Barcelona, por ejemplo, lo fueron el siglo XIX con el ensanche del Plan Cerdá o los años de preparación para los Juegos Olímpicos de 1992”. De Madrid decidió destacar 1959 porque supone el final de la autarquía y la llegada del desarrollismo, “el momento en el que el franquismo entiende que si quiere sobrevivir necesita abrirse algo al mundo”. Fueron años de cambios urbanísticos en los que emergen numerosos cinturones de barrios dormitorio.

“Por un lado se acabó con grandes complejos de chabolismo, pero a la vez se creó un tejido muy precario del que luego ha sido imposible resarcirse. Es un punto de giro en la economía en el que se introducen nuevos lenguajes arquitectónicos como la vivienda social”, dice el también director de la miniserie documental sobre El caso Alcàsser.

Arquitectura emocional 1959 empezó a tomar forma cuando se topó con Secundino Zuazo, arquitecto polifacético en obra y vida. Diseñó los edificios en los que vive la pareja protagonista. Ella, Andrea, en el número 16 de la calle Antonio Maura (por aquel entonces calle Lealtad). Un inmueble para propietarios de rentas altas situado a tiro de piedra del Retiro. Él, Sebas, en la Colonia de San Cristóbal. Viviendas obreras construidas a raíz del ensanche de la Castellana para alojar a los trabajadores de EMT, ahora casi engullidas por las grandes torres de oficinas.

Desterrado a Canarias después de la victoria del bando sublevado en la Guerra Civil, Zuazo (de convicciones liberales) regresa a Madrid en 1943. Su urbanismo, como el noviazgo de Andrea y Sebas, es una “integración de opuestos”. Según Siminiani, “seguía una línea tradicionalista, pero siempre estuvo abierto a la modernidad”. Un reciente hilo, publicado a colación de este mismo cortometraje, aporta más detalles sobre su obra.

El urbanista bilbaino es responsable del icónico bloque de la Casa de las Flores en Chamberí, así como del complejo de Nuevos Ministerios (que planteó sobre planta aunque no pudo finalizar), entre otras obras que dan cuenta de su eclecticismo. “Con el franquismo se rompe todo vínculo con la modernidad, que se asociaba a la República con movimientos como GATEPAC. Zuazo está a medio camino entre esto y la tradición, una página completamente en blanco que consigue equilibrar las dos cosas”, explica el director. La vivienda social sería un camino para abrir esa especie de vía intermedia.

“La Colonia, y las cocheras de Antonio Palacios, eran una especie de isla en un secarral de la Meseta. En 1948, Zuazo recibe el encargo de idear viviendas muy modestas para trabajadores. Lo resuelve a través de la generación de espacios colectivos, una colectividad que intenta compensar lo pequeño de los hogares”, señala Siminiani. Así, la residencia de Sebas está en las antípodas de la de su querida Andrea. En el edificio de ella hay una unidad familiar por piso y el trato no pasa de lo cordial.

La diferencia de clases juega un papel central en Arquitectura emocional 1959 porque la juega en la propia arquitectura. Para Siminiani “se da en los personajes, pero también entre los espacios: incluso en un mismo espacio puede haber lugares privilegiados para los propietarios y otros a los que están abocados el personal y el servicio”. Curiosamente es un espacio público, el Centro de Formación del Profesorado de Ciudad Universitaria, el que escapa un poco a esas diferencias y sirve de nexo entre Andrea y Sebas. Se conocen en un universo arquitectónico compartido antes de saber que proceden de mundos antagónicos.

Una “estética de lo disponible” para comunicar pasado y presente

Pero las ideas de este corto no se ciñen exclusivamente a la cuestión urbanística, aunque giren siempre en torno a ella. Otro aspecto llamativo es la forma de situar al espectador en el momento histórico, de manera completamente austera. El vestuario de Andrea y Sebas es prácticamente la única ambientación propia de 1959. Todo lo demás se inscribe en el Madrid de hoy: la ropa del resto de personas, los coches, los smartphones, las mascarillas y sí, también parte del urbanismo.

Siminiani reconoce las influencias cinematográficas en esta ambientación mínima: Jean-Marie Straub y Danièle Huillet, Jean-Luc Godard o En tránsito, dirigida por Christian Petzold en 2018. Esta película ambientada en la Segunda Guerra Mundial sigue a un refugiado alemán en Marsella que intenta huir a Estados Unidos. Sin embargo, continuamente aparecen elementos contemporáneos, quizá para trasladar la idea de que muchas problemáticas de esa época oscura, como puede ser el caso de las personas desplazadas, siguen más presentes de lo que pensamos.

