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Un asalto inverosímil, una huida de película y un cónsul: la estafa con diamantes que dejó a una pareja sin casa

Imagen de un diamante.

Martí Gelabert

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Comprar diamantes en bruto directamente de la mina de Sierra Leona, tallarlos en Portugal y venderlos con gran rentabilidad en Amberes. Este era el “humo” que un empresario catalán vendió a un matrimonio, obligado a perderlo casi todo por invertir en un negocio ‘redondo’. Una estafa que, diez años después, se ha reconocido como tal en la Audiencia Provincial de Palma. Pero, ¿cómo se gestó que un matrimonio perdiera su casa después de invertir hasta 400.000 euros en un negocio que pintaba demasiado bien?

Fue entre 2010 y 2011 cuando J.C.G., condenado a tres años y medio de prisión por el timo, conoció al matrimonio que estafaría unos meses después. Con el tiempo, se los ganó, hasta tal punto que las víctimas de todo este plan le llegaron a considerar como un “hermano”. Una trabajadora de una empresa de seguros y fondos de inversión les presentó, y el condenado se dio a conocer como un empresario dedicado a la compraventa de diamantes en Sierra Leona, donde tenía importantes contactos y una solvente experiencia en la materia. 

La estafa había empezado, pero las víctimas ni se lo llegaban a imaginar. Fue cuando el timador les ofreció participar en esta inversión que les repercutiría con una importante suma de dinero. Para eso se ganó la confianza de este matrimonio, que vieron en el estafador un “empresario serio y bueno”, que decía que hacía muchos años se dedicaba a este negocio. Según contaron los denunciantes en el juicio, hasta hubo un día que “les enseñó los diamantes que tenía con certificado de autenticidad” y que incluso “llevaba una máquina para saber si los diamantes eran buenos o malos”. 

La confianza que genera el estafador en las víctimas es clave para llevar a cabo el delito. Según el testimonio de la víctima, el estafador les aseguró que “si lo compras [el diamante] en bruto y lo tallas puedes venderlo muy bien en Europa”, además de añadir que se movía con mucha seguridad a nivel institucional: “Decía que sabía muy bien lo que hacía y que tenía contactos”. De hecho, otro de los motivos que hizo confiar al matrimonio fue que un día, en Girona, les presentó al supuesto cónsul de Gambia.

Una primera operación con éxito y con unas ‘pequeñas’ cantidades de dinero hicieron agrandar aún más la confianza del matrimonio, que también había convencido a unos amigos para invertir. Entre todos, unos 70.000 euros. El trato era que cada tres meses cobrarían una determinada rentabilidad por la operación, asegurándose la devolución de la inversión, un beneficio neto del 15% anual y el reparto de beneficios una vez comercializados los diamantes y abonados los gastos, tasas y demás, correspondiendo a cada parte un 50%. Todo era una artimaña: sí que se cobraron los dos primeros trimestres, pero, de repente, dejaron de ingresar dinero.

Un préstamo imposible que valió una casa

La versión del estafador era que se había quedado sin liquidez porque los diamantes estaban bloqueados en la aduana por impago de tasas. Y para poder efectuar la operación, pidió al matrimonio un préstamo. Aquí es cuando entra en marcha la segunda parte de su elaborado plan: la gran estafa. 

Este matrimonio no disponía de los 400.000 euros que el estafador les reclamaba para poder “desencallar” la situación, así que decidió ponerlos en contacto con un prestamista y su mujer. Hoy por hoy es difícil saber si este prestamista, afincado en Mallorca, era parte de toda la trama o no, aunque algunas fuentes cercanas al caso hablan de “demasiadas coincidencias”. Aun así, acabaron por contraer un préstamo hipotecario por valor de 500.000 euros sobre la vivienda de la que el matrimonio era propietario y que debían devolver a plazos, pues creían que conseguirían una total rentabilidad del negocio en solo un año. 

Solo seis días después de firmar el préstamo en una notaría de Mallorca, el estafador ingresó 300.000 euros provenientes de tres cheques bancarios a una empresa a su nombre, de la cual era apoderado. Según él, se dedicaba a la adquisición y explotación de solares y fincas, pero resultó ser una tapadera para mover el dinero a sus anchas. Un dinero que desapareció junto al estafador. 

Cuando el prestamista tampoco cobró, puso un procedimiento civil al matrimonio y, según los testimonios, “no quiso poner la denuncia porque ese no era su problema”. Como la casa era el aval, la acabaron perdiendo. “Perdimos la casa, la salud y todo”, dijeron los denunciantes durante el juicio. La mujer, más dolida, añadió: “Fuimos muy gilipollas” (por pensar que se iba a desencallar el bloqueo de los diamantes en la aduana). El matrimonio no ha querido hacer declaraciones a los medios de comunicación.