Un puente temporal que Arquitectura emocional 1959 también construye: “Es evidente que estamos inmersos en un proceso de revisión del pasado, concretamente con el origen de la democracia en España y la Transición. Creo que es un asunto controvertido, una controversia muy propia de nuestro país. Esas revisiones pueden hacerse desde lo puramente político, pero también a partir de la estética, la cultura popular o la arquitectura. Todo esto nos informa mucho sobre quiénes somos hoy”.

En opinión de Siminiani, “si hay algo interesante del tejido urbanístico es que es menos perecedero: si ves una película de los cincuenta es evidente que se trata de otra época, sin embargo la Ciudad Universitaria continúa siendo prácticamente la misma que cuando se inauguró en 1952”. Y añade: “Vivimos en edificios que son hijos de unas ideologías que muchas veces desconocemos, así que he encontrado muy interesante conocer por qué las fachadas o los ventanales son de tal manera, o por qué dentro de su modestia una vivienda social puede resultar atosigante o en cambio generar una sensación de comunidad”.

Vivimos en edificios que son hijos de unas ideologías que muchas veces desconocemos

Elías León Siminiani Director de 'Arquitectura emocional 1959'

Volviendo a los autores mencionados, no se trata tanto de referenciar u homenajear como de la forma de hacer cine a la que Siminiani se ha habituado: “Me he criado trabajando desde la limitación de medios, así que he desarrollado una cierta estética de lo disponible. En esos cineastas empecé a ver que se podían levantar discursos o relatos de época desde lo concreto aludiendo al imaginario del espectador”. Se trata de jugar con quien observa y escucha, de forma que “a través de una serie de pistas imagine un tiempo que puede conocer por su memoria histórica”.

Otra herramienta de la que se sirve con este propósito es el archivo: tanto en Arquitectura emocional 1959 como en otros de sus trabajos las imágenes se llenan de documentos: planos, fotografías, dibujos, grabaciones, cartas... “En vez de que este archivo sea una cita o algo que cerciore lo que se está contando, me interesa que sea otra pista para ayudar a conformar ese imaginario”, apunta. Un “archivo evocador”, como él mismo lo describe.

Dialogar con lo que vemos y con quien lo ve

Como ocurría en sus anteriores Mapa o Apuntes para una película de atracos, Siminiani no se contenta con una propuesta visual y narrativa cargada de elementos y añade su propia voz en off. Quizá porque no se limita a describir lo que sucede, lo que haría “un narrador omnisciente más canónico procedente de la tradición oral”. Le interesa, en cambio, “la multiplicidad de funciones o de potencias que tiene”. Es decir, la posibilidad de “crear en el espectador sentimientos distintos a los que surgen con lo que se muestra”. No faltan la ironía e incluso algún que otro comentario pretendidamente jocoso.

Se trata de crear una suerte de “espacios de permiso” con el espectador, donde pueda reírse o sentir complicidad con algo que de otra forma quizá provocaría rechazo: “Siempre he sido muy consciente de la presencia del espectador e imagino contando con ella”. Siminiani asegura que es algo que ha aprendido de Alfred Hitchcok, “el cineasta que más conciencia tenía de la potencialidad de las herramientas cinematográficas sobre la psique del espectador”. Reconoce que no lo traslada tanto a la puesta en escena, a la iluminación o el trabajo de cámara, sino más bien a la voz en off o la labor de montaje.

La conversación acaba con un último apunte formal que nos devuelve a la arquitectura. Casi toda la película está filmada con planos muy abiertos, salvo algunas excepciones (momentos que se detienen en accesorios y prendas o en los que la propia narración señala que el cuadro se va a centrar en un personaje). El director, en colaboración con los directores de fotografía Giuseppe Truppi y Víctor Benavides, buscaba de nuevo “privilegiar los espacios y colocarlos en primer término sobre los personajes, al contrario de lo habitual en la ficción”. Así consiguieron que “Madrid se vea con los ojos de las casas”.

Arquitectura emocional 1959 se presentó el pasado mes de octubre en la Seminci de Valladolid, donde recibió la Espiga de Oro al mejor cortometraje y el Premio EFA. Se espera un estreno en plataformas a lo largo de los próximos meses.

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