Quien sí que ha dado su opinión ha sido su abogado, Mateo Cañellas Vich, quien apunta a elDiario.es: “Este señor es un encantador de serpientes. Con labia, presencia y parafernalia llevó a mis clientes a la convicción que podrían intentar hacer un negocio. No hacerse millonarios, pero sí un buen negocio con esta inversión”. En este sentido, añade que marido y mujer “vieron que con una primera pequeña inversión les había pagado los intereses, pero cuando les pidieron el dinero para desatascar el problema y no hubo reacción, fue cuando se dieron cuenta que habían sido víctima de una estafa, que todo era humo”.

Este señor es un encantador de serpientes. Con labia, presencia y parafernalia llevó a mis clientes a la convicción que podrían intentar hacer un negocio. No hacerse millonarios, pero sí un buen negocio con esta inversión

Mateo Cañellas Vich Abogado

Las contradictorias excusas del estafador

Para defenderse durante el juicio, el acusado no pudo aportar ninguna prueba sobre la veracidad de dicha operación de compraventa de diamantes, que llegaría a los tres millones de dólares. Un hecho determinante para la Sala, que lo acabó condenando.

Lo que sí se dedicó a explicar fue su “profusa actividad” y “experiencia empresarial” en distintos países de África, así como sus negocios en Sierra Leona durante los años de los hechos. Es más, llegó a decir que en 2002 había llevado a Repsol al país. En todo momento sostuvo que tenía un negocio de compraventa de diamantes en bruto y que también se dedicaba a la búsqueda de inversores para el país. 

Según su versión, el banco le entregaba partidas en efectivo, junto con un documento -nunca presentado- para pasar la aduana y declarando a qué se invertiría. Una vez consumado el negocio y pagado en efectivo a los mineros, en el trayecto hacia Freetown para valorar los diamantes y firmar los documentos, sufrió un supuesto asalto en el que le robaron los diamantes y el dinero que llevaba. “Acabé en el hospital San Juan de Dios [...] acabé magullado por atravesar los bosques”, relató durante el juicio, y añadió: “Íbamos cuatro personas; al chófer y a mí nos dejaron ir, y las dos personas de mi confianza se quedaron ahí. No lo puedo demostrar, pero creo que fueron ellos quienes me vendieron, aunque los mataron ahí mismo”. “Ya sé que parece una película, pero no lo es”, se defendía, ante la inverosimilitud de los hechos descritos. También llega a asegurar que el cónsul de España en el país le asistió y le ayudó. Aunque dicho ‘cónsul’ declaró que se encontró al estafador en el lugar de los hechos, contradiciendo también el relato. Según el abogado Cañellas, “o uno miente, o los dos”. “Ni se supieron poner de acuerdo con la versión que tenían que dar”, añade.

Sobre la falta de documentos para corroborar todos estos hechos, el acusado sostuvo que el año 2014 cayó muy enfermo por un virus y, mientras estaba en el hospital de Mataró, le vaciaron la casa y le robaron el ordenador. Según él, “una desgracia tras otra”. El condenado afirmó que su obsesión ha sido resarcir al matrimonio y a todos los inversores –se llegan a contar más de una decena en unos de los mails del estafador–. “Ahora es posible y estoy a punto de hacerlo”, dijo en el juicio. 

La Audiencia Provincial de Balears llega a tildar de “inverosímil” en la sentencia del caso que “lograra introducir en un país extranjero tres millones de dólares”, así como recalca la falta de documentos que justifiquen la realidad de la operación. “No se acredita el robo de la vivienda ni el largo ingreso en el hospital de Mataró”, prosigue, además de asegurar que “no aporta ni siquiera un recorte de periódico donde se publique la noticia del asalto y de los dos muertos” y que “parece poco probable que una operación de más de tres millones de dólares en diamantes no deje rastro alguno que permita acreditarla”. 

Vender obras de da Vinci: el “disparatado” plan para devolver el dinero

A partir de los mails recogidos en la instrucción del caso, la Audiencia Provincial habla de un “disparatado plan” para devolver el dinero a los inversores. Se trataría de llevar a cabo proyectos como venta de obras de Leonardo da Vinci, tratos con el gobierno de México para la implantación de boyas productoras de energía, una oferta comprobada de una importante partida de chatarra en Dubai, la venta de un terreno para la construcción de un hotel junto a Cancún o hasta el refinado de petróleo para Sudán, entre otros. 

La sentencia ha sido de tres años y medio de prisión, con inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de condena y multa de 9 meses con cuota diaria de 10 euros. Además, por responsabilidad civil, deberá pagar 400.000 euros al matrimonio estafado. Se desconoce si hay más procedimientos abiertos de otros inversores.

“Hay gente que por un céntimo le da 23 vueltas y sospecha de todo, pero que por millones va a la ligera. Los negocios tan fáciles no existen”, reflexiona el abogado de las víctimas. “Yo tengo claro que si tengo un negocio para ganar una cantidad muy grande de dinero, será para mí. No te la regalaré a ti. A partir de aquí, sospecha de todo o ves con garantías, con documentación cierta y contrastada por una entidad de reconocida solvencia, no por un señor que te vende humo y tú se lo compras”. 

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